Martes, 7 de enero de 2014
VIL METAL
Año nuevo conlleva
empobrecimiento nuevo. Todo se encarece. Nada sostiene su precio. Valoramos en
función de éste. Obviamos el IPC. El Índice de Precios al Consumo es el ICS o
Índice de Calidad Subjetiva. Las cosas arrastran el valor que anhelamos
atribuirles. Valor que no tiene que estar por obligación fijado en dinero. Hay
recuerdos (hay emociones) indefectiblemente ligados a las cosas. E imponen su
criterio si hemos de valorarlas. Poco puede el vil metal contra eso. Creo que
el principal índice marcador de precios del mundo es el esfuerzo puesto en la
creación de la cosa. Cuanto mayor resulte éste, me parece, más “valor”
adquirirá el bien. Sin soslayar los contratiempos debidamente superados para
llevar a buen puerto la empresa. A más contratiempos, digo yo, mayor “valor”
atesorará el artículo. El mismo concepto de “valor” se presta a ambigüedades.
Se le podría emparentar con el de “calidad” o con el de “funcionalidad” o con
el de “necesidad”. De ello cabría deducir un IPCa (Índice de Precios según
Calidad), un IPF (según Funcionalidad), un IPN (según Necesidad). No siempre
estos parámetros son leales marcadores del “valor”. Un reloj Maurice Lacroix probablemente se
estropee antes que otro Casio. Como
uno Casio con probabilidad 90 se
escacharre antes que otro Maurice Lacroix.
El segundo caso es más observado por el fervor consumista. El primero no se
descarta. Si acabase sucediendo recelaríamos del precio. Miles de euros empeñados
en una máquina falible podrían haberse destinado a otra causa más infalible. Azar
e IPC no casan bien. Un Ferrari puede
pararse (o arder) igual que un SEAT.
El vehículo italiano “vale” trescientos mil euros y el hispano-alemán quince
mil. A ambos se les ha picado un manguito. La reparación del super-deportivo
tiene una cuantía de X+15 y la del utilitario de X-10. Voces impías propalan
que los Ferrari originan muchos
problemas a sus dueños. Lo que es extensible a cualquier coche italiano. Los
chinos no están solos en el podio de fabricantes mediocres. ¿Y cuánto “vale” un
beso? ¡Ah, ni idea! Debería existir el IBC (Índice de Besos al Consumo). Siempre
a la baja. Para que besar saliese baratito. O el IAC (Índice de Abrazos al
Consumo): nos ayudaría a templar nuestros afectos. Valoremos por lo que lleve
anexionado la cosa en sí y no por su precio de mercado. El precio (el valor
monetario) es una engañifa al consumidor. Yo me declaro en rebeldía y no
consumiré más que afectos de aquí en adelante. Hágase lo que se quiera con el
IPC y déjeseme tranquilo con mi austeridad material. Más deseo que realidad es
lo último expresado: ¡Mecachis!
***
Martes, 31 de diciembre de 2013
GALLO NUEVO
Hoy es treinta y uno de
diciembre. Año extinto.
Adiós a 2013. ¡Por fin! Que se consuma en las
hogueras del infierno. ¡Y váyase al cuerno! Nada ha cambiado ni mudado siquiera
de piel. La escena política adquiere caracteres de drama griego. Lo social se
trivializa en aras del poder y lo colectivo figura un vano sueño. No veo que
nadie haya hecho examen de conciencia. Otros mienten y mangonean para
agenciarse el favor popular. Quienes se auto-engañan, quienes les votan, obvian
tal argucia. Pobres demócratas...
Adiós a 2013. Con él se pudra el miedo al
qué acaecerá. Ése que nos cohibió y estimuló a la vez. Su derrota es momentánea
e ilusoria. Otro gallo cantaría de descender con profusión las cifras del paro.
¿Padecerá ronquera el avechucho de 2014? No lo quiera Buda. El actual aún
ronronea con la cresta tullida y el pico chueco. Kikirikí, emite con desgana.
Exangüe. ¡Kiiikiiiriiikííí!, lanzará al aire el otro, enérgico e impetuoso e
indolente. Tiempo tendrá de... ¿amilanarse? ¡Quita, quita! ¡De cubrir cuantas
hembras desee y de prolongar su estirpe más allá de los corrales de la economía!
Adiós a 2013. Lo venidero se llama
Esperanza. ¿En qué exactamente? Un crisol de bienandanzas violenta mi cabeza. Salud.
Amistad. Amor. Trabajo. Vergüenza: ética personal y profesional. Honestidad
personal y profesional. Honradez personal y profesional. Autenticidad. Conocimiento.
Recuerdo desprovisto de nostalgia. Anhelo carente de prejuicios. Fe en el
hombre. Interés en Jesús de Nazaret o en Buda o en Krishnna. Arte. Historia.
Música. Más música. Mucha más música...
La del gallo cantarín, y lírico, de 2014.
Olvidado de lo fugaz y de lo ilusorio por doce meses y sin perjuicio del
espejismo. Corregiré el último participio: Enamorado. Solo así, prendándonos de
la dicha como de la desdicha, seguiremos en pos del alba rejuvenecedor. Somos combatientes
eternos. Militamos en la fila de los vivos. ¿Vivir no es luchar? Entre batalla
y batalla, entre fragor y fragor, ¿soñaremos con un mundo más óptimo? Cavilemos
en ello. Representémonoslo sin ambigüedades. Con rectitud. La que acostumbran tener
los optimistas seguros de sí mismos cada vez que emprenden una empresa. (Va por
ti, Juan Diego).
Cante el gallo nuevo. Calle el viejo. Que
el sol salga por donde más caliente y que yo y todos ustedes lo veamos. Que
siempre haya labores por desempeñar. Que la guerra, mortífera, deje de tener
sentido. Que propendamos a la paz entre los pueblos...
Adiós a 2013. ¡Bien, bien, y bien!
***
Martes, 24 de diciembre de 2013
PEDORRETA
No logro despistar al
asombro. Se ensaña conmigo. Cuando más sosegado me hallaba, escuchando a Bach,
tomo una carta de la DGT. No pensar
en la multa de rigor se habría considerado engreimiento personal. Qué otra
incidencia podía importunar mi audición. Nunca antes fui remitente de tal
Organismo. Ni quiero serlo más. No me tengo por devoto de él. Protege
escasamente y recauda sobremanera. Se inmiscuye en la esfera individual de cada
uno. No deslinda lo público de lo privado y comete alevosía desde cuando quebranta
la fe que algunos héroes le profesan. Lo cual refleja evidencia y no vanidad.
Escabullirse de entre sus garras es acto arriesgado y mostrador de polivalencia:
tierra y mar y aire constituyen su territorio de caza. La persuasión no le va en
zaga. Volemos y nademos y corramos con el propósito de huir sin voltear la
cabeza. No otra circunstancia podría salvaguardarnos de su inquina.
Señores de la DGT : el Real Decreto
Legislativo 339/1990, de 2 de marzo, no les da cancha para inmiscuirse en lo
que no les incumbe. Su pretensión de libertarme de cualquier percance vial es
rotundamente falsa. ¡A otro con esa fábula! No van a convencerme con una
retórica administrativa de bajo cuño. Cualquier jerga barriobajera persuade más
que la artificiosa sintaxis ministerial que ustedes emplean. Refiere el
principio de su carta: “(…) para la mejora de la seguridad vial (…) es básico
que los ciudadanos conozcan la información (…) sobre el estado de su vehículo
(…)”. Han debido creer que soy estúpido. He aquí la superlativa información
sobre mi buga: Datos del titular,
datos técnicos y situación administrativa del carro. Desconocer cómo me llamo y dónde vivo. Ignorar que mi bólido es un Turismo Particular modelo
CAJGZF1 FM5, o sea, X del 99. Estar en Babia con respecto a su domiciliación fiscal
en c/ X de X población cuyo CP es X y cuya provincia X y cuya aseguradora X...:
información, relevantísima, que puede marcar diferencias entre seguridad e
inseguridad vial.
Les suponía menos caraduras. Y, de paso,
más versados en la persuasión lingüística. Cambiaré de coche cuando me salga
del alma. No se entrometan en mi vida ni prodiguen información superflua sobre
el vehículo que me lleva y trae. Díganme dónde se ubican los radares móviles y cuántos
puntos se me han arrebatado hasta hoy. ¡Ah, ninguno! ¡No me han felicitado, por
ello, ustedes! ¿Saben lo que les hago con el índice y el pulgar?...
¡Ptrrr!
***
Martes, 17 de diciembre de 2013
SIN LIGADURAS
Albert Camus ha despertado
mi solidaridad. ¿Cómo? Zamarreándola. Asiéndola por la chorrera y expulsándola
de la cama al par. Propinándole y propiciándole un sopapo y el lloro
respectivamente. Yo la contemplo erguida sobre sí misma y con ínfulas de salvapatrias.
Es como la de tantos otros. Y me pesa. Y lo siento. He leído La peste y no puedo por menos que
admirar su proeza literaria. La página 273 airea un pensamiento punzante:
“Nadie es capaz de pensar realmente
en nadie”. El quid se halla en el
adverbio. Hacerlo equivaldría a emplear en tan loable acción la totalidad del
tiempo. Sin distracciones. Ello es verdad. Podría, también, ser mentira.
Cansado estoy de escuchar siempre la misma cantinela: “Yo ayudo a la gente”. O:
“Yo amo al prójimo”. O: “Menos mal que existe gente como yo”. España puede
jactarse de solidaria. ¿Y no de aprovechada? ¿Y no, por coherencia de lo
antedicho, de pícara? En toda empresa altruista campea el bienintencionado
voluntario y el ambicioso recaudador. Aquel que emplea su tiempo y energía desprendidamente
y el que los consume con afán de lucro. Las ONG no son nidos de santidad. La
gracia del santo radica en los corazones humanos. Lo vergonzante es que haya
sueldos salpicados cuando hubieran de cubrir todo el organigrama corporativo o
ninguno. Idéntico espíritu y diferente reconocimiento no parece un modus operandi adecuado. Repito: España conoce
la caridad. Lo que no estorba que mandamases de organizaciones varias se
embolsillen contantes y sonantes réditos. ¡Ojito con las ONG! Hoy te demandan
una limosna y mañana dos y pasado tres y todo justificado con lo humanitario. Y:
¿Por qué pecan de elitistas? ¿Por qué en ellas parecen trabajar bajo sueldo
solo adelantados intelectuales? ¿Por qué un centrípeto de títulos no tiene
acceso a la “solidaridad” remunerada? Legión son quienes contribuyen a la causa
bienhechora en silencio y sin renta ni diploma. Sin ONG de por medio. Con
rectitud se allegan al menesteroso. Le entregan un trozo de pan o un donativo. Incluso
bollos enteros y huchas atiborradas. No requieren ser representados por nadie. Ni
recelan el destino final de sus metales. Gente del común. No engrosa ninguna
estadística. Nadie la reconoce en el exterior ni en despachos tocados con la
gracia dadivosa y nómina fija al mes de sus ocupadores. La verdadera santidad
germina en ella.
***
Martes, 10 de diciembre de 2013
MEMEZ OFICIAL
¿Aprender a pensar?
Superfluo. Estamos de paso. Suficientemente corta es la vida para emplearla en
estrujarnos la mollera. Cada estadio impone El
ritmo. La infancia adquiere atributos de tobogán. Optimismo y osadía están
atiborrados de juventud. La adultez se ralentiza con falsas apariencias y con
acumulación de bienes. Son sus rasgos característicos. Una bofetada con la mano
abierta nos endilga la vejez: ¡Plaf! Es tarde para reaccionar. Nos resignamos a
la muerte.
Dedicar una fracción de tiempo a reflexionar. Cimentar la mente. O
compartimentarla. Absurdo e innecesario. ¡Vamos a extinguirnos! Ni uno quedará
para twittearlo. Números e ideas aproximan el final: respectivamente disminuida
y arrasada quedan Matemática y Filosofía en la
ESO. Más aún: una y otra se complementaban.
Pregunto: qué hay en el mundo que sea relación numérica o idea abstracta. Quién
sostendría que el lenguaje no es matemático y el comportamiento praxis filosófica. La LOMCE ha nacido con ínfulas
de guía espiritual. ¡Y voy yo y me lo trago!
¿Pensar? ¿Resolver derivadas? ¡No!
Silogismos e integrales diluyen el tiempo de los zagalones de liceo. Los mismos
que mañana habrán de representar a una generación de necios. La mía también lo
es. Sufrió la LOGSE. No
adquirió conciencia de borrego. Hoy los adolescentes de toda España deberían
patalear y no resignarse a la tontura. Que lloriqueen si es necesario.
Impártase Filosofía moderna. Un pienso, luego existo a tiempo combate la
melancolía. Spinoza y Leibniz investigaron desde la Matemática y la Ciencia. Enséñense
a contra-ley. Hume dudó de la existencia de Dios sin rehuir su concepto. Húrguese
en ello a contra-norma. Kant se ocupó de la ética y la estética. Nietzsche de
la tragedia. Indáguense a contra-decreto. La “politología”, de Hobbes a Hegel,
acaso alumbra al ciudadano. Wittgenstein estableció la distinción entre
verdad lógica y contingencia. ¿Qué querría decir? Gracias a la LOMCE los muchachos de 4º de
la ESO nunca lo
sabrán. O sí: mal. Tarde. Y no con el concurso de la educación oficial. La
extraoficial es otro cantar. Ya hay padres-“docentes” formando a sus hijos en
casa. Cada vez son más numerosos. Y
bien que lo hacen. De la
Universidad no hablaré. Es una secta.
***
¡QUITE DE AHÍ!
Dice una sentencia latina:
Nulla ethica sine aesthetica. O su
equivalencia castellana: No hay ética sin estética. Lo que llevado al terreno
de la censura sería: Mal haces caminando por el carril bici si no quieres
malear y/o afear la realidad. Es de Perogrullo. Los caminantes valientes están
pasados de moda. No se envalentone nadie pues caería en una horterada
inexcusable. Estilísticamente no casan una americana o un pantalón con un maillot o un culotte. Ni una gorra campera con un casco aerodinámico. Ni una
gafa Ray Ban de calle con una Okley sport. Cualquiera embutido en tal
ropaje y con esos complementos desentona con la exquisitez indumentaria del que
pedalea: colores chillones de atuendos con entalle barajados al tuntún. Y con
su filosófico medio de locomoción: la bicicleta. Caminar no le va en zaga a pedalear.
Quien acciona el pedal no puede ir marcha atrás. Quien da un paso lo desandará
tarde o temprano.
Bromas aparte y en parte porque practico
ciclismo, en parte porque me da la gana, repruebo a quienes invaden mi carril. Y les llamo desaprensivos.
Gente de poco fiar. Microscópicos morales. ¿No se percatan que su perrito
suelto o encadenado o su niñito con la motito pueden provocar el despeñamiento
del ciclista? Cuando no se interpone la caca del can que es cepo para la rueda
y un engorro para el lavador de la bici. ¿No ven que disponen de una acera
amplia y despejada por donde poder caminar? ¿Es que el verde que te quiero
verde del carrilillo les obnubila la mente y ya no son capaces de distinguir el
dibujo que lo designa? Bien claro está. Los fabricantes y vendedores de timbres
para bicicleta se estarán frotando las manos. De no llevarlo encima tendría que
engolar la voz el ciclista y vocear ahogado por el esfuerzo o por el frío que
ya pela. Bicicletas y autos se tiran los trastos a la cabeza. Autos y peatones
ídem. Peatones y bicicletas no menos. ¿Obviamos que una bici puede circular,
legalmente, por donde de sólito lo hace un automóvil aunque no un peatón? A no
ser que en la trayectoria elegida haya un carril habilitado para ella o para
ella y él. Lo que no resulta tolerable es que un transeúnte mancille con sus
suelas la grava que ha de hollar el caucho de la rueda del vehículo a pedales.
El ciclista se ejercita. El peatón no. Por mucho que algunos sostengan que
caminar aprisa constituye una actividad deportiva. Me río yo de eso e invito a
pedalear a cuantos prefieren caminar pudiendo dar pedales. Un poquito de por favor,
hombre, que no se diga. Es hora que se respete al ciclista y se le deje el
carrilillo despejado hasta el infinito y más allá. Obstaculizárselo no es bueno
y por ende queda feo.
***
Martes, 26 de noviembre de 2013
UN IDEAL REAL
Hoy me es dado revolotear
sobre campos de pedagogía. Posarme en la flor ideal con afán de extraerle el néctar.
La ca(u)sualidad ha desencadenado
todo: una proposición educativa recibo y veo TV desarrolladora de esa sugerencia.
Aludo a la enseñanza infantil y, por inclusión, al Jardín de Infancia. Allá
donde las flores huelen a juego. A curiosidad insatisfecha. A alada inquietud.
Edén muy equiparado con vergeles monárquicos o plebeyos por recortaditos que
luzcan. Cada niño es una flor requeridora de agua y sol con que reverbera la
vida. Este abejorrillo se regodea en pétalos de ese jardín soñado.
La escuela ideal resulta real. No emplea
libros de texto. Éstos son manufacturados por los propios alumnos. Los maestros,
versados en el arte de la ecología mental y espiritual, aspiran al súmmum: la
completitud educativa del individuo desde la multidisciplinariedad: cualquier
ejercicio es valedero para prosperar en diversas áreas del conocimiento. La Matemática no amonesta
a la Lengua. Música
y Arte campean a sus anchas. Se flirtea con la Naturaleza a modo
budista: respetando a todo ser vivo.
Los niños suben a árboles o encienden hogueras sin mechero o saltan arroyos y
escrutan guijarros.
El mundo occidental no tolera este tipo de
educación. Codazos y empellones devienen necesarios para vivir con el prójimo.
El virus maligno lo inocula con saña la competitividad. Por ella y con ella han
sido creados horarios y jefes y nóminas y jornadas laborales insufribles. El
niño-hombre lo hallará todo hecho y la aventura de construir se convertirá en
planillo de ruta. Cada mañana evocará a sus maestros hippies y se preguntará
dónde habrán dado con sus huesos. Tendrá la mente edificada y trabajados cuerpo
y espíritu. Yo no sé si reconocerá a Sol (fuerza) y Luna (misterio) como
aliados. En esa escuela, tempranito, se reza un poema. En otras el
Padrenuestro.
Tal escuela existe. No invento nada.
Comenzó su andadura en 2007. La vieron nacer las Baleares. Desconozco el lugar
exacto. No recuerdo su nombre. Sí la serena melodía de las voces de sus
maestros. Parecían felices. Relajado el semblante. Y con la convicción de estar
obrando bien trasparentada en los ojos. Cuán necesario es un maestro seducido
por su labor y unos alumnos-esponjas que lo agradezcan día a día. La soledad
del educador se suaviza con el aprendizaje del educando. No meramente mental.
Sino ocular. Táctil. Olfativo. Auditivo. Espiritual. Ése que sirve para toda la
vida porque lo retiene la memoria sin apuntalamientos. Volcándolo hacia el
interior.
***
Martes, 19 de noviembre de 2013
PERIODISMO VS HUMANISMO
El periodismo humanista ha
muerto. ¡Doblen campanas por él! No así el tecnológico. ¡Pitos y flautas en su
honor! Antes se trastabilla en el empedrado de medios cualquier inexperto en el
manejo de nuevas tecnologías que un inculto. ¡A los leones con el primero! ¡Ensalzad
al segundo! La escasez de cultura no es óbice para ser periodista. Qué más da
haber leído pocos libros. O haber viajado poco. O escribir regular. O no
expresarse oralmente con corrección. O no comprender a grandes rasgos la
realidad que nos circunda. O no saber más idioma que el propio. Lo que importa
para desempeñar óptimamente esta maldita profesión se aleja a pasos agigantados
de todo eso: ¡Monsergas son! Quien vagabundee sin sobresaltos por las redes
sociales. Quien sepa registrar y ensamblar un video. Quien resueltamente maneje
una cámara fotográfica digital réflex. Quien haga de trilero con el photoshop.
Quien pasee por Casa-Internet como Pedro por la suya. Ése, y no otro, podrá
“subsistir” como periodista.
Que haya o no leído a Larra es
indiferente. Que conozca o no quién fue y qué dejó escrito Francisco Umbral no
lo es menos. Que le interese o no la Historia o la Economía o el Derecho o la Filosofía o el Arte,
igualmente. A lo último solo tendrá que empaquetar y enviar información con el
marbete ¡urgente! al departamento de turno: el de desembalaje y lanzamiento
espaciotemporal de la noticia para su consumo. Tampoco vale especializarse en
prensa o TV o radio. Hacer muchas cosas y ninguna satisfactoria, por dispersión
de la atención, parece ser la consigna. En otros términos: mediocridad. O,
mejor, bajura. Desempeñar medianamente bien o medianamente mal el trabajo
rutinario. Obviar la excelencia informativa cuyo principal apoyo es el
contraste de la información. Armar bulla. Montar zapatiestas. Esto en el terreno
televisivo que es seudo-periodístico. Entretener con lo que otros han ideado en
el radiofónico que es, como si dijésemos, para niños y niñas. Parrafear sin
medida y al birlibirloque, con tal de rellenar hueco, en el escrito que es para
jactanciosos. ¡Qué estupidez! ¿Y el DVD (Discurso de Valores Dominantes), o
pensamiento único, que dice: Sé acaparador y activo y triunfarás en el mundo
periodístico. No tengas prisa por cobrar, ni por que te contraten, estás
invirtiendo en tu futuro? Yo respondo: ¡Bah! Así que empleen a otro. Y
deflagro: ¡Antes soy humanista que periodista!
***
Martes, 12 de noviembre de 2013
DES-SEVILLANÍA
El pasado miércoles
se cumplió el quincuagésimo aniversario de la muerte de Cernuda. Lloré por él.
Solito en mi estudio. Acodado en mi mesa de trabajo. Frente a mis libros. Sevilla
no supo aclimatarle. Lo ninguneó. Lo despidió. Lo expulsó. ¡Era su poeta! Capaz
de erosionar muros de contención. O de hacerlos temblequear. O de tumbarlos
directamente. La moral es de cemento. Los escrúpulos son de hormigón. Los
versos de Luís endiñaban mamporros al pecho. Puñadas a la conciencia. Zamarreos
al espíritu.
Cuentan que lo hallaron tirado en el
suelo con un batín burgués de estar por casa. El 6 de noviembre de 1963. En
México. Allá se exilió. Allá se des-sevillanizó. Qué pensaría él de la
palabreja “sevillanía” y de lo que ésta entraña: vetustos usos y costumbres.
Hay seres que permanecen fuera de la órbita concéntrica de las tradiciones.
Respiran aire descontaminado y se sienten infelices si se les obliga a comulgar
con ello. Lo tradicional sosiega y desgasta y deja sobre el alma una pátina de desabrimiento
y sequedad inconmensurable. Confundirlo con lo clásico es una patochada. También
existe una tradición moderna. Cernuda era un clásico moderno. Otros dirán: ¡la
tradición es sagrada! Luís huyó de Sevilla porque ya no podía más. Los
encorsetamientos sociales y el clima general de grisura de Hispalis le impelieron a desertar.
Su patria fue la poesía. Su salvación, el verso. Éste no le salvaguardó de nada. Aquella no le dio carné de identidad
nacional de ningún tipo. Amigos tuvo pocos. Recuerdo una fotografía en que él
aparece. Es en una playa del sur. Se le ve corriendo junto a otras personas.
¿Gente de letras? ¿Algún poeta? Exhibe una risa forzada: el ocio deviene esclavizante
si es obligado. Otra instantánea: Luís sentado en el murete del Paseo de Cristobal Colón con el Guadalquivir
al fondo y, muy cerca, la Torre
del Oro. Imposible negarle “sevillanía” en la manera de vestir. Era Dandy.
Siempre impoluto. Siempre formidable. Siempre tendencioso. Polito entallado y
pantalón sutil. Zapatos bicolor. ¿Airearía perfume?
No son así sus versos. Que están hechos
de otra pasta. Al ser se va por el camino
del no ser. Las hechuras de Luís impugnan su poesía. La poesía de Luís
impugna sus hechuras. Lo mismo le aconteció con Sevilla. Mutuamente se
contradijeron. Es uno de nuestros poetas más sobresalientes y nadie habla de él.
Yo enuncio: Señor, perdónales, porque no saben lo que no leen. Hay poemas suyos
que parecen conciertos para clarinete y oboe. No para charanga y pandereta.
Algo de marcha funeraria tienen otros. ¿“Sevillanía”?
***
Martes, 5 de noviembre de 2013
AYER COMO HOY
¿Habré de vocear: ¡basta ya!? ¿Y de omitir: ¡gentuza!? ¿Que a qué tanta y tan jaleosa displicencia? Lo diré. Políticos corruptos e incorruptibles hay. Políticos incorruptos no. Aludo a quienes contravienen la ley natural de la putrefacción post mortem. Harto de todos me hallo. Ni uno en zona franca dejo y que me tilden, ahora, de extremoso. Qué pobrecito hablador soy. Qué nostálgico de una verdad en plenilunio: cuartos crecientes y menguantes me hastían y dejan inquieto. No me callo: ¡gentuza!
Todo viene de atrás.
¿Cuándo brotaría en nuestro ADN la
picaresca?
Me allegué al teatro deLa Villa a ver El Buscón de Zurro. La primera fila
suele reservarse a políticos chupópteros y otros pájaros de zigzagueantes
vuelos. Ni la espuma de una sola butaca de las que la componen fue hendida y
arrugada. Comprendí el motivo del desistimiento: la obra mezclaba tiempo y
espacio del Siglo de Oro y del actual de lata. Pablillos era al par pendenciero
y trilero, timador y ladrón, mendicante y político. Voceaba. Persuadía.
Engatusaba. Sustraía. Liaba. Embaucaba.
He aquí el elenco de actores: Pablo Gómez Pando, Manuel Monteagudo, Juan Motilla, Manuel Rodríguez, Antonio Campos, María Paz Sayago y Paqui Montoya. Todos me retrotrajeron al presente más pernicioso. El del hombre que acecha al hombre para zampárselo. O ese en que el hábito no hace al monje. O el de los arrieros que topan a los otros arrieros y les imprecan maldiciones. Abandoné el recinto escarnecido con mi condición humana. Menos mal que nunca se me ocurrió ser adalid de nada ni de nadie. Me gusta ir libre por la vida. Hasta ser un snob: yo también acuño la moneda con la efigie de un tunante en la cara y en la cruz la de un desaprensivo. Lo dijo en TV aquel analista de órdago: “el pícaro engaña para subsistir; el sinvergüenza, para enriquecerse”.
Me allegué al teatro de
He aquí el elenco de actores: Pablo Gómez Pando, Manuel Monteagudo, Juan Motilla, Manuel Rodríguez, Antonio Campos, María Paz Sayago y Paqui Montoya. Todos me retrotrajeron al presente más pernicioso. El del hombre que acecha al hombre para zampárselo. O ese en que el hábito no hace al monje. O el de los arrieros que topan a los otros arrieros y les imprecan maldiciones. Abandoné el recinto escarnecido con mi condición humana. Menos mal que nunca se me ocurrió ser adalid de nada ni de nadie. Me gusta ir libre por la vida. Hasta ser un snob: yo también acuño la moneda con la efigie de un tunante en la cara y en la cruz la de un desaprensivo. Lo dijo en TV aquel analista de órdago: “el pícaro engaña para subsistir; el sinvergüenza, para enriquecerse”.
Corrijo, pues, mi aserto de antes.
Nuestra clase política no es de pícaros por más que se encabezone en
parecerlo. La dignidad no le alcanza para inducir una invención o reinvención
quevedesca. ¿He de elucidar que alguno de sus miembros se libra de tan soez
escarnio? No hay antropónimo adjetival que le dibuje. Ni gongorina. Ni
lopeniana. Ni cervantina. ¡Más quisiera ella!
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