miércoles, 25 de septiembre de 2013

85/ S. A. P.

Hay una convergencia sin glosar entre Vicente Huidobro y Juan Ramón Jiménez. Se fundamenta en el pequeño dios y en el nombre exacto de las cosas: la realidad infinita (e inédita) alienta y su mentor es el poeta. Al nombrarla, como un dios breve, la crea. Idea que sirve a J. R. J. para cribar los poemas de su Segunda Antología Poética. Ésta ve la luz en 1922. Hierve y los vanguardistas la olisquean: propenden a ella como la llama al oxígeno. El moguereño dejó escrito: “Creemos los nombres./ Derivarán los hombres./ Luego, derivarán las cosas./ Y solo quedará el mundo de los nombres,/ letra del amor de los hombres,/ del olor de las rosas./ Del amor y de las rosas/ no ha de quedar sino los nombres./ ¡Creemos los nombres!”. Yo agrego: ¡No nos baste con darles cuerpo y alma! ¡Aspiremos a sentirlos! ¿No se piensa, dicen, lo que se siente?

martes, 24 de septiembre de 2013

84/ Rimando, rimando...

La rima es y no solo es parte acústica de un poema. Si se pondera íntegramente (probad) adquirirá rasgos semánticos. Su fonética depende del timbre. ¡Y su significación del entendimiento!: al infravalorarla se peca de bobo y de zoquete. Lo gráfico y lo musical no la agotan. De ello era conocedor quien pudo inventarla en el décimo segundo siglo de nuestra era: El monje Leonius. Rubén Darío, en el prólogo a Prosas Profanas, escribe: “¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo? Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es solo de la idea, muchas veces”. El nicaragüense finiquitó aquello a que Leonius dio principio. También Méndez Bejarano, de fino olfato, la dignifica a su modo: “La rima no tiene un valor puramente musical, no. La rima posee un gran valor intelectual y se ha de estimar, sobre todo, por su significación”. Permítaseme un llamamiento a todos los poetas del mundo: ¡Rimad! ¡Que nada ni nadie os arredre! ¡Sed los otros “vanguardistas”! Sí, sí: “Van-guar-dis-tas” (en su acepción de “renovadores”. Renovar: volver algo a su primer estado). Hacedlo. Descubriréis un mundo extraordinariamente sonoro. ¿Acaso, ay, alguien rima hoy?

martes, 17 de septiembre de 2013

83/ De corazón...

En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.
(Cancioncilla del primer deseo. Federico García Lorca)

Ana me agasajó con un título indeleble: Filosofía y literatura. María Zambrano. Galopaba 2005. Nuestros simposios referían sentimientos y pensamientos desentumecidos: Libres de júbilo o de melancolía. Una tarde le dije: Quiero leer a María Zambrano. Y... ¡Cataplum! Concurrió conmigo y con tan singular obra en el aula. La dedicó: “Como todo lo bueno de esta vida, el libro también se ha hecho esperar. ¿Apagaste todas las velas de una vez? Si no, no pasa nada. Muchos besos. P.D.: Y que comamos muchas papas a los tres quesos para celebrar cumpleaños o lo que nos dé la gana. Jajá. ¡Felicidades! 27 de abril de 2005.” Acababa de develarme a M. Zambrano. Yo no busqué a ninguna de las dos: Ni a María ni a Ana. Ambas arribaron a mí. Con el tiempo me he percatado de la trascendencia de sendos descubrimientos: para el corazón la camaradería y para el intelecto la erudición. Quid de la doctrina zambraniana es la Razón poética. No histórica (Ortega) ni pura o práctica o de la capacidad de juzgar (Kant). La doctora Bundgaard la describiría de este modo: “Construcción hipotética, volitivo-imaginativa, que avanza al mismo tiempo expresando certeza y provisionalidad (…)” Aunque antes...: “(…) las más profundas raíces de la (…) razón creadora propuesta por Zambrano se encuentran en la poética vanguardista de García Lorca, [Rafael] Alberti, [Luís] Cernuda, [Emilio] Prados, [José] Bergamín, Pablo Neruda, Octavio Paz, Lezama Lima, y el grupo Orígenes de Cuba (…)” Aquella vanguardia no es (de haberla) la de hoy. Ni yo, ni Ana, los de ayer. María, ineluctablemente, sí. También su Razón poética. Ana subsiste en mi frente marchita y en mi corazón grana. Cada vez que hojeo el ejemplar aludido evoco aquel día. Me sentí poeta por vez primera a tenor de L. P. R. Más tarde lo ratificaría Ana con su humor y su perfil sin par. Hoy la evoco (sobre mi mesa de trabajo Filosofía y literatura...) con el corazón en la frente. En carne viva la frente. Y con la frente en el corazón. Henchido de memorandos el corazón. Sirva el presente texto para corroborar lo que digo.  

lunes, 9 de septiembre de 2013

82/ 3: 4: 5...

Demanda mi álter ego: ¿Alguien versificó lo pitagórico-musical? Recuso: Fray Luís de León. E incoo esta lectura: “Traspasa el aire todo/ hasta llegar a la más alta esfera, (…)...” Él me intercepta: A ver con qué sales tú... Yo prosigo: “(…) y oye allí otro modo/ de no perecedera/ música, (…)...” Y él: Oda a Salinas... Y yo: ¡Correcto! Ahora permíteme finiquitar: “(…) que es la fuente y la primera.// Y como está compuesta/ de números concordes, luego envía/ consonante respuesta,/ y entre ambas a porfía/ se mezcla una dulcísima armonía”. Y él: No comprendo. Y yo: Números concordes, consonante respuesta, ambas a porfía... Y él: ¿Qué significa todo eso? Y yo: Toma tres cuerdas de igual grosor. Y de longitud conforme a la relación numérica 3: 4: 5. Entonces él: ¿Para qué? Y yo: Hazlas sonar. El resultado no es otro que la ley divina del cosmos. Y él: ¿Cuál ley? Y yo: ¿Cuál va a ser? ¡La armonía, hombre, la armonía!