jueves, 25 de mayo de 2023

418/ Lobo sólo versus lobo con piel de cordero

Hay una felicidad distintas a las otras felicidades de la vida: la que se produce cuando intelectualmente te cruzas con alguien que piensa como tú (un personaje popular, ese) y, habiendo transcurrido más de ochenta años desde que dijo lo que dijo y que a ti te resuena cercano y tremendamente familiar, compruebas cómo no ha variado un ápice tu idea del principio: ese (esa en este caso) y tú sois de la misma condición. <<Prodigiiioso>> (habría dicho Garci con su voz aguardentosa). 

     Tenemos, aquí, tres elementos nutricios: pensamiento, fama, tiempo. (Esa persona habría tenido la misma idea que yo referente a un tema bien definido que no me duelen prendas en calificar de <<política ficción>>; o <<por ahí por ahí…>>. Esa persona fue y es popular. Cuando esa persona murió aún no había yo sido arrojado a la luz de Andalucía). 

     El hecho no deja de parecerme asombroso. Demasiados años de diferencia entre ella y yo para, después de todo, pensar igual sobre tema <<tan delicado>>. Ignoro si esto habla mal de moi. Sospecho que habla mal de moi y bien (muy bien) de soi. Ella, por esto, sería una adelantada a su tiempo. Yo, un mero retrasado en el tiempo. Todo desde una perspectiva pesimista. Si me enfundo el traje de optimista tendría que manifestarlo del siguiente modo: ella fue una adelantada a su tiempo y lo que dijo no pudo llevarse más allá, con el correr del tiempo, sencillamente porque era imposible. 

     No le toques ya más, que así es el sentido común.

     Hablo, cómo no, de Zenobia Camprubí Aymar y de las palabras que esta estampó en negro sobre blanco en sus <<Diarios>> (edición de Graciela Palau de Nemes) el día 12 de junio del 38. Las mismas que, de un modo peculiar, ponen voz a mi ideario sobre el Fascismo y el Comunismo. Dos lacras, las mencionadas, igualmente deleznables. Y son (las palabras de Zenobia) las siguientes:

     

     <<12 de junio [de 1938]. Domingo     


     (…) Los comunistas están siempre listos para aplaudir sus más pequeños logros con la mayor desfachatez en cuanto a las aportaciones de los otros. Siempre están igualmente listos para extraer un 75 por 100 de interés sobre su propia aportación y consideran que es una explotación cuando los otros obtienen un 4 por 100. Me parece que la posición del partido comunista es pura teoría comunista, la misma posición que la Iglesia de Roma y su política hacia el Cristianismo. Ambos son igualmente limitados de miras, crueles y falsos. Tengo fe en las hondas leyes naturales de evolución hacia la perfección, aunque estos arranques de brutalidad, particularmente evidentes en el fascismo y el comunismo, son sin duda poderes estimulantes pero odiosos. Estos sistemas deben desparecer para que el hombre pueda recuperar la dignidad necesaria para continuar el ascenso. Son la repulsión después de la fatiga, pero pasará. No puede ser de otra manera. Y sería un desastre para nosotros si fuéramos a aparecer en escena en el momento inoportuno>>.   


     ¿Cabe más sentido común que el encastillado en las frases arriba copiadas? ¿Cabe, en ellas, más objetividad y menos persuasión al mismo tiempo? Júzguelo el lector. Yo, desde luego (mejor: ¡desde ya!), creo que no. Y lo creo fervorosamente.            

viernes, 19 de mayo de 2023

417/ Menos es más (en literatura)

Cantidad y calidad no están reñidas. No siempre. No, en literatura. A menudo nos topamos con obras breves cuya nombradía responde, en sentido estricto, a la calidad literaria que atesoran y no a su número de páginas. Un lenguaje deleitoso. Una estructura sólida. Unos personajes redondos. Una trama de hilacha oculta… Un argumento, como la estructura, sólido. Ejemplos, los mentados, de buena literatura sea esta o no breve. Juzgo <<Réquiem por un campesino español>> (Ramón J. Sender) un icono de esencia literaria en tarro pequeño. Leí esta novela (no este cuento. Ya va siendo hora de sentar la idea con toda claridad: se trata de una novela pura y dura) en abril de 2005. Ahora, mayo de 2023, la releo y vuelve a deslumbrarme. Dieciocho años después sigue pareciéndome una obra maestra del compromiso literario social sin, por ello, pecar de aburrida ni (menos aún) de ideologizada. Quizá atesore más forma que fondo. Es, por lo demás, políticamente incorrecta. Como toda buena obra literaria. O casi. Un artefacto de perfecta ingeniería verbal y no menos perfecta arquitectura semántica. El año de su publicación, 1950. Una década de pleno auge del Realismo Social. En apenas cien páginas Ramón J. Sender desglosa el horror de la guerra (in)civil española cuando otros autores, para el mismo fin, requieren centenares (si no millares) de ellas. La consigna de Borges: no emplear demasiadas palabras para enunciar ideas que pueden ser expresadas valiéndose de muy pocas. Se llama: <<Minimalismo>>. Son obras, estas, que jamás aburren. Y otro apunte: el lector de ellas guarda, siempre, en su memoria el mensaje principal (de otro modo desvirtuado por la acumulación de elementos que lo distorsionan). La intención del autor llega a buen puerto: el de la comprensión lectora (tan en boga hoy). Todo en estas obras es claro. Y todo en estas obras es contundente. Lo barroco, abstracto y oscuro (en ocasiones superficial), no sería más que un engañabobos… Y qué decir de uno de los inicios de novela más conocidos (y reconocidos) en todo el mundo: <<El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem>>. ¿Cabe más en una sola frase? Literatura, sí, de alto vuelo. A qué marear la perdiz con retruécanos, alegorías, paradojas…

     Cierto es que lo breve puede acabar resultando complejo por un afán de búsqueda de profundidad, a veces, mal resuelto. Lo dicho: cierto. Nunca será lo mismo el caso de un novelón de mil páginas de las que seguramente sobren quinientas. La única macro novela, que yo haya leído, sin una sola página (sin una sola línea) sobrante es <<La montaña mágica>>. Pero se da la circunstancia de que no todos los novelistas son Thomas Mann…

     No. Háganme caso. No se dejen seducir por las modas. La literatura clara y el chocolate espeso.             

miércoles, 17 de mayo de 2023

416/ "Los hermanos Machado"

Hoy ha acudido a mi memoria la vez en que fui al teatro a ver <<Los hermanos Machado>> (Alfonso Plou. <<Teatro del Temple>>). Varios meses hace de eso. Recuerdo a los actores protagonistas y a la actriz secundaria. Ellos: Carlos Martín (Antonio Machado) y Félix Martín (Manuel Machado). Ella: Alba Gallego (siete interpretaciones. Una: Lali. Dos: Lola Membrives. Tres: Leonor. Cuatro: Guiomar. Cinco: una prostituta innominada. Seis: Ana. Y siete: Paca. Esta última era la sirvienta que se pasaba a diario por el piso de los Machado en Madrid para evitar que quedara en estado de abandono durante aquellos tiempos de guerra). 

     Deseo resaltar el trabajo actoral de Alba Gallego. Siete roles en una obra. Todos ellos <<fabricados>> a la perfección. Alba Gallego se me antoja actriz sin igual. Carlos y Félix Martín hicieron un trabajo fantástico. El caso de Alba Gallego sobrepasa cuanto, hasta ahora, he presenciado sobre unas tablas.

     Al ser preguntada sobre cómo había hecho para no extraviar personalidades, o para no mezclarlas, la actriz respondió: <<Algunas personas se mueven por el plano racional, por el emocional o por el instintivo; y es buscar cómo se mueve [cada] personaje>>. Alba Gallego, en efecto, conocería el <<Eneagrama de la Personalidad>> de Claudio Naranjo: 27 personalidades diferentes. Algunas de ellas comparten esencia. Ninguna es igual a otra. Las 27 repartidas en tres ámbitos: visceral, emocional y mental. Una actriz diferente. 

     Al inicio de este post he dicho: <<actriz secundaria>>. Diré ahora: <<actriz esencial>>. La labor de Alba Gallego en esta obra sobrevuela la de Carlos y Félix Martín (ninguno, por cierto, hermano del otro).

     Hoy ha acudido a mi memoria <<Los hermanos Machado>> por yo no sé qué asociación de ideas. Recuerdo los rostros de los dos actores y también el de la actriz. El de Carlos, desemejante al original. El de Félix, ídem. El de Alba… 

     Salí del teatro compadeciéndome de Manuel Machado y reafirmándome en mi empatía por Antonio. Sentí inmensa pena por la madre de ambos creadores: Ana. Emocionalidad esta, sí, en estado puro. La literatura en movimiento, per se, la acapara.

jueves, 11 de mayo de 2023

415/ Alto y claro

Kevin Perromat (Universidad de Picardie-Jules Verne) menciona ocho rasgos de la <<mala literatura>> en un texto que lleva por título: <<Oportunidades y peligros de la “mala literatura”. Aporías estéticas de Julio Cortázar>>. Son los que siguen:

     -barroquismos, manierismos, excesos verbales, cursilería,

     -convencionalidad de la expresión literaria,

     -solemnidad/ seriedad/ falta de humor/ pretenciosidad,

     -importación de modelos foráneos (europeos y anglosajones),

     -autocensura,

     -facilismo,

     -profesionalidad, dependencia del mercado y de las formas comerciales,

     -incomunicabilidad.

     Quiero centrar mi atención en el sexto rasgo: <<facilismo>>. Voy a hacerlo sin dilación. Harto de ello me hallo. El <<facilismo>> es al arte y la literatura lo que el cáncer al cuerpo humano y animal: acaba desgastándolo antes de tiempo y matándolo en el caso más drástico. Digamos alto y claro las cosas cómo son. Ya está bien de recortar calidades en pos de yo no sé qué cantidades ni qué billetes verdes y metales circulares. Se ve, a la perfección, en la música. Jamás la ha habido peor que la que hoy escuchamos. Refiero los estilos reguetón, pop, ignoro si rock… Ritmos, todos ellos, pegadizos con base en una percusión contundente y letras horrorosamente malas. Muy malas. Incluso demasiado malas. Que nadie confunda el reguetón con la música electrónica, emparentada con la clásica, palabras mayores ya. Yo siempre opondré Mozart (o Beethoven o Bach o Vivaldi) a Quevedo (el cantante, no el poeta, ¡por Buda!), Juan Magán, Maluma, Rosalía… ¡Bah! Con su pan se lo coman quienes les escuchan rindiéndoles pleitesía… Pobres: aún no han descubierto el verdadero y supremo arte musical. 

     Lo mismo acontece con el hecho literario. El <<facilismo>> desvirtúa toda noble intención en este terreno (el de la literatura). El lector no es tonto. O eso quiero yo pensar. El lector no pasaría, pues, por cualquier trágala. Lo peor de todo: el <<facilismo>> entronca directamente con la falta de profundidad en el tratamiento de los temas. Pero no sólo. También con la búsqueda del éxito comercial (rasgo séptimo de Perromat), neologismo barato de la expresión <<éxito de ventas>>, entronca. Cuanto más fácil mayor venta por aquello de que el lector, cada vez más, está menos instruido y lo único que persigue como alma que llevase el Diablo es entretenerse. Punto. Otro cáncer, ese, del arte y la literatura: el entretenimiento. Como diría Alejandro Jodorowsky: <<Para qué seguir>>…

     Lo último: nadie confunda tampoco (so pena de parecer y hasta ser tonto) <<facilismo>> con <<sencillez>>. Entérense los correveidiles del negocio editorial y musical: ambas cosas son distintas. Repito: distintas. ¡Hombre ya!

     Ejemplo de facilísimo literario: <<Ahora, en casa, procuro evitarle y mi madre me avisa cuando va a llegar. A veces, desde lo alto de la calle Toledo miro el horizonte y la lejanía, ¿qué habrá siguiendo ese camino? He decidido marcharme antes que seguir así>> (Asís Lazcano: <<La sombra del anarquista>>. Ediciones Martínez Roca. Madrid, 2006. Pág., 46).

     Otro ejemplo de facilísimo literario: <<Me puse colorado como un tomate, y menos mal que Lila no agregó nada. Yo creo que casi nunca me pongo colorado, aunque yo creo que esta vez me puse un poco colorado. Yo creo que colorado, lo que se dice colorado colorado, yo creo que no. Pero menos mal que Lila no agregó nada>> (Antonio Álamo: <<Una buena idea>>. Planeta. Barcelona, 1998. Pág., 51).

     Ejemplo de sencillez literaria: <<Con esas reflexiones, y otras varias, había terminado un primer borrador de la nota cuando el sol de agosto estalló entre los almendros del parque y el buque fluvial del correo, retrasado una semana por la sequía, entró bramando en el canal del puerto. Pensé: Ahí llegan mis noventa años>> (Gabriel García Márquez: <<Memoria de mis putas tristes>>. Mondadori. Barcelona, 2004. Pág., 15).

     El segundo ejemplo de facilísimo estaría justificado: el narrador es un niño. El primero, en cambio, no: la novela en que se encastillan esas líneas fue Finalista del <<Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio (2006)>>. Sobran comentarios. 

martes, 9 de mayo de 2023

414/ Manipulación de bando (o mejor: de banda)

Los Diarios de Zenobia siguen zamarreándome por las noticias de que dan sobrada cuenta. Incluso diría más: minuciosa cuenta. Juan Ramón Jiménez Bayo, hijo de Eustaquio Jiménez Mantecón (hermano de Juan Ramón Jiménez), fue muerto en la guerra incivil española del 36. Concretamente en el frente de Teruel. Más concretamente: en los campos de Alfambra (el 15 de febrero de 1938). Tenía veintidós años. Jiménez Bayo gozó de gran popularidad en Moguer porque colaboró <<en actividades meritorias>> en el pueblo. Por ejemplo: fue redactor del semanario independiente <<Apolo>>. Una calle de Moguer lleva su nombre... 

     El muchacho, al parecer, escribía cartas en el frente. En una de ellas puede leerse: <<Patriotismo, religiosidad, valor sereno, ansias de una España mejor, fe plena en sus ideales sanos…>>. Así era el pensamiento del joven Alférez (rango militar que ostentaba Jiménez Bayo por entonces).

     Pues bien: los nacionales publicaron un recorte en el que aseguraban que el poeta Juan Ramón Jiménez <<(…) Hizo (…) una declaración a los periodistas diciendo que las partes que luchan en España deben ser llamadas leales y desleales, claro que él reserva el calificativo de desleales para nosotros. Lo que quisiéramos que nos dijera es cuánto le han pagado por sus declaraciones>> (<<J.R.J. Guerra en España (1936-1956)>>. Seix Barral. Barcelona, 1985. Págs., 196-97).

     Zenobia escribe en sus Diarios refiriéndose a esta sincronía y cuando Jiménez Bayo permanecía todavía con vida, aunque herido, lo siguiente:


     <<23 de marzo [de 1938]. Miércoles


     Vinieron dos cartas en el correo: una de Guerrero y la otra de Eustaquio. Como el primero parece estar por ahora ene el lugar más peligroso, leímos su carta primero y todo está bien, tan bien como se puede estar en medio del terror. Después la carta de Eustaquio y en un momento nos hundimos en un mar de tristeza. Juanito está herido. La carta tenía fecha de “febrero” y acababan de recibir la noticia. Eustaquio no sabía los detalles. En un recorte adjunto calumnian a J.R. falsa y vilmente ahora que les ha llegado la noticia de que simpatiza con el gobierno. Lo siniestro y horrible para nosotros es que estas dos cosas han pasado juntas>>.


     Más adelante Zenobia deja sentada la idea de que JR vislumbraba la sospecha de que entre ambos sucesos había una relación de causalidad. Imaginar la desolación que el poeta y la autora de estos diarios debieron experimentar en esos días y por este hecho particular se me antoja una ardua labor… por inconcebible.

     Como inconcebible juzgo el hecho de que un hombre tan honesto como JRJ acepte dinero por hacer unas declaraciones a favor de un bando en una guerra. Inconcebible, no. Sencillamente demencial. Así las gastaban algunos. Ay.

miércoles, 3 de mayo de 2023

413/ Allí, no. Aquí

¿Olvidarlo todo? ¿Recordarlo todo? ¿Ni lo uno ni lo otro?: ¿Olvido/recuerdo selectivo? Yo no sé. Uno lee desgracias <<ajenas>> y considera que pudieron ser desgracias <<propias>>. El azar, sólo, se interpuso entre la materialización de una y otra categoría: lo propio y lo ajeno. Uno lee según qué tipo de cosas y no puede evitar un fogonazo de certitud: <<Hoy ha sido ese. Mañana puedo ser yo>>. Uno lo piensa sin verdadero miedo. No hay lugar a miedo verdadero. Pero uno lo piensa, ¡claro!, instalado en la zozobra. Ahí Ucrania. No es lo mismo. Pero sí es lo mismo. Todo depende del cristal con que se refleje. Uno observa los muertos en las calles (uno está ya insensibilizado a base de heridas abiertas televisivamente) que muestran los Medios de Comunicación de Masas y piensa: no quiero <<recordar>> lo que pasó aquí. Pero uno no tiene más remedio que <<recordar>> lo que pasó aquí. Porque no hacerlo equivaldría (cosas del fuero interno…) a abrazar la inmoralidad loca. Y eso no. Y eso nunca. Y eso tal vez una, dos, tres veces. Pero eso nunca. Uno ve (a través de pantallas de azogue) el padecimiento humano y piensa: ese (o esa) y yo compartimos absolutamente todo: una base biológica, un genoma, una identidad. No puede ser. ¿El mundo habrá enloquecido? Y, en esas, uno apaga la caja tonta. La caja (más cajón) amargada. La caja (más ataúd con la tapa abierta) pesimista. Entonces uno lee. ¿Qué? Alegrías, esperanzas, oportunidades. Fe incluso. Y, de golpe y porrazo, uno se golpea la crisma con un texto de Zenobia Camprubí (<<Diario 1. Cuba, 1937-1939>>. Edición de Graciela Palau de Nemes. Pág., 150) que dice así:


     <<20 de enero. Jueves 

     

     Nuestro primer despertar esta mañana fue de horror con las noticias en la prensa de que bombardearon la zona residencial de Barcelona y mataron a cientos de personas. J.R. dice que las tragedias griegas no son nada comparadas con la magnitud de las tragedias de actualidad: España-China. Millares afectados trágicamente en unos segundos. Eusebia Cosme le envió a J.R. dos boletos para su función de ayer, así que fue con Leonor Lavedan. Me encontré con todos los escritores y críticos en la puerta y Marquina se apareció de repente y tuvo el valor de decirme que había llamado hace tres días y que como yo estaba fuera no quiso molestar a J.R. A mi regreso me encontré a J.R. demacrado y me contó del bárbaro bombardeo a la zona residencial de Barcelona con 2.000 muertos y heridos, la mayoría mujeres y niños, y el mundo como si tal cosa>>.

     

     Y uno, ahí, entiende el valor de la rebeldía.    

lunes, 1 de mayo de 2023

412/ Una reminiscencia irritante

Sabido es que muchos escritores imitan a otros escritores al comienzo de su carrera literaria. O al final de la misma. O durante su curso completo. Diría yo mejor: tratan de imitar. Pero diría yo también: hay quien escribe de forma tan similar al imitado que al lector le cuesta la vida diferenciar la copia del original. En literatura lo que no es tradición acaba siendo plagio. Yendo al fondo de la cuestión nos percatamos de que, por lo general, la similitud no es tanta como se previó en un principio. ¡Sólo faltaba! Dicho todo lo anterior: llevo dos semanas sin salir de mi asombro precisamente por esto de los parecidos estilístico-literarios. No mencionaré el nombre del autor causante de mi desvelo. Quiero (deseo) salvaguardar su intimidad. Sí, el modelo en que este parece inspirarse: Francisco Umbral. Gran pista para el lector curioso. Diré, por otra parte, que el cazador del <<umbralismo>> es periodista. Y diré algo más: pertenece a la micro-generación Xennials. Es, por lo demás, español. No diré dónde exactamente fue arrojado a la luz. Escribe artículos de opinión y no sé si novelas y cuentos (y no sé si poemas. Tengo entendido que sí) porque no he leído ni uno solo de sus libros. Lo que se me figura <<umbraliano>> son sus artículos. Inconfundibles todos ellos. Esto si con <<inconfundibles>> nos atenemos a lo que convertía en <<inconfundibles>> los pergeñados por Francisquillo Umbralillo. Él mismo, el <<imitador>>, ha confesado públicamente que uno de sus maestros es Umbral. Y cómo acuden a mi memoria sensitiva aquellos minutos de placentera lectura cuando Francisquillo publicaba en ABC sus columnas heterogéneas. Y cómo (subrayo ahora) me enojé con el correr del tiempo y de la vida por la oscuridad gratuita de una prosa en ocasiones vanguardista y (nadie se ofenda) hasta fea. ¡Acabó sacándome de quicio Francisquillo Umbralillo de los mil demonios! Yo no sé qué cambio operó en mí pero todo acaeció paulatinamente y no sin un suspiro de alivio por mi parte: ya empezaba a resultarme cargante tanto la prosa como la ética teatral de Francisquillo Umbralillo. Dejé sobrada constancia de ello aquí. A lo que iba: este escritor y periodista Xennials recuerda a Umbral pero sin el agravante de Umbral. Parece que lo que escribe (refiero sus artículos) llegan a ser medianamente inteligibles. Parece. Y un mínimo reflejo de moral convencional aflora en ellos. O eso creo. Es, incluso, más normativo (¡ojo al adjetivo!) que Umbral. Esto sin dubitación alguna. Yo me congratulo de ello. He leído cinco artículos de este autor y alguno más caerá en el fondo de mi conciencia. No puedo asegurar que no me hastíe. De un tiempo a esta parte todo lo reminiscente acaba irritándome.