viernes, 29 de diciembre de 2023

439/ Carmen Castellote y yo

No sé cómo he llegado hasta Carmen Castellote (Bilbao, 1932). Algo aconteció la otra tarde; algo que, ahora, soy incapaz de poner en pie. Yo estaba leyendo…; o, tal vez, no. Tal vez yo veía TV: el programa de Antonio Gárate (con todo y que veo poquísima TV). Aunque, ahora que divago un punto, puede que no fuera el programa de Gárate sino un mero informativo. Seguramente en la sección de <<Cultura>> de éste, denostada (por relegada), alguien mencionó el nombre y el apellido de rigor: <<Carmen Castellote>>; y a continuación: <<La última poetisa del exilio>>. 

     Sufrí un sopitipando. 

     Me puse, loco, a buscar en la red; y hallé (<<Quien busca, halla…>>). 

     La poesía de Carmen es hermosa (como ella: Carmen Castellote. Pocas sonrisas he visto en mi vida tan francas y bonitas como la de Carmen. Una la supera: la de M.J. Bullock; no hay más). La poesía de Carmen Castellote es comprometida. Conste que no soy un asiduo del compromiso lírico; pero este caso bien merece un punto de pasión lectora.

     Carmen escribía como los ángeles. Y, ¿cómo es posible que <<un servidor de nadie>> no tuviera noticia de su obra?; algo…, una mínima mención…, no sé: un leve destello de la luz de algún comentario…

     Nada. Ocurre tantas veces…

     Botón de muestra:


     LA GUERRA Y YO


     Caminos, kilómetros de tiempo,
     nada puede apartarme de la guerra,
     de sus muertos escondidos en mi infancia.


     Y la vida nada sabe de este hoyo,
     abierto aquí, en mi corazón.
     Beben tierra los ríos como antes,
     las estrellas se persiguen en el mar,
     el monte se hace altar para la nieve
     y el sol deja que la sombra juegue contra el árbol.


     Todavía los niños juegan a la guerra
     y la flor es asombro y soledad.


     Es tarde y quiero dormir,
     pero la noche está llena de muertos.


     Iza el miedo sus alas nocturnas.


     ¿Acaso es la guerra?
     Quiero ser manos, muchas manos,
     para matar la obscuridad.


     Un rocío de luz entra en mi mañana.


     Los árboles se embriagan de aurora,
     los hombres cruzan el pasto húmedo de la noche,
     madrugan los caminos, bosteza la calle.


     Una mujer quiere barrer el nuevo día
     con su vieja escoba,
     y en la orilla de un colegio dos niños luchan
     mientras los otros ríen.


     Ya nadie habla de la guerra.


     ¿Qué hago con los muertos?”.


     Hasta aquí.

martes, 19 de diciembre de 2023

438/ "Las almas huyen para dar canciones"

La madre (biológica) de Ana ha muerto. Yo lo he sentido mucho. Ana es de las pocas personas en quien confío la ambrosía y las toxinas de mi carácter (sin duda alguna). Se llamaba (la madre biológica de Ana) Ana Molina. Nombre y apellido, éstos, unidos para siempre a mi <<biografía no novelada>> por una cuestión que no viene a cuento ahora… Lo que sí viene, aquí y ahora, a cuento son los versos de Antonio Machado que dicen: <<No me pidáis presencia./ Las almas huyen para dar canciones./ Alma es distancia y horizonte: ausencia>> (versos pescados en el caladero de Fernando Sánchez Dragó; concretamente en: <<El camino del corazón>>. Planeta. Barcelona, 2003. Pág., 12).

     Así la vida, así la muerte, Ana: <<Alma es distancia y horizonte: ausencia>>. 

     Por eso creo (por eso intuyo) que vuestra distancia (no vuestra ausencia. Ésta no ha existido, ni existirá, nunca) es Alma. Yo la llamaré (a Ana Molina), a partir de ahora, de este modo sutil: Ana Alma.

     Otro poeta que escribió sobre la <<evanescencia fundamental>> fue Joan Margarit (<<fundamental>> la <<evanescencia>> y <<fundamental>> el poeta); lo hizo respecto de sí mismo; yo lo juzgo aplicable a toda partida eterna de un ser querido… 

     Refiero el poema titulado…


     CONMOVEDORA INDIFERENCIA


     Pensé que me quedaba todavía 

     tiempo para entender la honda razón

     de dejar de existir. Lo comparaba

     con el desinterés, con el olvido,

     con las horas del sueño más profundo,

     pensando en esas casas donde un día vivimos

     y a las que no hemos vuelto nunca.

     Pensaba que lo iba comprendiendo,

     que me iba liberando del enigma.

     Pero estaba muy lejos de saber

     que yo no me libero. Me libera la muerte:

     permite, indiferente,

     que me vaya acercando hasta alguna verdad.

     Inexplicablemente, esto me ha emocionado.


     Ella está evanescida; es decir: liberada. Quédate, Ana, con eso; y tranquila: Sic erat scriptum.

lunes, 4 de diciembre de 2023

437/ Francina y "La espera"

Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados, en su discurso de apertura de la XV Legislatura mencionó a mi añorado (y admirado) Joan Margarit. Varias veces he traído a colación en esta literaria bitácora (a veces, sólo a veces, bitácora con ínfulas filosóficas; excúseme Buda), la obra buena del no menos bueno poeta catalán: Joan Margarit. Pocos contemporáneos suyos (quizá ninguno) escriben tan hondamente como lo hacía él. Su poesía raya en lo portentoso; léase: en lo pragmático. Sí: poesía para la vida cotidiana. 

     Y cómo con un lenguaje sencillo, plástico y musical (también universal, o casi: el castellano aspira a serlo), fue capaz de ridiculizar sin pretenderlo toda la vanguardia de chichinabo que se agazapa tras los adminículos de micrófono y sombrero en lo alto de las tablas de un garito (por así decir: <<macareno>>...) de la noche sevillana.

     (Risas).      

     Cualquier poema de Joan Margarit (léanlos. No se arrepentirán) representa un mundo en sí mismo. Una vida en sí misma. 

     He dicho: Cualquiera. Botón de muestra: 


     LA ESPERA 


     Te están echando en falta tantas cosas.

     Así llenan los días

     instantes hechos de esperar tus manos,

     de echar de menos tus pequeñas manos,

     que cogieron las mías tantas veces.

     Hemos de acostumbramos a tu ausencia.

     Ya ha pasado un verano sin tus ojos

     y el mar también habrá de acostumbrarse.

     Tu calle, aún durante mucho tiempo,

     esperará, delante de tu puerta,

     con paciencia, tus pasos.

     No se cansará nunca de esperar:

     nadie sabe esperar como una calle.

     Y a mí me colma esta voluntad

     de que me toques y de que me mires,

     de que me digas qué hago con mi vida,

     mientras los días van, con lluvia o cielo azul,

     organizando ya la soledad.


     Resuena tanto tanto a Joana…

     Joan, doquiera que estés (¿acaso con Joana?), mi gratitud. Ojalá naciesen más poetas que siguieran tu ejemplo humanista y humanístico. Francina te nombró (sin abuso ideológico; no como sostienen algunos filibusteros de la <<Derechita>> y la <<Derechona>> cobardes en lo político como en lo mediático: qué vergüenza de políticos y de periodistas que les hacen la cama…) y eso la eleva al pedestal de la gente inteligente con un extraordinario sentido literario de la vida. Francina, conjeturo, saboreará la buena literatura… 

     Vaya también para ti, Francina, mi gratitud. 

     Entretanto (y sin que sirva de precedente) yo seguiré aquí: <<Echando en falta tantas “tantas” cosas>>…