miércoles, 22 de septiembre de 2021

360/ ¡Ueeeh!

Quiero confesar que he estado a punto de cometer una injusticia con un escritor al que había colocado en el punto de mira de mi crítica mala: Lorenzo Silva. Había leído algún artículo suyo que yo había juzgado simplón y sin demasiado gracejo literario. Con eso ya me sentía empoderado para convertirlo en blanco de mi diatriba no de amor sino de intolerancia y, ya que estamos, no contra un hombre sentado sino de pie. Abro paréntesis. Por su éxito editorial. Cierro paréntesis. No sé por qué acabo imaginándome al escritor de éxito de pie. Será porque yo ando todo el rato sentado… Pues bien: he de anunciar públicamente mi error (casi) de bulto. No solo he descubierto a un autor capaz, también a un libro digno, sin menoscabo de la parte mala que todo libro digno arrastra tras de sí: soporífero aburrimiento. Aunque más que el libro en sí sospecho que el causante de semejante sensación, nada inaudita últimamente, es el género al que el libro todavía no explicitado aquí está adscrito: el policíaco. Y es: Lejos del corazón (Booket). Novela policíaca. Novela extraordinariamente escrita. Sí, sí, pero novela coñazo a fin de cuentas. Mejor diré: coñazo, con “cañamazo”. Ignoro si como todas las de su especie.

     A lo que iba: su prosa no emociona, y con ello no me estoy refiriendo a algo impropio del género policíaco, ni que ver. Con ello me estoy refiriendo al estilo narrativo y al otro: el redactor. No emociona. Correctos ambos, sí. Ninguno emociona. Así que acabaré de leerla y pasaré a otra cosa con la cabeza, el corazón y el espíritu insatisfechos pero colmados de palabras y palabras, las cuales conforman una perfecta novela policíaca. Nada más que eso.

     Addenda: finiquitada mi lectura de la susodicha novela coñazo, con cañamazo, y días después de escribir el párrafo que a esta addenda precede no he conseguido aislar el modus operandi de los investigadores para poder dar por fin con el culpable del horrendo crimen. ¿Seré el responsable único de este disparate (no enterarme de nada)?

     Ay. Desagradable convicción.

     ¡Bravo, Lorenzo, mereces una ola!