lunes, 30 de diciembre de 2019

312/ El camino del "adulante"

Lo digo a veces y repito ahora: alabo la literatura infantil. Esta supera a la otra en calidad. Acaso lo idóneo no sea situarse en la infancia. Tampoco en la adultez. Sí, en la adulancia: estado del alma de algunos artistas y escritores. No lo experimentan quienes sueñan dormidos. Juzgo impropio del niño no saber qué camino seguir. No así del adulto. Adulto: babieca preocupado eternamente y ajeno a la alegría (aunque él crea lo contrario. ¡Bah!). 
     A juzgar por este archiconocido pasaje... 
     
     “–¿Podría decirme, por favor, qué camino debo tomar?
     –Eso depende de a dónde quieras ir – respondió el gato.
     –Lo cierto es que no me importa demasiado a dónde… – dijo Alicia.
     –Entonces tampoco importa demasiado en qué dirección vayas– contestó el gato.
     –… siempre que llegue a alguna parte– añadió Alicia tratando de explicarse.
     –Oh, te aseguro que llegarás a alguna parte– dijo el gato– si caminas lo suficiente”.

     ...la Alicia de Carroll, me parece, no era tan niña.     
     Y el adulto de Rodari, por su parte, no lo era tanto si nos atenemos al siguiente cuento:

     "TAXI PARA LAS ESTRELLAS

     Una noche el taxista Compagnoni Peppino, de Milán, terminado su turno de servicio, iba conduciendo despacito para llevar el coche al garaje, abajo, por la zona de Porta Genova. No se sentía demasiado contento porque había hecho pocas carreras y tuvo más de un cliente caprichoso (…). Y en esto un señor le hace una señal.
     –¡Taxi, taxi!
     –Entre, señor– el Compagnoni Peppino frenó rápidamente–. Pero voy hacia abajo, hacia Porta Genova, ¿le viene bien?
     –Vaya donde quiera, pero deprisa". 

     Lo dicho: seamos "adulantes" (o tanto monta: soñadores vigilantes).  

martes, 19 de noviembre de 2019

311/ Joan Margarit

Infinitamente satisface mi anhelo que hayan concedido el Cervantes a Joan Margarit. Lo merecía. Por altura poética. Por honestidad poética. Por humanismo poético. Pocos especímenes reúnen la tríada mencionada (altura, honestidad, humanismo). Legión son quienes alardean de poetas (sin serlo). ¿Qué está pasando? Yo no sé. Pero yo sé algo: que, hoy, proliferan poetas y falta poesía. O tanto monta: abundan los textos poéticos que aspiran a ser poemas (sin lograrlo). Diré más: los “poetas” que no saben lo que dicen (Señor, ay, perdónales) rebosan el vaso de la tolerabilidad lectora. 
     Sí: el lector ostenta más paciencia que Job. 
     Joan no solo sabe lo que dice, por añadidura, lo dice bien y poesía es cuanto dice. 
     Un botón de muestra:

     ÚLTIMO PASEO     

     Ya no comía. Y se me caía el cabello.
     Estaba todo el día con los ojos cerrados.
     Pero salí al balcón de madrugada
     y alguien desde la acera, bajo un árbol,
     me habló con una voz como la de mi madre,
     que dormía en su cama junto a mí.
     De repente no estaba ya cansada
     y bajé sin muletas a la calle.
     Nunca había podido andar así.
     Sentí que me volvía la alegría:
     cayó la enfermedad como una piel
     sudorosa, dejada allí en la calle.
     Nunca pude sentirme tan ligera.
     Miré hacia atrás, a mi balcón,
     la baranda como una partitura.
     Dije adiós a mi padre y a mi madre.

     La vida me eligió para su amor.
     También la muerte.

     Creo que la honestidad debería erigirse en rasgo principal de la poesía. Ciertamente yo no se la exijo al poeta. ¡Mal hecho! Tampoco el humanismo. ¡Muy mal! Sí, la altura poética.
     Verbum Dei.

lunes, 28 de octubre de 2019

310/ "Yo, señora, soy de Quevedo"

Tengo a bien ponderar la maestría verbal de Quevedo. No deja esta de sorprenderme por más que mis ojos descifren, línea tras línea, cualquier texto del autor (quiero decir: quien mucho abarca… errores halle…). Baste este botón de muestra extraído del Buscón para verificarlo: “No lo había acabado de decir, cuando de un aposento salió un mulatazo mostrando las presas, con un sombrero enjerto en guardasol y un coleto de ante debajo de una rodilla suelta y llena de cintas, zambo de piernas, a lo águila imperial, la cara con un per signum crucis de inimicuis suis, la barba de ganchos, con unos bigotes de guardamano, y una daga con más rejas que un locutorio de monjas (…)”.
     Me agencio el subrayado. Definámoslo ahora:
     1. Mulatazo: rufián y, también, experimentado con la espada. 
     2. Presas: “colmillos”, aquí, usado en un sentido metafórico (`la espada´). 
     3. Coleto: prenda de vestir semejante a un chaleco. 
     4. Per signum crucis de inimicuis suis: expresión tomada de la fórmula para persignarse que significa `con una cicatriz que le habían causado sus enemigos´. Es un ejemplo de la jerga del hampa de la época.
     5. Guardamano: adorno (o guarnición) de la espada. Quevedo, aquí, lo emplea en un sentido hiperbólico.
     En resolución: una metáfora, una hipérbole, un giro de germanías en ocho renglones. Unos y otros se encabritan y arremeten con la cantinela de que El Buscón es forma y no fondo o forma con fondo difuso y, a veces, claro. Yo sostengo lo segundo. Léanlo y comprueben si me asiste o no razón.

lunes, 30 de septiembre de 2019

309/ ¡Ptrrr!

Estimado lector: ¿tú has sido educado para el examen o para la vida? Yo lo fui para el examen. Hoy, por contra, para la vida. Lo melodramático es que, también hoy, debo aprobar un examen “desorbitado”. ¡Poca broma con la Pedagogía! 
     Escribió Azorín en La voluntad:
     “Lo que sucede en Yecla es el caso de España y el de otras naciones que no son España; es ni más ni menos el problema de la educación nacional.
     Los dos extremos son Francia e Inglaterra. Francia, política, oficinesca, educando a sus jóvenes para el examen. Inglaterra, práctica, realista, educando a sus hijos para la vida. Francia, con su sistema pedagógico, ha creado legiones de burócratas pedagógicos o de mohínos fracasados; Inglaterra, en cambio, ha colonizado medio planeta y ha logrado que el sajón sea un tipo seguro de sí mismo, en consonancia perfecta con la realidad, inalterable ante lo inesperado, audaz, fuerte”.
   Yecla es, al par, topónimo real y espacio novelístico (¿ficticio?). Lo que allá sucede no es una excentricidad: sus convecinos acaban presa de la apatía. No tienen voluntad. O tienen muy poca. Juzgo significativísimo el fragmento arriba copiado. Me han metido en la vereda de la prueba escrita. Obligatoriamente sigo enfrentándome a tan impertinente (e inútil) instrumento de evaluación del (des)aprendizaje. Y he de hacerlo con voluntad de picapedrero. Tenemos uno de los peores sistemas educativos del mundo. Aquéllos de la coleta, barba, veleta y “vox” vacilona y retadora (ésta con bucles en el cogote) procuran convencernos de lo contrario... 
    Adoptando forma de “o” con el índice y el pulgar (anular, corazón y meñique estirados), soplo por el hueco y da esto: ¡Ptrrr! 

martes, 27 de agosto de 2019

308/ "Sic erat scriptum"

A mi "hermano" Makane

“–Todo es igual, todo es monótono, todo cambia en la apariencia y se repite en el fondo a través de las edades –dice el maestro–; la humanidad es un círculo, es una serie de catástrofes que se suceden idénticas, iguales. Esta civilización europea de que tan orgullosos nos mostramos desaparecerá como aquella civilización romana que simbolizan esas monedas que usted ahora examinaba, padre Lasalde… Ayer el hombre civilizado vivía en Grecia, en Roma; hoy vive en Francia, en Alemania; mañana vivirá en Asia, mientras Europa, esta Europa tan comprensiva, será un inmenso país de hombres embrutecidos…”. (Azorín: La voluntad. Primera parte, capítulo 22). Me agencio el subrayado.        
     Viene a cuento el cuento de Azorín. Yo antepongo el humanitarismo a la ley. Lo diré más nítido aún (para librar de sambenitos al vocablo “humanitarismo”): Yo antepongo mi compasión a la ley. Sé que esta tesis hace agua por una juntura llamada: “Espacio”. Y qué. Mientras haya una brizna de aire y un cuerpo para desplazarla, óiganme los (v)oxeadores del ring de la derechita valentona (¡bah!), habrá una ley digna de quebrantamiento.
     Oigo una voz barbada, de cabello rizado, exclamando: ¡Bla-bla-bla!
     Oigo otra voz barbada, vestida de seda…, perorando: Beee-beee-beee.
     Resuelvo no oír, ya, más voces. Sólo la mía.  
     En La Biblia puede leerse (Dt 24, 14-22): “No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante que vive en su tierra, en tu ciudad; cada jornada le darás su jornal, antes que el sol se ponga, porque pasa necesidad y está pendiente del salario. Así no gritará contra ti al Señor y no incurrirás en pecado. 
     No serán ejecutados los padres por culpas de los hijos, ni los hijos por culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado.
     No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te rescató el Señor, tu Dios; por eso yo te mando hoy cumplir esto. 
     Cuando siegues las mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así bendecirá el Señor todas tus tareas. Cuando varees tu olivar, no repases las ramas; déjaselas al emigrante, al huérfano y a la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebusques los racimos; déjaselos al emigrante, al huérfano y a la viuda.
     Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto; por eso yo te mando hoy cumplir esto”.
     Sic erat scriptum.   

miércoles, 21 de agosto de 2019

307/ ¡Pizca de oxígeno!

A veces un libro abre ojos. O profiere puñetazos en bocas de estómago. O ejecuta carrerillas del piojo. O zamarrea peleles. Esto ocurre con Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio, Salvat Editores S. A., 1970). Mi curiosidad ha derivado a entusiasmo que ha derivado a anonadamiento tras leer el último renglón de esta joya de la literatura española de postguerra. El 50 se publicó. Pocos hemos conocido y leído, hoy, la obra. ¡Qué disparate! Acaso la sombra de El Jarama ha sido demasiado alargada y desmemoriado a los lectores del hijo del falangista (Rafael Sánchez Mazas) a quien Cercas “contara” y "cantara" en el libro Soldados de Salamina.
     Léase esta narración inclasificable y deléitese quien así lo haga con una prosa de altísimo vuelo: rezuma poesía, anecdotario, imaginación (sin solucionario. Quédese éste para los libros de texto de la escuela). 
     Pregunto: ¿dónde paran, hoy, escritores imaginativos? Confesaré algo: estoy hasta la coronilla poblada de rizos del sacrosanto Realismo español. Y de la novela histórica. Y, a medias, de la auto-ficción que a nadie más allá del autor (y de su familia) importa. ¡Fantaseen, señores escritores, y déjense de pamplinas! ¿Pero es que no hay nadie en este país de chicha y nabo que ensalce la ficción literaria? Así nos va y seguirá yendo per saecula saeculorum. De sopor en sopor. De espejo en espejo. Qué hartazgo.   
     Alfanhuí deviene ejemplar. Botón de muestra: “En el campo de Guadalajara amarillea el espino. Alterna la flor del espino con la grana de los tomillares. Un verde tierno se desvanece entre la tierra negra y los ásperos arbustos. En el campo de Guadalajara amanecen unas alondras oscuras y pequeñas, que tienen el pecho pinto y el pico endeble. Los caminos van por los llanos de las mesas altas y calizas que se cortan en talud hacia los valles declinantes. Una vez al año se verán, a lo lejos, los tricornios de los guardias civiles que cabalgan por estos caminos. Pero son caminos de zorros y ladrones, y los guardias civiles están en el casino de la ciudad, jugando al dominó con un tendero de ultramarinos que tiene los pulgares en las bocamangas del chaleco. Los ladrones duermen en las minas de los castillos que coronan los cerros escarpados, y las viejitas vestidas de negro, hermanas de las llares y de las sartenes, juegan al corro en los verdes prados. Las viejitas tienen los huesos de alambre y mueren después de los hombres y después de los álamos. Se ahogan en los vados del Henares y se las lleva la corriente, flotando como trapos negros. A veces se enganchan en los mimbres o en los tapujos que crecen junto a los tamajares de los puentes, y enredan los anzuelos de los pescadores. Las viejitas de Guadalajara van siempre juntas y huyen cuando alguna se ahoga, y no se lo cuentan a nadie”.
     Lo diré sin rebozo: los escritores españoles deberían aprender literatura infantil. Ojo: no digo juvenil, digo infantil, cuya calidad está muy por encima de la juvenil y de adultos.
     No sé ustedes. Yo, esto, lo vivo como una tragedia española. 
     Y el pobrecito lector exclama: 
     –¡Pizca de oxígeno! ¡Me ahogo!                

lunes, 5 de agosto de 2019

306/ Poetas (o escritores) empoderados

Hubo un tiempo en que los poetas dominaron la faz de la tierra. ¿Exagero? No. José Antonio Primo de Rivera, dicen, dijo: “A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas”. Leo la archiconocida cita en la página cincuenta y uno (Planeta DeAgostini) del libro Soldados de Salamina (J. Cercas). El autor adjunta una explicación que el lector no pide: “Es verdad que las guerras se hacen por dinero, que es poder, pero los jóvenes parten al frente y matan y se hacen matar por palabras, que son poesía, y por eso son los poetas los que siempre ganan las guerras, y por eso Sánchez Mazas, que estuvo siempre al lado de José Antonio y desde ese lugar de privilegio supo urdir una violenta poesía patriótica de sacrificio y yugo y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación de centenares de miles de jóvenes y acabó mandándolos al matadero, es más responsable de la victoria de las armas franquistas que todas las ineptas maniobras militares de aquel general decimonónico que fue Francisco Franco”. 
     Más adelante (pág., 86) Franco es definido de este modo: “MilitaROte gordeZUElo, afemiNAdo, incompeTENte, astuto Y conservaDOR”. La frase no carece de ritmo uniforme. Si fuera un verso diríamos que el golpe de voz fuerte recae en las sílabas número 4, 8, 12, 16, 20 y 24 (con licencia "para matar" y cuadrar de por medio). 
     ¿Llevaría doble intención Cercas al escribir tan chocarrera frase?
     Hubo un tiempo en que los poetas dominaron la faz de la tierra. 
     Léase, ahora, el poema abajo copiado (op. cit. pág., 49):      

     SUSPIROS DE ESPAÑA

     Quiso Dios, con su poder,
     fundir cuatro ratitos de sol
     y hacer con ellos una mujer,
     y al cumplir su voluntad
     en un jardín de España nací
     como la flor en el rosal.
     Tierra gloriosa de mi querer,
     tierra bendita de perfume y pasión,
     España, en toda flor a tus pies
     suspira un corazón.
     Ay de mi pena mortal,
     porque me alejo, España, de ti,
     porque me arrancan de mi rosal.

     Buena novela venida a novela tostón. Motivo: la machacona e impudorosa obcecación del autor-narrador-protagonista con la Guerra Incivil (el prefijo in lo saco de la bocamanga de mi ideario) Española del 36. Interminable matraca, ésta, aquí. 
     "Sabemus" que habemus rencillas varias. ¡Mejor no meneallo!
     Última cita (pág., 29):
     “–No sé qué opinará usted, pero a mí me parece que un país civilizado es aquel en que uno no tiene necesidad de perder el tiempo con la política”.
     Opino lo mismo. 

miércoles, 24 de julio de 2019

305/ Al abrigo del lenguaje

El más bello y afamado inicio de novela de la historia de la literatura es, creo, este: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que `muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo´”.
     Huelga aclarar el libro a que pertenece y el nombre del autor. 
     Leí por vez primera las líneas arriba copiadas el dos. Hoy, 24 de julio del diecinueve, me topo con lo siguiente: “Experimento esta variedad de operaciones como un dominio sobre el objeto. Me he dirigido hacia él, y `al colocar la palabra´ como una bandera, en la que está toda mi memoria lingüística, `he tomado posesión de él´, como los alpinistas de una cima” (Marina, J. A.: Teoría de la inteligencia creadora. Compactos Anagrama. Barcelona, 2006. Pág., 76). Y con esto otro: “El sujeto no tenía conciencia de los comportamientos regulados por el hemisferio izquierdo, que es el hemisferio lingüístico. En cambio, aunque la inteligencia computacional de su hemisferio derecho dirigía correctamente los comportamientos, el sujeto no era consciente de ello. `Todo sucedía como si al no poder nombrarlos, no pudiera tampoco hacerlos conscientes´” (Marina, J. A. Op. cit. Pág., 78).
     Somos mundo vertebrado por la `urbanidad´ del lenguaje. La literatura acierta de nuevo. Nadie infravalore ésta. Incurriría en necedad. 

viernes, 14 de junio de 2019

304/ G.G.M.

Creo que G.G.M. es después de (o junto a) Borges el mejor escritor en lengua castellana de todos los tiempos. Superó a Cervantes y, de largo, a Fernando Sánchez Dragó. Fue mi primer maestro. Luego vendrían a influenciarme los libros del elevado del barrio de Salamanca y del bonaerense universal (en ellos sigo instalado). Conozco al dedillo la obra de ficción del cataquero. La periodística-ensayística, no. Un error imperdonable. De apoco lo enmendaré.
     Juzgue el lector esta proeza: 
    
“LA VOCACIÓN SIN DON Y EL DON SIN VOCACIÓN

Georges Bernanos, escritor católico francés, dijo: "Toda vocación es un llamado". El Diccionario de Autoridades, que fue el primero de la Real Academia en 1726, la definió como "la inspiración con que Dios llama a algún estado de perfección". Era, desde luego, una generalización a partir de las vocaciones religiosas. La aptitud, según el mismo diccionario, es "la habilidad y facilidad y modo para hacer alguna cosa". Dos siglos y medio después, el Diccionario de la Real Academia conserva estas definiciones con retoques mínimos. Lo que no dice es que una vocación inequívoca y asumida a fondo llega a ser insaciable y eterna, y resistente a toda fuerza contraria: la única disposición del espíritu capaz de derrotar al amor.
     Las aptitudes vienen a menudo acompañadas de sus atributos físicos. Si se les canta la misma nota musical a varios niños, unos la repetirán exacta, otros no. Los maestros de música dicen que los primeros tienen lo que se llama el oído primario, importante para ser músicos. Antonio Sarasate, a los cuatro años, dio con su violín de juguete una nota que su padre, gran virtuoso, no lograba dar con el suyo. Siempre existirá el riesgo, sin embargo, de que los adultos destruyan tales virtudes porque no les parecen primordiales, y terminen por encasillar a sus hijos en la realidad amurallada en que los padres los encasillaron a ellos. El rigor de muchos padres con los hijos artistas suele ser el mismo con que tratan a los hijos homosexuales.
     Las aptitudes y las vocaciones no siempre vienen juntas. De ahí el desastre de cantantes de voces sublimes que no llegan a ninguna parte por falta de juicio, o de pintores que sacrifican toda una vida a una profesión errada, o de escritores prolíficos que no tienen nada que decir. Sólo cuando las dos se juntan hay posibilidades de que algo suceda, pero no por arte de magia: todavía falta la disciplina, el estudio, la técnica, y un poder de superación para toda la vida.
     Para los narradores hay una prueba que no falla. Si se le pide a un grupo de personas de cualquier edad que cuenten una película, los resultados serán reveladores. Unos darán sus impresiones emocionales, políticas, o filosóficas, pero no sabrán contar la historia completa y en orden. Otros contarán el argumento, tan detallado como recuerden, con la seguridad de que será suficiente para transmitir la emoción del original. Los primeros podrán tener un porvenir brillante en cualquier materia, divina o humana, pero no serán narradores. A los segundos les falta todavía mucho para serlo –base cultural, técnica, estilo propio, rigor mental– pero pueden llegar a serlo. Es decir: hay quienes saben contar un cuento desde que empiezan a hablar, y hay quienes no sabrán nunca. En los niños es una prueba que merece tomarse en serio”. 

     El subrayado (tal cual. Es decir: sin recurrir a la bastardilla) es mío. Juzgo maravillosa la definición de “vocación” que ejecuta Gabo (no hallo otro modo más acertado de definir ese término): la única disposición del espíritu capaz de derrotar al amor. El subrayado, literal, restante recuerda las carencias del escritor post-moderno: disciplina, estudio, técnica…
     La data y el lugar de escritura de la columna son los que siguen: Santafé de Bogotá D.C., 1995. ¡1995! Creo que tendríamos que hacérnoslo mirar. Y que tomen nota las editoriales post-modernas. ¡Tirón de orejas!

     Adenda. André Aciman (escritor estadounidense): “Algún libro [de literatura contemporánea] leo por compromiso; digo que me gusta pero, en realidad, no”. ¡Más madera! (refiriéndose a Sebald): “Era un estilista de verdad, el último en un mundo en el que ya nadie cuida el ritmo de la frase, la frase larga, la palabra justa…”. Y, ahora, `repaso´ a uno que otro colega: “Bueno, Hemingway escribía espantosamente mal ya hace mucho. Y también hay buenos estilistas que no me interesan. Conrad, por ejemplo: no se puede tener pensamientos más mediocres que los de Conrad, pero ¡cómo escribía! O Henry James. O Virginia Woolf. Qué le vamos a hacer” (extracto de una entrevista efectuada por Alemany al autor y publicada en El Mundo con fecha 12 de junio del año que corre). 
     
     Ommm…

lunes, 6 de mayo de 2019

303/ Reflexiones humanistas

Confesaré algo: no logro tomar el pulso a Immanuel Kant. Quiero decir: a la filosofía de Immanuel Kant. La inteligencia del hombre (para los feministas quisquillosos añadiré: “y de la mujer”. Olvidan, éstos, que género y sexo no son la misma vaina. ¡Bah! Que lean a Francisco Rico. Yo no soy feminista. ¡Oh, sacrílego de mí, qué digo! ¿Vendrán a buscarme los de la brigada anti-incorrección política? A mí plin. Yo soy humanista: sí a la igualdad de derechos y “obligaciones” de mujeres y hombres pero libre, sin ese, de la pancarta y de la consigna y de todo malsano proceso de ideologización. ¡A la libertad por la libertad! Lo repetiré por si hay algún despistado leyendo este texto de mi deficiente factura: ¡A la libertad por la libertad!) es lingüística. José Antonio Marina lo afirma en el libro El vuelo de la inteligencia. Yo le compro tan sugerente afirmación.
     Tengo asimiladas algunas cuestiones de la filosofía del prusiano. Refieren, éstas, modos de pensar. Lo que aquí se plantea es menos difícil que intrincado. Kant ponderaba la existencia de cuatro “pensamientos” con base en cuatro tipos de proposiciones. Uno: analítico. Dos: sintético. Tres: a priori. Y cuatro: a posteriori. El primero se produce cuando el sujeto incluye al predicado (p. ej., con cierta trampa: “Los políticos charlatanes son charlatanes políticos”). En el segundo no ocurre esto (p. ej.: “Los políticos mienten”. Aquí sin trampa). El tercero depende de la percepción (p. ej.: “Los políticos son servidores públicos”). Si transformamos el anterior ejemplo en un pensamiento a posteriori da lo siguiente, sin trampa, aunque con fino cartón: “Los políticos son servidos por el público”).
     ¿Estaré confundiendo “churras” con “merinas”?
     ¿Me habré vuelto sarcástico y, por ello, injusto de pronto?
     ¿Diré (con Marco tulio Cicerón): ¡Oh, tempora, Oh, mores!?
     Continuará… O no.      

jueves, 25 de abril de 2019

302/ La mala educación

Una vez (corrijo: una y ciento) me he preguntado en qué diantres (tanto monta: ángeles revelados) se fundamenta nuestro sistema educativo. He imaginado respuestas verosímiles. Estas no me han satisfecho ni poco ni mucho ni nada (confesaré algo: ignoro el motivo). Mi mente las ha registrado de modo automático. Yo dejo los automatismos para Breton y sus correveidiles posmodernos. Risas.  
     Lo diré sin rebozo: Emilio Lledó me ha decepcionado. Le había sobrepuesto la estola de sabio cabal. Se la arrebato, ahora, y la cuelgo en el perchero de lo por venir (Juan Ramón dixit). Este otro andaluz universal y ex-predilecto mío comete dos errores (acaso garrafales). Uno: practicar una escritura enrevesada (con defectos de forma). Y dos: airear un argumentario pobre cuando el blanco de su afilado juicio es el Liberalismo (lo mismo denunciaría, aquí, un servidor de nadie caso de tratarse de la Socialdemocracia. No me pliego, sin fisuras, a ninguno de esos modos de "politizar": de ellos aprovecho lo aprovechable y rechazo lo rechazable. Pregunto: ¿Lledó no ve nada positivo en el universo de ideas liberales? Un botón de muestra: no sé a cuento de qué la educación privada y concertada representaría a Lucifer en tanto que la pública a Dios. Juzgo raquítico el argumento de Emilio: una pura cuestión dineraria. La libertad de elección de padres y madres o tutores legales no convence un punto al erudito. Con su pan se lo coma. 
     Quevedo escribió:
     “Que el viejo que con destreza
     Se ilumina, tiñe y pinta,
     Eche borrones de tinta
     Al papel de su cabeza;
     Que enmiende a naturaleza
     En sus locuras protervo;
     Que amanezca negro cuervo,
     Durmiendo blanca paloma,
     Con su pan se lo coma”.)
     Conecto, ahora, con el inicio de este Post.  
     Al cabo acaba yéndoseme la mano y…
     Emilio Lledó está, a mi juicio, sembrado en el siguiente fragmento que de mil amores copio (todo no va a ser decepcionante):
     “Sin entrar en las diferencias, por otra parte esenciales, entre los diversos países y las distintas áreas de influencia y de desarrollo en las que están situados, y limitándome exclusivamente a España, se pueden establecer los siguientes estratos, en los que se configuran distintas formas de contenidos educativos:      
     1. Escuelas y universidades que se rigen, en principio, por las orientaciones provenientes de la autoridad política, y que además solidifican hábitos pedagógicos arcaicos, pequeños islotes de poder y autoridad absolutamente irracionales.
     2. Sistemas de valores, coincidentes o excluyentes, pero dominante siempre alguno de ellos y que, con cierto grado de imprecisión, entran dentro del nombre genérico de ética
     3. Doctrinas religiosas o escatológicas que determinan actitudes y comportamientos y que proponen modelos imitables de conducta.
     4. Núcleos familiares y espacios sociales muy concretos que, consciente o inconscientemente, hacen propuestas orientadas a determinadas formas de aceptar, rechazar, interpretar la vida, organizar nuestro propio destino, etcétera.
     5. Productos culturales diversos, literatura, arte, divulgación científica, accesible a nuestra sensibilidad y que, con mayor o menor provecho, están actuando sobre nosotros.
     6. Ideologías políticas, en cuya aceptación o rechazo se suelen manifestar confusas y opacas mezclas de intereses, traumas psíquicos, fanatismos o idealismos. Las razones –o las sinrazones– por las que se elige y asume una de estas ideologías constituye uno de los problemas más apasionantes en el estudio del ser humano”. (Sobre la educación. Taurus. Barcelona, 2018. Pág., 204).
     La pena es que Lledó no se aplica a sí mismo el cuento de la ideología engatusadora… 
     ¡Qué decepción, don Emilio, qué decepción!  

lunes, 18 de marzo de 2019

301/ Clamando Filosofía

Una verdad extendida es esta: No somos libres. Yo lo vengo denunciando desde tiempos inmemoriales. El populacho cree lo contrario. Igualmente el poderoso. El empoderado no constituye ninguna excepción. Nadie (con ene mayúscula) es libre. Sostener la propia libertad significa que quien lo hace no es, por ventura, libre: recuérdese la caverna de Platón. La culpa recaería sobre los hombros de los hombres. O sobre los Mass Media (la TV al frente. La prensa le va en zaga) y los partidos políticos. También las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Estaríamos tecnificados y mecanizados en exceso. Acaso juzgo óptimo lo primero (tecnificados). Lo segundo (mecanizados), hiriente. El sistema educativo no quedaría lejos. Así la cultura, de que este se nutre, de apoco muy muy prescindible: tan posmoderna ella. Yo no sé qué está pasando. Yo sí sé que falta Filosofía y sobran ideologías. 
     Buscaré un texto ajeno… 
     ¡Cáspita! Lo he encontrado y, por ello, copio: 
     “Nos convertimos (…) en pequeños bloques ideológicos o, mejor dicho, en insignificantes maquinarias a las que incorporamos, como si realmente fuesen estímulos mentales, una serie de estereotipos virtuales sin idealizad y libertad. Lenguajes falsos, pues, que nos llenan con la terrible lógica de la falsedad. Porque esa lógica se hace de los retazos que sostienen pasiones egoístas, soluciones incompletas a los problemas de la vida y de la sociedad. Una lógica de la incoherencia que, sin embargo, cohesionamos con los quebrados fragmentos de la `publicidad´ política e ideológica que nos sirven, efectivamente, para la total enajenación. Todo esto nos conduce a un hecho fundamental de la sociedad de nuestros días. Los individuos que componen esa sociedad no pueden ser personas, seres autónomos y reales, si no tienen posibilidad de desarrollar su propio pensamiento por muy modesto que sea. Un pensamiento que solo se nutre de libertad” (Emilio Lledó. Sobre la educación. Fragmento del “capitulillo” intitulado: Necesidad de la literatura. Taurus. Madrid, 2018).
     ¡Chapó! 
     Señores políticos: déjenme vivir en la verdad. Entiéndanme: no quiero la mía. Y que me disculpe el poeta del limonero… 
     Anotaré algo:    
     –Podemos (hipócrita).
     –Ciudadanos (tremendista).
     –Izquierda Unida (utópico).
     –Partido Popular (perturbado).     
     –Partido Socialista Obrero Español (orgulloso. En demasía).
     –Vox (fanfarrón. Risas).
     Y ahora…
     –Parménides (impulsor).
     –Platón (visionario).
     –Aristóteles (agudo).
     –Kant (inteligente).
     –Schopenhauer (profundo).
     –Wittgenstein (lógico).
     Para qué seguir. Compárese y si se encuentra algo mejor, por Buda, léase.

miércoles, 6 de marzo de 2019

300/ Defensa del Barroco (y que no sirva de precedente)

Asiento, aquí, una columna fascinante cuya firma (“Fernando Aramburu”) es del todo conocida: https://www.elmundo.es/opinion/2019/02/17/5c681901fdddff9f4f8b45f6.html. No parece, esta, exenta de una malicia buena. La razón es de plomo: silencia nombres de escritores barrocos cuyo estilo es ponderado por colegas de oficio. ¡Mal, don Fernando, muy mal! 
     Un tocayo del artífice queda en descarte: el apellidado Sánchez Dragó. Barroquísimo él. El mejor escritor español vivo. Esto último a mi juicio. Otro descartado es Juan Eduardo Zúñiga. El Buddha me libre de insinuar siquiera que este comete el deplorable crimen de ser barroco. No. Zúñiga tiene voluntad de estilo. Mi opinión al respecto es la que sigue: todo autor que carezca de la mentada voluntad no pasará de ser un mero narrador o redactor o componedor de versos. Eso es todo. Eso no es poco. Pero eso es insuficiente. Este jamás será artista, jamás poeta, dado que literatura y arte van de la mano de manera inexorable. Lo sé: no siempre. Pío Baroja tenía poco (muy poco) de artista. Como poco (muy poco) de ello tenía Galdós. No así (otros descartados) Azorín o Pedro Antonio de Alarcón. Abro paréntesis. Perdón por la rima. Cierro paréntesis: maravilloso romántico el de Guadix (apunte necesario. Acaparó grandes dosis de realismo). Maravillosa romántica (descartada igualmente) fue Rosalía de Castro: tenía voluntad de estilo. 
     ¡Tirón de orejas a don Fernando!
     Permítaseme una aclaración: yo no recurro, aquí, al estridente timbre de ninguna ideología política. Yo recurro, aquí (y en cualquier lugar. Siempre), a la literatura. También a la filosofía. Punto. 
     Los descartados eran escritores re-pensantes de palabras y frases y dinamizadores de efectos y todo lo que convierte a la literatura en un artificio formidable. Justamente lo contrario de lo que siente (a veces hasta piensa) el lector cuando lee textos de tantos (no tontos) autores que parecen decir lo mismo con palabras insulsas. Juzgo verosímil que la insulsez radique en un mal ejecutado arte combinatorio de las mismas (de las palabras). La conjetura, me parece, no es infundada. 
     ¿Existe algo superior al aburrimiento “literario” que desprende el libro Últimas tardes con Teresa? No quiero (con Cervantes) recordar aquellas horas de tediosa lectura. Lo que escribe Marsé podría escribirlo Manolo Pérez o Antonio López (no el pintor). ¿También lo que mal que bien garrapatea Juan Manuel de Prada? ¿Y lo que Enrique Vila Matas (barroco a su modo. O sea: con base en un estrangulador encadenamiento de referencias eruditas, librescas, infinitas)? 
     A los quisquillosos: solo hablo de literatura. Y de filosofía. Punto.    
     Los alquimistas dijeron: Obscurum per obscurius, ignotum per ignotius ("A lo oscuro por lo más oscuro, a lo desconocido por lo más desconocido”). Discúlpenme mis amigos posmodernos por haber recurrido al latín. 
     Machado escribió: "Oscuro, para que todos atiendan. /Claro como el agua, claro,/ para que nadie comprenda”.
     Vivimos tiempos de elefantiásica mediocridad literaria. ¿Tendrá algo que ver en ello la industria editorial? ¿Y la escuela? ¿Y las nuevas (menos de apoco) tecnologías? Cada quisque que piense lo que quiera. Probablemente, ahora, tendría que disculparme por haber empleado la palabra “quisque”. No lo haré. Quien quiera saber que arreé. Y perdón, tercera y última disculpa ya en lo que va de post, por la rima. 
     Ea. A otra cosa.  

miércoles, 13 de febrero de 2019

299/ Arte y ciencia

(Indicación: cabe que el texto abajo fabricado y firmado enfurezca al posmoderno de turno. No quiera el Buddha que este sea poeta de sombrero y micrófono en ristre. Sonrisas).

Galileo Galilei dijo: “La filosofía está escrita en aquel grandísimo libro (…) continuamente (…) abierto ante nuestros ojos (quiero decir, el universo), (…) que no se entiende si antes no se estudia la lengua y se conocen los caracteres en que está escrito. La lengua de ese libro es Matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas” (Favaro. Galileo Galilei: Pensieri, motti et sentenze. Firenze, 1949). 
      Confesaré algo: mi relación con la Matemática está fundamentada en el amor y en el odio (últimamente más cerca del primero que del segundo. Dicho sea el segundo sin afán de literalidad. Dicho sea el segundo, pues, en un sentido figurado).
     Quiero recrearme en la Matemática. 
     No son del todo indiferentes la geometría euclidiana y las ecuaciones de segundo y tercer grado. Tampoco, límites y derivadas. Tampoco, cantidades y espacios y formas y cambios y relaciones e incertidumbres… 
     Juzgo conectados el número y la letra. 
     Releo la frase anterior y no salgo de mi asombro. Yo, que siempre fui reacio a la noción y unidades de medida, siento ahora apego por ellas. Nunca escribí “528” sino “quinientos veintiocho”. Hoy considero más amable esa cifra que los numerales cardinales que la denominan. 
    Yo no sé qué está pasando. Yo sí sé que la ciencia ha emprendido el camino del arte en tanto que el arte da (o parece dar) la espalda a la pechera de la ciencia. Aquí pararé pies. Escribió Croce: “(…) Si por un lado puede expresarse el símbolo y por otro la cosa simbolizada, se recae en el error intelectualista; el supuesto símbolo es la exposición de un concepto abstracto, es una alegoría, es ciencia, o arte que remeda la ciencia” (Estética, 39). El subrayado me lo agencio. Con la poesía que hay implícita en la Biología, en la Geología, en la Antropología…
     Más aún en la Matemática.
     Señor Croce (dondequiera que esté): la ciencia, creo, no puede remedarse a sí misma.

lunes, 21 de enero de 2019

298/ Libertad apetecida

Corren tiempos convulsos. Hoy es mejor definirse. Toda definición engendra cierta falta de libertad. Pregunto: ¿elegir conlleva dependencia? Y todavía: ¿la ley hace hombres libres o cautivos? La respuesta a estos interrogantes se me antoja compleja. 
     John Locke ha escrito: “La finalidad de la ley no es abolir o restringir, sino defender y ampliar la libertad; (…) cuando no hay ley, no hay libertad. Pues la libertad debe estar exenta de coacción y de violencia por parte de otros, lo que no puede conseguirse si no hay ley. (…) La libertad no es (…) la facultad de todo hombre de hacer lo que le place”. (The Second Treatise of Civil Government, 1690).
     El texto de Locke arriba copiado hace aguas. La libertad no es ideal sino real (más o menos posible. Más o menos viable o inviable). También tiene cara be: la de matar, robar, insultar. Estas tres acciones (libres todas) quebrantan normas: penales, civiles y de urbanidad, respectivamente. 
     A mi juicio la Ética no es elemento indispensable de la libertad. La Ética es elemento indispensable de la libertad no lesiva (esa que yo alabo y la mayoría alaba).
     Uno que otro filósofo enuncia que el niño aprende a ser libre obedeciendo (sin reservas: Marina dixit). Perplejo estoy. A colación de esto viene todo lo anterior.
     El color del mundo dependerá de la lija con la que se lije. 

martes, 15 de enero de 2019

297/ Tirukkural (literatura clásica hindú)

“Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. La frase anterior no es de mi cosecha (¡qué más quisiera yo!). Vayan, ahora, unos acontecimientos eslabonados. Alguien resuelve escribir un texto sagrado. El resto de mortales, entre los que me incluyo, no hace sino leer ese texto con la sensación inequívoca de que lo relee. Una moral es todas las morales. Valga por caso aquella en que cualquier ser humano se ve reflejado sin duda. Luego aparecen otras que complican todo, acomplejan, inquietan.
      “Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. El elemento clave, aquí, no es el alma sino el amor. Esto por dos motivos. Uno: Porque el alma posee una naturaleza mítica (a pesar de los dictámenes de la Teología). Y dos: Porque el amor es susceptible de materializarse dado que su perfil cabe en un gesto o en una palabra o en una acción. Los otros elementos indispensables son el cuero y lo animado (lo vivo). Cuero y cuerpo quedan próximos entre sí. Al igual que vivacidad y realidad. “Alma viva” equivaldría a “Alma real”. Yo no puedo afirmar que haya una realidad intangible denominada Alma más allá del nombre de una mujer o de la mujer que porta ese nombre. Yo no sé quién dio principio a la idea de que tener nombre es acaparar el contenido del mismo… 
     Lo divagado deriva de aquí: Solo el cuero animado por el amor contiene un alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto cubierto de carne. Para castigar a los que os han hecho mal, avergonzadles mostrándoos buenos con ellos, y olvidad después todo lo hecho por ambas partes, malo y bueno. La mayor de todas las virtudes jamás descritas es la que consiste en compartir el alimento con el prójimo y en respetar la vida en todas sus formas. No matar, he aquí el bien perfecto; no mentir viene inmediatamente después (Tirukkural. Siglo I, Isla Mauricio. Original Tamil). 
     Acaso la moral del hombre sea una mala lectura de la moral a secas.   

martes, 8 de enero de 2019

296/ Dos es uno

Léase el siguiente fragmento: “A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también la belleza del arte y de la naturaleza como nunca hasta entonces. Bajo su influencia llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias. Si alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados por las ventanucas enrejadas del vagón celular, nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres. A pesar de este hecho –o tal vez en razón del mismo– nos sentíamos transportados por la belleza de la naturaleza, de la que durante tanto tiempo nos habíamos visto privados. Incluso en el campo, cualquiera de los prisioneros podía atraer la atención del camarada que trabajaba a su lado señalándole una bella puesta de sol resplandeciendo por entre las altas copas de los bosques bávaros (como se ve en la famosa acuarela de Durero), esos mismos bosques donde construíamos un inmenso almacén de municiones oculto a la vista. Una tarde en que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera, vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón, mientras que los desolados barracones grisáceos ofrecían un contraste hiriente cuando los charcos del sueño fangoso reflejaban el resplandor del cielo. Y entonces, después de dar unos pasos en silencio, un prisionero le dijo a otro: ¡Qué bello podría ser el mundo!”. (Victor Frankl. El hombre en busca de sentido). 
     Acaso Víctor Frankl cifra la belleza del mundo en la esperanza o en la acción. Acaso el pasaje arriba copiado da sobrada muestra de ello. No me es dado saber esto. La mente del hombre-creador inflige pesares a éste, despertándole en mitad de una bondad o de un sentimiento noble, a menudo: ambivalencia (cuánto la ensalzó y se dolió, a la vez, de ella Juan Ramón Jiménez). 
     Álvaro Pombo escribió Contra natura. Ahí nada nos estorba ver con claridad una naturaleza imprecisa e inequívoca. Quiere decirse: una incoherencia entre el cuerpo y el espíritu. O entre los genitales y la mente. Vale decir: entre el juicio consciente y el prejuicio inconsciente. O tal vez se trate de otra naturaleza más verdadera que la pretendida. Rectifico: más viva y menos mediatizada que la pretendida. 
     Estampo, aquí, estas líneas persuadido del texto de Víctor Frankl por una razón de filosofía dialéctica materialista (también sofista): negar lo antedicho para afirmar lo contrario. A saber: que la naturaleza es una. Esos sentires de que habla el autor de las líneas traídas a escena en este post estarían en él siempre con independencia de saberse o no preso en un campo de concentración nazi. No lo sabría. 
     Reza un aforismo griego (predilecto mío): “Nosce te ipsum”. Pregunto: ¿qué requiere el hombre para conocerse a sí mismo? ¿Bastaría con que observase atentamente su imagen reflejada en un espejo?...