miércoles, 7 de octubre de 2015

206/ A propósito de la vida

Hoy es un día para celebrar por todo lo alto. ¿Por qué? Porque estoy vivo.
     No, no me ha ocurrido ninguna experiencia cercana a la muerte, qué va. Pero antes de anochecer (mi amiga Ana dixit) hay sol. Yo, hoy, veo el sol. Ayer, no. Ayer veía nubes.
     El caso es que he hecho una ronda por la Red y topado con diez citas célebres, sin desperdicio alguno, sobre la vida. Más abajo las transcribo. Consejo: nadie atribuya total veracidad ni a su autoría ni a su contenido. Con internet nunca se sabe.
     He aquí la decena de sentencias… 
     Abre fuego Gregorio Marañón: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”. Totalmente de acuerdo. Con existir no basta. La guinda del pastel es la creación. Muere lentamente, yo creo, quien no crea.  
     Segundo arcabuzazo a cuenta y riesgo de T. S. Eliot: “Hacer lo útil, decir lo justo y contemplar lo bello es bastante para una vida de hombre”. Yo añadiría a esta nómina hacer lo inútil. A veces de la inutilidad surge lo bello. Bien digo: lo bello. 
     Tercera detonación a cargo de Henry Van Dyke: “Alégrate de la vida porque ella te da la oportunidad de amar, de trabajar, de jugar y de mirar a las estrellas”. ¿Acaso alguien duda que la vida consista en esto? Yo me apropio el juego y las estrellas. Mirando éstas se trabaja (algo hay en el firmamento que te obliga a subsistir). Y jugando, es claro, se ama. Léase: se coquetea.
     Cuarto accionamiento de gatillo. Dispara Mahatma Gandhi: “Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre”. Sabia reflexión. Aprender apasionadamente para, de ese modo, no olvidar lo aprendido.
     Quinto ¡pum! por gentileza de John Lennon: “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”. ¿Consistirá en esto la vida oculta o, como reza el título de una novela de Juan Manuel de Prada, La vida invisible? Oculta (invisible) para muchos. Vale. Desvelada para los que amamos la vida sin remilgos. A veces le damos la espalda (a la vida) creyendo que es el pecho lo que le damos.
     Sexto disparo a manos de, ¡oh, mon dieu!, Horacio: “Piensa que cada día puede ser el último”. ¿Lo copiaría Gandhi? No sé yo hasta qué punto un pensamiento como este puede revolucionar el cotarro vital. Y, ¿no queda la amargura dentro? Y, ¿no deriva de ese pensar arcaico el estrés de hoy?
     Séptimo mandamiento que, por supuesto, estalla. ¿Que quién activa el detonador? Marie Curie: “La vida no merece que uno se preocupe tanto”. Más que nada porque preocuparse no es útil. ¿Alguien tiene algo que reprochar? En este caso, por cierto, lo inútil no es bello.
     Octavo chupinazo lanzado al aire por Bertrand Russell: “Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos”. No doy fe. Yo, además de temer al amor, lo combato. Y un muerto no puede combatir. Y, ¿no es la vida un combate?
     Novena descarga firmada por Antoine de Saint-Exupéry: “Mirad, en la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas, y las soluciones vienen”. La vida como proceso. Las soluciones como parte de ese proceso. Solo una parte más. ¿A qué obsesionarse con encontrar la solución a todo? ¿Será, vivir, errar?
     Y décimo chut (en un sentido futbolero. De quien se trata no podría disparar) al aire. Quien arma la pierna no es otra que Teresa de Calcuta: “La vida es un juego; participa en él. La vida es demasiado preciosa; no la destruyas”. Sin comentarios.
     Concluiré este post con una cita mía. Esta de aquí: “Vivir es como bailar un tango con la realidad”.
     P.D.: Lo del tango y la realidad, mal que me pese (ay), creo haberlo leído en alguna parte. Perdóneseme.    

lunes, 5 de octubre de 2015

205/ Silencio, se escribe

Escribir en tanto que escucho música no es algo que haga a menudo. La razón es bien sencilla: adoro la música y, por adorarla, cuando ésta suena no hay nada más en el mundo. Aquí, por una vez, “ella” no es La joven de la perla. Es la mús(ic)a. Y es una musa: Euterpe. 
     Escribo este post en silencio. Muy relajado yo. Muy feliz. Así suelo aporrear, de ordinario, las teclas de mi ordenador. El silencio concentra la atención. Euterpe la dispersa y enajena y acelera el ritmo cardiaco de quien escucha su discurso en papel pautado. Efectos, los traídos a cuento en este capítulo, que procuran perjuicio al escritor. ¿Por qué? Porque engendran pensamientos distorsionados. Si escribiese (alguna vez lo he hecho) escuchando música, seguro estoy, ésta sería instrumental. No letrada. No gusto de pobrerío de ingenio ni de ripios gusto ni gustaré nunca. Es lo que digo: ¿qué canción hay, hoy, cuyos versos sean dignos de ser escuchados (o leídos)? ¡Bah! Ya no se escriben canciones. Nota: alguna excepción hay. La mayoría de ellas (más sus letras), hoy, son bocetos necios que propenden a instaurar en el oyente el afán por un pasatiempo tonto: escuchar mala música. 
     La industria del son (esa arpía mentecata y malandrina. Así la llamaría don Quijote) es como un gorrión, en el nido, a la espera de condumio. El pico abierto de par en par, pensando: ¡a ver cuándo viene mamá gorriona! Esa mamá gorriona somos todos los que abonamos el costo del cedé o de la pieza digital que hayamos adquirido (musical, se entiende). Yo, por si las moscas o los moscardones, seguiré escribiendo en silencio. Y que el sol de las discográficas salga por donde quiera. Renuncio, una y mil veces, a la postmodernidad. O (tanto monta): a la distracción. O (tanto monta aún más): al ruido. Una mente distraída es una mente desaprovechada. Pero no renuncio, en modo alguno, a la música. Que conste en acta. Ojalá nadie malinterprete mis palabras.