viernes, 28 de junio de 2013

75/ Impoluto manierismo

En el vigésimo octavo atardecer de la sexta cuota de 2013 rindo, al fin, viaje. Gárgoris y Habidis merece cum laude en excelencia literaria. Mi periplo alboreó antes de extinguirse el postrero mes. Próximo a consumirse junio, expira. Seis intervalos que no pueden hurtarse a la memoria. Seis coletazos de exógeno tiempo sin tiempo ni espacio, ni endógeno ser. No he descifrado nada análogo en materia de imaginación: Novecientas cincuenta y cinco páginas del más impoluto manierismo. Para muestra baste un botoncillo (inquiero: ¿Quién enunció no sé qué capítulo de Rayuela?): “La otra [la otra verdad], la de los agamenones, pide claves, jeroglíficos, rodeos, aduanas, adverbios disfrazados de nombres propios, sílabas heridas, géneros epicenos, sinécdoques que son metonimia de una prolepsis, irrepetibles trampantojos de sibilantes y guturales haches parlanchinas, iotacismos, triptongos gangosos, ultracorrecciones cacofónicas y paronomásticas ortoépicamente pronunciadas con zazosas apofonías que acurrándose no hacen sino elidir predorsales licuantes e implosivas con la sola finalidad de sincopar la sobresdrújula al quiebro articulatorio del fonetismo sandungueramente interdental proferido con húmeda lasitud por una experta lengua de trapo” (Fernando Sánchez Dragó. Gárgoris y Habidis. Pág., 417. Ed: Planeta). El filólogo más docto (o sabidillo) exclamaría: ¡¿Mande?! Y yo, presuroso, indago: ¿Alguien ofrece más? ¿Alguien posee arrestos para emular, siquiera, el aliento ígneo de tan magnus opum? ¡Bah! Me descuajaringo ante F. S. D. Y que arreen los que vengan a la zaga.  

lunes, 24 de junio de 2013

74/ Sanjuaneando...

Retorno a Itaca o al paraíso. Danza de lobos esteparios. Anarquía feliz. Para F. S. Dragó no era otra cosa la magnánima noche de San Juan. Desobstruyo paréntesis: Qué neurosis y qué maravilla de concepción. Clausuro paréntesis. Razón no le faltaba al preferible barrabás de los ensayistas díscolos e iberos. Rememoro mis taumatúrgicas duermevelas del Bautista. ¿Dónde? En el no menos taumatúrgico enclave de San Juan del Puerto (Huelva). Cómo soterrarlas: Camaradería y sicalipsis o embriaguez y, oh, corazón roto y vuelto a restituir. Penélope indagada. Penélope gozada. A más de Zenobia en extravío o, ay, mórbida y morbosa a carta cabal. Quítese lo postrero. No ambiciono reminiscencias de tal calibre ni de tan estruendosa vitola. Sí, que mis venideras noches de San Juan sigan perforando lo consuetudinario. ¿En aras de qué? De la sacrosanta individualidad. Oh, menesteroso de mí: Ya no volverán aquellos que fueron y se fueron...

lunes, 3 de junio de 2013

73/ Villa Adriana (সে)

En el Templo de Villa Adriana el estilóbato es el dolor. Vendría a ministrar sostén de fuste la soledad. Un bajorrelieve reza: Fiel a estar sola. Jo. ¡Ya es mala pata! ¿Viento opuesto? Amainemos velas, qué remedio. El collarino del capitel se erige en voluntarioso esfuerzo creador. Ingresa otro bajorrelieve: Lloré pétalos de una flor mermada. Once campanadas, un campanillazo: Dos tónicas correlativas. De acarrear “pétalos” el golpe de voz en el 2º pie habría resollado un heroico pleno hermosísimo. Lástima. El morbo de la poesía post-postmoderna: La libre cacofonía del verso libre. En granadí: De naíca se puede culpar a la constructora del Templo. Carne de post-postmodernidad como todos. O casi todos. Ay. Prosigo. El equino pasa péñola en ristre por ligero juego de muñecas. Fantásticamente estampado en: (…) antropomórfica/ antropofágica/ antropogangrenosa/ antroponoquieroseguirestamuerte (…) Y el ábaco se perfila con buril de carácter alborozado. ¡Bien, muy bien! Pero no aquietaré mi trote aquí. El arquitrabe del entablamento adquiere fisonomía de caletre humeante. ¡Rebién! Su friso frisa en egocéntrica chispa lírica. Acaso, ya, no tan bien. Aunque he de apostillar: Todos los líricos adolecen de ella (¡io sono il centro del mondo!). La cornisa se despacha a modo de cavilaciones, augurios y conjeturas emotivos. ¡Mejor, asaz mejor, que bien! Y el frontón convoca un paralelismo: El existente entre la necesidad de esculpir y la personalidad depresiva de quien esculpe. Con un colofón: La acrótera del perfeccionismo indagado a machamartillo. ¡Requetebién! En Villa Adriana hay un Templo recoleto y pizpireto nominado Parches. Yo no lo distingo de esa guisa. Su traza arquitectónica es ataraceada con perfiles pintiparados a los de su artífice. Y más post-postmodernuras: Ningún (cuasi ningún) signo de puntuación se ofrece al visitador. Sí hay convergencias fónicas asonantes y consonantes que amoscan los ojos. Impaciencia con obediencia, verbigracia, en la columna nº 20. Y lagrimean los míos al contemplar una gavilla de inscripciones en que sobresale: Caigo del columpio por querer ir al cielo/ Otra herida en las rodillas/ y mi madre diciendo/ La caída duele. Para abortar mi lloro lo tomo por el flanco bueno: Cielo, goce. ¡Quetra! No puedo por menos de inquirirme: ¿Complejo de culpa suscitado por una promiscuidad terapéutica y desbocada? No lo anhele Buda. ¡Viva ese puerto perpetuo de sí retorno! Apretujaría yo a la hacedora del Templo por el vigésimo noveno y trigésimo grabado. Sendos son fantásticos sin pera ni pero. Y cavilo (mal que me pese) en la color mortuoria de las columnatas. ¿Reflejo del potencial creativo de la constructora? ¿Mera mácula originada por las mordeduras del Tiempo? O, tanto vale: ¿Personaje o Persona? Espero (a más no poder) lo primo: Personaje. ¿La espera? ¿Quién espera? Quién no espera. Ay. Concluyo: La Piedra del Santuario podría ser zen. O sea: De un budismo a base de sosiego intemporal. Como las habidas en Nanzenji, Kioto. Lamentosamente barrunto no será así. Porque Piedra...: Elemento inerte./ Sempiternamente/ nace y, oh, fenece/ a tiempo perenne. Entre pros y contras he conocido (burla burlando) el Templo de Villa Adriana. ¿Qué aún no he desvelado qué sobrenombre le endilgo? Este (en bengalí): সে.