lunes, 25 de septiembre de 2023

431/ Una matrioska sintáctica

Jorge Edwards era, hasta hace una miaja relativamente, un desconocido para mí. Sigue siéndolo en parte. Quiere decirse: nunca he tenido el placer (o displacer) de tratarlo en persona. Sí lo he tratado (dos veces) en libro. Primera vez: <<El museo de cera>> (año de lectura: 2018). Segunda vez: <<El origen del mundo>> (año de lectura: 2023). Por cierto: señas de este último volumen: Tusquets Editores, S. A. 1997. Ignoro el motivo de mi férreo desconocimiento acerca de la persona y la obra de este plumífero (de Jorge Edwards y de sus novelas básicamente) en un mundo tan globalizado como el actual en que unos más que otros pervivimos. Qué ha podido fallar lo ignoro. Nadie me ha metido jamás por los ojos los libros de Edwards. ¡Nadie! Ni publicista, ni editor, ni periodista. Ni siquiera el propio Edwards se ha consagrado jamás a la tarea de meterme por los ojos su obra literaria. Pero, ¡bien empieza lo que bien acaba! Yo solito he dado con ella (con la obra de Edwards). ¿Cómo? Una tía mía me regaló hace unos años un par de cajas repletas de libros. Entre esos libros abandonados por mi tía, recibidos en buena lid por un servidor de nadie que es ávido lector, se hallaba uno cuyo título reza: <<El museo de cera>> (Bibliotex, S. L., 2001). Novela, esta, que me aburrió someramente cuando la leí aún comprobando su buena factura. Edwards era un gran novelista. Vale. Pero entonces llega el turno de <<El origen del mundo>> y cuál no será mi sorpresa cuando compruebo que no sólo no me aburre sino que, además, me induce a seguir leyendo cuando cada jornada doy por concluida mi sesión de lectura. Un puro hallazgo literario. Eso creo. Y todo a pesar de la dificultad que entraña la lectura de esta (digámoslo así) orfebrería rusa sintáctica. Un texto plagado de subordinadas y complementos que demanda una atención plena al lector para no errar este en la interpretación de su sentido último. Botón de muestra: <<LE HABÍA DICHO al mediodía, es decir, hacía muy poco rato, después de levantarse, de entrar en su cocina y DE PREPARARLE, con lo poco que había, abriéndose paso a tientas en medio del desorden, del más inaudito despelote, sin preguntar dónde se hallaban la cafetera, las tazas, el azucarero, etcétera (detalle que le había parecido de una notable y, por eso mismo, alarmante sutileza, de persona que lo conociera de toda la vida y que supiera, ¡con sabiduría de geisha!, dar satisfacción a sus más mínimos caprichos), UN RICO DESAYUNO, con tostadas perfectas, pasadas por un resto de mantequilla y realzadas con un punto de mermelada de mandarina que se le había olvidado que existía en su alacena, LE HABÍA DICHO, pues, al final de aquella habilidosa y meticulosa preparación, lo siguiente: (…)>> (op.cit. Pág., 47). Ahí arriba puede verse lo que sostengo aquí abajo. El despropósito que supone el hecho de que para saber el lector lo que alguien <<le había dicho>> a alguien tendrá que leer dieciséis renglones; y para saber qué le ha preparado alguien a alguien, nueve. El pasaje con lo preparado (el <<rico desayuno>>) está dentro del pasaje en donde se revela lo <<dicho>>. Es la técnica de la <<Matrioska>>. Difícil técnica, más bien, tanto para el autor que la emplea como para el lector que la desentraña. Pregunto: ¿Qué necesidad hay de semejante dislate? Una razón bien fundada existe para desplegar esta técnica narrativa: el deseo del autor de reflejar un tipo de pensamiento menos cotidiano (multiforme) que neurótico. Pero el deseo del autor y el del lector no siempre convergen. Concluyo ya. Que cada quisque escriba como le dé la gana y lea lo que buenamente quiera o pueda. Yo, aquí, sólo doy fe de lo leído. Yo aquí sólo doy fe de la dificultad inútil y, por qué no, hasta hermosa de lo leído. Sólo eso.

     Jorge: mi gratitud. 

viernes, 15 de septiembre de 2023

430/ "Oz" (o La Fuerza de Adentro)

A mi pequeña <<superluminova>>.

A Ana, a quien quizá la luz <<parental>> del cielo se lo dijo...



Giulia, te contaré algo, una historia que bien conoces. Pero tal vez no la conozcas bien. Escucha. ¿Te dicen algo estas tres palabras: <<Winkies>>, <<Munchkins>>, <<Quadlings>>? ¿No? ¿Y estas otras: <<Ciudad Esmeralda>>, <<Oz>>, <<Kansas>>? ¿Estas sí? Y si te hablo de un <<Espantapájaros>>, un <<Leñador de Hojalata>>, un <<León>> y una niña llamada <<Dorothy>>… ¿Qué se te viene, entonces, a la cabeza? ¡Exacto!: <<El mago de Oz>> cuyo título original es: <<The Wonderful Wizard of Oz>>. ¿Adónde quiero yo, Giulia, ir a parar con todo esto? Muy fácil: a animarte a <<leer>> este magnífico cuento (L. Frank Baum: <<El mago de Oz>>. Diario EL PAÍS, S.L. Madrid, 2004). No sólo iguala el mismo en calidad a la película del año 1939 protagonizada por Judy Garland: de lejos, la supera.

     Giulia: déjame que te diga dos cosas… 

     Una: que el poder es un arma amenazadora, pero en manos bondadosas, puede convertirse en una magnífica oportunidad de mejorar la vida de los demás. 

     Y dos: que la compañía (¡y te lo dice un solitario!) es, en líneas generales, mejor que la soledad. Una excepción hay: cuando la compañía que eliges es perjudicial para ti. Esto último es muy importante saberlo.  

     Ahora, profundizaré un poco en ello…

     Primera cosa (el efecto del poder en según qué manos recaiga éste). Mira: el Espantapájaros sin seso, el Leñador de Hojalata sin corazón y el León sin valentía, en ocasiones poseen una buena cuota de poder. ¿Y cómo lo usan? Con bondad y generosidad (sin egoísmo ni deseos de hacer daño a nadie). ¿Resultado? Que ayudando a los demás velan por sus propios intereses. En sentido contrario también es válida la idea: mirando por sus intereses acaban, todos ellos, ayudando a los demás. Esto a un adulto le suena a horroroso <<buenismo>> (todavía es pronto para que tú sepas qué es eso del <<buenismo>> horroroso). A una niña de tu edad podría servirle de estímulo y guía para llegar (como Dorothy) a la Tierra de Oz: un lugar maravilloso en que de una farsa (de un engaño) se derivan tres oportunidades valiosísimas: la capacidad de pensar, la de sentir, la de ser valiente. El mago no es tan honesto como había hecho creer a los <<Munchkins>> (los <<Munchkins>>: el primer pueblo con que se topan en su viaje nuestros cuatro amigos. Más tarde llegarían al de los <<Winkies>> y, todavía más tarde, al de los <<Quadlings>>). El mago es un hombrecillo de carne y hueso que, aunque mago, no es nada honrado (nada honesto). Tampoco tiene superpoderes como había hecho creer a todo el mundo. 

     Más: el Espantapájaros (sin llegar a tener nunca un cerebro) al final cree que lo tiene y actúa en consecuencia: inteligentemente. El Leñador de Hojalata no tendrá jamás un corazón pero, como al final cree que lo tiene, acaba comportándose como lo haría alguien con un corazón <<bueno>>. El León cobarde ha ingerido un bebedizo mágico que no es otra cosa que valentía en estado líquido, y le ocurre lo mismo: cree que ese bebedizo que injirió es realmente valentía y a partir de entonces actúa como lo haría un león valiente: de manera arrojada y generosa. ¿Moraleja? Fácil: <<Cree en ti y conseguirás todo lo que te propongas>>. Ah, un consejo, Giulia: no dejes que ningún adulto corrija esta frase nunca. La voy a repetir para que la leas (o te la lea tu madre) dos veces: <<Cree en ti y conseguirás todo lo que te propongas>>. Cuando seas mayor tú misma corregirás la frase y se te ocurrirá algo que decir al respecto… Por lo pronto seguirás mucho tiempo aún viviendo en el tiempo más maravilloso de la existencia humana (salvo en algunos casos que no voy a mencionar para que no te pongas triste): la niñez. 

     Segunda cosa (caminar por la vida acompañada en vez de hacerlo sola; con la única excepción que he apuntado antes): el Espantapájaros, el Leñador de Hojalata y el León (también Dorothy) nunca habrían conseguido superar los obstáculos que encontraron en su camino de baldosas naranjas y otros caminos y áreas selváticas por que discurrieron sus pasos si hubiesen caminado solos. Las virtudes de unos sirven para suplir las carencias de otros. Te pondré un ejemplo. El Espantapájaros está hecho de paja. Nada ni nadie puede hacerle daño porque la paja amortigua todo tipo de golpes y de caídas (su único temor es que alguien con mala baba le arrime una cerilla encendida: el fuego, en ese caso, acabaría con él en un santiamén). Pues bien: un día, Dorothy, el Leñador de Hojalata y el León tuvieron que saltar desde una altura considerable hasta el suelo. ¿Y sabes qué pasó? Que, en esas, el Espantapájaros se tumbó en el mismo suelo y ninguno de sus amigos se hizo daño en su caída libre… La virtud del Espantapájaros (estar hecho de paja) sirvió para suplir la carencia principal de los otros tres en este sucedido (estar hechos de carne y hueso y de latón). ¿Y qué habría pasado si los cuatro hubiesen ido solos? No quiero imaginarlo…

     Sin embargo, Giulia, hay algo un poso inquietante en toda esta historia que no sé si contarte o silenciarte. Te lo contaré (con el permiso de tu madre). Y es: que en varias ocasiones nuestros amigos recurren a la violencia para salir vencedores de una dificultad.

     Pondré dos ejemplos ilustrativos de esto que te digo. 

     Uno: (op.cit. pág., 91): <<El Leñador de Hojalata le dio un hachazo y le cortó la cabeza, matándolo en el acto. Tan pronto como pudo alzar el brazo llegó otro lobo, y también cayó bajo el cortante filo del arma del Leñador de Hojalata. Cuarenta lobos había, y cuarenta veces murió un lobo, de modo que al final yacían todos en un montón delante del Leñador>>.     

     Y dos (op. cit. pág., 91): <<(…) el Espantapájaros (…) lo agarró por la cabeza y le retorció el pescuezo hasta matarlo, y entonces otro cuervo voló hacia él, y el Espantapájaros le retorció asimismo el pescuezo. Cuarenta cuervos había, y cuarenta veces el Espantapájaros retorció los pescuezos, hasta que al final yacían todos muertos junto a él. Entonces llamó a sus compañeros para que se levantaran, y otra vez reanudaron su viaje>>.

     Tendremos que investigar acerca del número 40…     

     Ahora, Giulia, te pregunto: ¿Qué hacemos con la violencia? Yo (seguro que tú también) estoy en contra de todo tipo de violencia. En defensa de nuestros amigos debo apuntar que ellos sólo la utilizan cuando creen que sus vidas corren verdadero peligro. Hay algo que se llama <<defensa propia>> que es muy recomendable emplear llegado el caso (los adultos lo hacen. Los niños también deberíais hacerlo pero, como sois niños, mucho me temo que algunos de vosotros no habéis aprendido todavía a asimilarla y utilizarla correctamente). ¿Moraleja? Fácil también: <<Nunca dejes, Giulia, que nadie te falte al respeto>>. Que nadie ose, jamás, <<acosarte>>. Y si alguien lo hace…: defiéndete con uñas y dientes y pide ayuda a tus padres y a tus profesores (también a tus amigos). Ea, ya está, los asuntos delicados hay que enfrentarlos cuanto antes y éste ha quedado debidamente enfrentado aquí. ¿Sabes? Este asunto me preocupa mucho… 

     Ahora, Giulia, quédate tranquila: Dorothy (como sucede en la película) consigue regresar a casa con su tía Em y su tío Henry. ¿Y sabes qué? Que los mayores (y algunos niños y niñas) añoramos la tierra que nos vio nacer o crecer o desarrollarnos como niñas y niños, mujeres y hombres, o lo que seamos. También podemos llegar a añorar la tierra de nuestros padres. La de nuestros abuelos. La de nuestros bisabuelos. La de nuestros tatarabuelos. La de… Todo, para saber de dónde venimos. Y quiénes somos. Este tema está muy presente en <<El mago de Oz>>. 

     Mira, Giulia, lo que escribe L. Frank Baum en la pág. 30 de la edición que yo manejo…

     <<El Espantapájaros escuchó atentamente, y dijo:

     -No puedo entender cómo puedes estar deseando dejar este hermoso país y regresar a ese lugar árido y gris que llaman Kansas.

     -Eso te pasa porque no tienes seso -contestó la niña-. Por muy grises y tétricos que sean nuestros hogares, nosotros, la gente de carne y hueso, viviríamos allí antes que en ningún otro país, por hermoso que fuese. No hay nada como estar en casa>>.

     Pues eso: nada como estar en casa. Lo que sucede es que, a veces, nuestro hogar está lejos de nuestra casa… ¡No es tu caso!

     Para finalizar este post lingüísticamente desacostumbrado (he rebajado todo lo que me ha sido posible el lenguaje para que tú lo entiendas) te diré tres últimas cosas:

     Una. Que el Espantapájaros acabó siendo Gobernador de la <<Ciudad Esmeralda>>.

     Dos. Que el Leñador de Hojalata acabó siendo Gobernador del país de los <<Winkies>>.

     Y tres. Que el León, por su parte, acabó convertido en Rey de la Selva.

     Recuerda ahora, Giulia, lo que te dije sobre el poder…

     Nada más, pequeña <<superluminova>>, activa y siempre libre. 

     Achuchones, pequeñita genial, y besos para tus padres.


Aires de infancia…

Septiembre, 2023.  

                            


viernes, 8 de septiembre de 2023

429/ Problemática imaginación

Confesaré algo: no soy asiduo lector de ciencia ficción. Ello no impide que, de vez en vez, picotee de lo que sin rebozo podría denominarse <<excesos de la imaginación verosímiles>>. Habrá quien tenga por herejía considerar que la imaginación pueda excederse en algo. Y no le faltará razón. Pero también habrá quien considere que cuando la imaginación va demasiado lejos se activa un mecanismo de defensa en el imaginativo que lo exime del miedo. No podría ser, por cierto, de otra manera. Hablaríamos, aquí, de un miedo atroz a lo inmoral. Más concretamente: al deleite (del tipo que sea) que pueda derivarse de la inmoralidad pura y no menos dura. Por ejemplo: regodearse en la sangre de un cerebro animal o humano abierto de par en par. Otro ejemplo: amistarse con un ser mitad hombre mitad animal que habla y, además, exhibe una actitud entre amistosa y repulsiva. Otro: considerar la locura un tipo de cordura (Foucault, creo, coqueteó con esta horrible y esperanzadora idea). La ciencia ficción (o la <<ficción científica>>) en ocasiones lleva al lector a traspasar sus propios limites éticos. El quid de la cuestión es que a la imaginación, como al campo, no se le pueden encajar puertas. Por suerte. 

     Bioy Casares no se las encajó. Escribió una obra maestra de la ciencia ficción (<<Plan de evasión>>. Penguin Random House. Barcelona, 2023) aprovechando para poner al lector en un quisquilloso aprieto. A saber: decidir si modificar la percepción de la realidad en un sujeto a priori sano y con el no menos sano objetivo de mejorar su deficiente vida es moral o inmoral. El sujeto imaginado por Bioy se halla preso en una isla. Un científico trastornado (responde este al nombre de Castel) es quien, con ayuda de otro personaje siniestro (De Brinon), se encargará de ejecutar semejante dislate. Y justo ahí es donde me quedo anclado yo: en el conflicto moral. El libro presenta y desarrolla mínimamente (es novela corta) diversidad de temas. Todos interesantes. Todos puntiagudos. Todos, susceptibles de ser matizados. La ética que engloba el conflicto habido entre lo inaceptable socialmente y la buena disposición en mejorar las cosas de ciertos individuos difícilmente sea ignorada por el lector medio.

     Instrumentos para cambiar la percepción de las cosas hay varios. Música. Literatura. Cine. Meditación. El trabajo (sí, el trabajo)… Pero cuántos de estos subvierten el orden natural del mundo. Corregir no es subvertir. Me quedo pensando en ello y hallo una respuesta un punto verosímil: los maquiavélicos. Es decir: aquellos que quedan justificados por los fines. 

     La experimentación con animales en laboratorios avanzados estaría justificada por la ventaja que supone para la sociedad, por ejemplo, la curación del cáncer. El Budismo preconiza la no violencia contra cualquier ser vivo. Qué hacemos entonces. Cierto grado de maquiavelismo resultaría beneficioso… Si el bien que se desea preservar (siguiendo con el ejemplo anterior: la vida humana) se posiciona por encima de ese otro bien (siguiendo con el ejemplo anterior: la vida animal) no habrá quien reproche con absoluto convencimiento semejante praxis. Pero, qué ocurriría sin adquiriésemos el punto de vista del ratón de laboratorio (caso de que este animalejo disponga de punto de vista). Es un poco lo que plantea Bioy en <<Plan de evasión>>. 

     Bien y mal, libertad y esclavitud, no serían términos opuestos absolutos sino relativos. Pregunto: ¿Somos tan libres como creemos que somos? ¿De verdad nada ni nadie nos manipula? ¿Cuál es la línea divisoria que separa lo moralmente aceptable de lo inmoral? ¿Es que el <<amor>> no nos vuelve a todos locos de remate? Más bien, tontos de capirote…

     Escribió William Blake (cita rescatada de la novela de Bioy. Pág., 156): <<¿Cómo sabes que el pájaro que cruza el aire no es un inmenso mundo de voluptuosidad, vedado a tus cinco sentidos?>>.

     Y, entretanto, Bioy…: <<Admitimos el mundo como lo revelan nuestros sentidos. (…) Si miramos a través del microscopio la realidad varía: desaparece el mundo conocido y este fragmento de materia, que para nuestro ojo es uno y está quieto, es plural, se mueve. No puede afirmarse que sea más verdadera una imagen que la otra (…) Si cambiaran los sentidos cambiaria la imagen. Podemos describir el mundo como un conjunto de símbolos capaces de expresar cualquier cosa; con solo alterar la graduación de nuestros sentidos, leeremos otra palabra en ese alfabeto natural>> (op.cit. Págs., 156-157).

     Todo inquietante. Todo, a su vez, verosímil. ¿Moral o inmoral? Decida cada quisque.