jueves, 25 de abril de 2019

302/ La mala educación

Una vez (corrijo: una y ciento) me he preguntado en qué diantres (tanto monta: ángeles revelados) se fundamenta nuestro sistema educativo. He imaginado respuestas verosímiles. Estas no me han satisfecho ni poco ni mucho ni nada (confesaré algo: ignoro el motivo). Mi mente las ha registrado de modo automático. Yo dejo los automatismos para Breton y sus correveidiles posmodernos. Risas.  
     Lo diré sin rebozo: Emilio Lledó me ha decepcionado. Le había sobrepuesto la estola de sabio cabal. Se la arrebato, ahora, y la cuelgo en el perchero de lo por venir (Juan Ramón dixit). Este otro andaluz universal y ex-predilecto mío comete dos errores (acaso garrafales). Uno: practicar una escritura enrevesada (con defectos de forma). Y dos: airear un argumentario pobre cuando el blanco de su afilado juicio es el Liberalismo (lo mismo denunciaría, aquí, un servidor de nadie caso de tratarse de la Socialdemocracia. No me pliego, sin fisuras, a ninguno de esos modos de "politizar": de ellos aprovecho lo aprovechable y rechazo lo rechazable. Pregunto: ¿Lledó no ve nada positivo en el universo de ideas liberales? Un botón de muestra: no sé a cuento de qué la educación privada y concertada representaría a Lucifer en tanto que la pública a Dios. Juzgo raquítico el argumento de Emilio: una pura cuestión dineraria. La libertad de elección de padres y madres o tutores legales no convence un punto al erudito. Con su pan se lo coma. 
     Quevedo escribió:
     “Que el viejo que con destreza
     Se ilumina, tiñe y pinta,
     Eche borrones de tinta
     Al papel de su cabeza;
     Que enmiende a naturaleza
     En sus locuras protervo;
     Que amanezca negro cuervo,
     Durmiendo blanca paloma,
     Con su pan se lo coma”.)
     Conecto, ahora, con el inicio de este Post.  
     Al cabo acaba yéndoseme la mano y…
     Emilio Lledó está, a mi juicio, sembrado en el siguiente fragmento que de mil amores copio (todo no va a ser decepcionante):
     “Sin entrar en las diferencias, por otra parte esenciales, entre los diversos países y las distintas áreas de influencia y de desarrollo en las que están situados, y limitándome exclusivamente a España, se pueden establecer los siguientes estratos, en los que se configuran distintas formas de contenidos educativos:      
     1. Escuelas y universidades que se rigen, en principio, por las orientaciones provenientes de la autoridad política, y que además solidifican hábitos pedagógicos arcaicos, pequeños islotes de poder y autoridad absolutamente irracionales.
     2. Sistemas de valores, coincidentes o excluyentes, pero dominante siempre alguno de ellos y que, con cierto grado de imprecisión, entran dentro del nombre genérico de ética
     3. Doctrinas religiosas o escatológicas que determinan actitudes y comportamientos y que proponen modelos imitables de conducta.
     4. Núcleos familiares y espacios sociales muy concretos que, consciente o inconscientemente, hacen propuestas orientadas a determinadas formas de aceptar, rechazar, interpretar la vida, organizar nuestro propio destino, etcétera.
     5. Productos culturales diversos, literatura, arte, divulgación científica, accesible a nuestra sensibilidad y que, con mayor o menor provecho, están actuando sobre nosotros.
     6. Ideologías políticas, en cuya aceptación o rechazo se suelen manifestar confusas y opacas mezclas de intereses, traumas psíquicos, fanatismos o idealismos. Las razones –o las sinrazones– por las que se elige y asume una de estas ideologías constituye uno de los problemas más apasionantes en el estudio del ser humano”. (Sobre la educación. Taurus. Barcelona, 2018. Pág., 204).
     La pena es que Lledó no se aplica a sí mismo el cuento de la ideología engatusadora… 
     ¡Qué decepción, don Emilio, qué decepción!