viernes, 26 de diciembre de 2014

172/ "Vivir es ver volver"

Sobre Historia de una escalera… (Antonio Buero Vallejo. Austral. Barcelona, 2013. Acto segundo. P, 90. Urbano a Carmina hija): Más vale ser un triste obrero que un señorito inútil… Pero si tú me aceptas yo subiré. ¡Subiré, sí! ¡Porque cuando te tenga a mi lado me sentiré lleno de energías para trabajar! ¡Para trabajar por ti! ¡Y me perfeccionaré en la mecánica y ganaré más! La creencia y el propósito de Urbano es repetido. Al final del primer acto otro personaje (Fernando) parlamenta lo mismo, usando otras palabras, con Carmina madre. El ciclo de la vida. Dijo Buero: “Vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable”. Retorno maldito si retorno insufrible. La vida de estos personajes deviene, me parece, insufrible. Juzgue el lector. España. Año diecinueve. Escasez. Ruindad. Amor no escuchado. Desamor buscado. Engaño. Arcas vacías. Sueños por materializarse. Aprendizaje parental. Sueños truncados. División social. Política. División por sexos. Orgullo de clase. Ganduleo. Soledad. Traición. Corazón roto. Pasividad. Desprecio de clase. Frustración. Muerte. Y todo ello en un conjunto armonioso: la vida. La vida es una tragicomedia con infinitos personajes e infinitas situaciones y acciones. El teatro de Buero es, sencillamente, perfecto. Reflejo del vivir que no es sino batallar. Y subir y bajar la escalera de nuestros días es vivir. Solo aquellos que osen cambiar de portal (de vecindad) alcanzarán la dicha. La vida es cambio. Leer a Buero es leer la vida. Con independencia de qué vida. Y de en qué lugar y en qué tiempo se desarrolle ésta. Teatro universal. Teatro omnipotente: omnipresente en todas las conciencias. Juzgue el lector. España. Año cuarenta y nueve. Escasez. Ruindad. Amor no escuchado. Desamor buscado. Engaño. Arcas vacías. Sueños por materializarse. Aprendizaje parental. Sueños truncados. División social. Política. División por sexos. Orgullo de clase. Ganduleo. Soledad. Traición. Corazón roto. Pasividad. Desprecio de clase. Frustración. Muerte.   

lunes, 22 de diciembre de 2014

171/ Un asombro

Ignacio Camacho ha aleccionado a muchos articulistas al escribir Almendras amargas. He dicho: articulistas. No periodistas. No literatos. Literatura y periodismo van por otro sendero menos sendereado. Opinión personal. El artículo se sitúa entre el arañazo superficial y el desgarro profundo. Entre la opinión y la anécdota. Juzgo el texto de Camacho obra maestra de este género. Me regocija toparme con un ejercicio lingüística y sintácticamente exigente que no obvia el barroquismo. Lo es…, barroco. También se encuentra cargado de ideas. Es barroco, barroquillo, con ideas. Y eso se agradece. Antes he sostenido que la prosa opinativa es superficial. Ahora apostillo: felizmente no siempre y, más felizmente aún, no en toda pluma. Antes he sostenido que la prosa literaria es profunda. Ahora apostillo: desgraciadamente no siempre y, más desgraciadamente aún, no en toda pluma. Especificado queda. Hablaba del artículo premiado de Camacho. Porque no se premia a un periodista. Se premia el texto que éste ha elaborado. He aquí el quid de la periodística cuestión. La elaboración. Estrujarse el cerebro a fin de hallar la mejor forma de decir algo. Entregarse, al máximo, el dicente. No correr. Lo que deviene harto improbable en la esfera periodística actual. “Escríbeme despacio, que tengo prisa”. Elaborar y deleitar. ¡Tate! ¿No es esto más propio de la literatura? Bueno: sin deleite. Pero elaborando. Hasta el hartazgo. Camacho lo hizo. Se nota en el cuerpo de su artículo. O eso creo yo. Para lo cual no hay que dejarse llevar por la cantidad que tanto seduce al escritor barroco. Sino por la calidad que tanto satisface al filósofo. ¡Ea! Ya llegamos a donde, bajo ningún concepto, quería llegar yo: a la Filosofía. ¡Vaya, hombre! Hace tiempo me convencí de que ésta está presente en todo acto literario. Y que los demás opinen (o piensen) lo que quieran. Al mundo: ¡Qué gozada dar con un artículo casi literario, casi filosófico, en estos tiempos de indigencia filosófica y literaria! Qué gozada y qué asombro. Y el periodismo exento de mezclas que aprenda de ese pseudo periodismo literario y filosófico que, al par, no es literatura ni filosofía y es las tres cosas: filosofía, literatura y periodismo. Lo contrario (que éste se nutra de aquél) también es deseable. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

170/ Doble vida

En cada época la literatura ha incomodado a alguien. Convertir un hecho grave o liviano en otro literario no es plato de gusto para todo quisque ni, aún siéndolo, lo sería siempre. Se juzga entrometido. Se juzga peligroso. El convertidor se mete en camisa de once varas. Pero no hay escapatoria. Tiene que hacerse así. Aquél debe acometer esa labor si la lleva en la cabeza, si en el corazón, si en el alma. Más aún cuando el texto de marras cauteriza heridas. El día seis del mes nueve del año dos mil doce puse a buen recaudo un PDF. Fue publicado en el periódico El Mundo. En él se habla de una novela, de su protagonista principal y de quien la escribe. Es ésta hija de aquélla. Justo al contrario de lo que viene a ser lo habitual. Y aquélla fue bipolar. Y de aquélla abusó su padre. Y finalmente aquélla se suicidó. Años después de tan aciagos hechos nació la novela de que hablo. Ésta: Nada se opone a la noche. La escribió Delphine de Vigan. Yo sabía que ese PDF emergería hasta la superficie de esta bitácora en forma de post. ¡Para lo cual han tenido que transcurrir más de dos años! Hoy he releído el PDF y se me han erizado hasta las cerdas de las cejas. Me pregunto por qué Vía Crucis no transitaría de Vigan para resolver escribir tan polémica historia. Dos ideas suyas me han zarandeado. Una: que la literatura hipnotiza (no exorciza) los demonios personales. Y dos: que para elevar un hecho al nivel literario, primero hay que transformarlo en palabras, y luego esas palabras en literatura. Aumentando progresivamente (es claro) la dificultad de ejecución. Hay quien se salta el segundo paso a piola. Hay quien el primero. Yo, hoy, también creo que la literatura hipnotiza (y no exorciza. No porque sí) los propios fantasmas. Pero no solo hipnotiza. También vivifica al autor y, por ende, al lector. Hay individuos (entre los que me incluyo) a quienes, sin ella, les falta el oxígeno. Inadaptados de un mundo en que no se lee. O: en que no se lee literatura. O sea: ficción. No todo de Nada se opone a la noche aconteció en la vida real. Lo que siempre digo: imaginar es vivir dos veces.     

jueves, 11 de diciembre de 2014

169/ Sempiterna Granada

Montefrío (Granada).

Ir a Granada es extasiarse con una de las joyas de Andalucía y de España. E ir a Montefrío es pisar lo que otrora fue frontera entre el reino nazarí y el cristiano. Subir a su Villa en diciembre es pelarse de frío. Y sacar una panorámica desde el campanario de ésta es mirar con ojos de adulto el mundo que uno veía, desde tierra, cuando era niño. Ir a la Sierra Nevada (después de 19 años sin visitarla) es remontarse a una época en que vivir era soñar. Y todo en diciembre (tres bajo cero) y en el corazón el suspiro de Federico (que no Boabdil) y su irrefrenable eco. He estado en la ciudad andalumora durante el puente de la Constitución. Y en lo que menos he pensado ha sido en ella: en la Constitución. Rodeado de buena gente, en un ambiente gélido y festivo, los unos de izquierdas y los otros de derechas y yo en medio. La vida es eso. Ir y venir, estar e irse, siempre con una sonrisa y derrochando buenos modales. ¿La Constitución? Yo no la voté. Sin embargo me alegro de que exista. ¿Mi gente? A esa la voté y la votaré toda la vida. Mi gente es y no es constitucionalista. Ella no entiende de política y sí de amistad. Granada, Montefrío, la Sierra Nevada en mi corazón y en mi mente de un modo particular. Y a la política que le zurzan.   

viernes, 5 de diciembre de 2014

168/ Libertad bajo palabra (tomado de Octavio Paz)

Haré una confesión: amo los dichos y las frases hechas. En el Diccionario de dichos y frases hechas, de Espasa, confluyen verdaderos tesoros. Unos 5000. Amén de 3000 variantes de los mismos. En el prólogo del ejemplar que manejo se enuncia que refranes y proverbios quedan fuera de la mentada categoría. Al parecer hay otra nomenclatura menos deslindada. A saber: locuciones y modismos. Las primeras, a veces, funcionan como piruetas lingüísticas. Los segundos podrían pasar por hábitos del lenguaje. El néctar de estas flores radica en la interpretación. El modismo no cabe ser interpretado dejándose uno llevar por el sentido de las palabras que lo forman. La locución, a veces, se deja interpretar y otras no. Ejemplo de modismo: “De buenas a primeras”. Ejemplo de locución: “De buenas a primeras”. Aireo el mismo ejemplo y la misma chanza que Alberto Buitrago en el mentado diccionario. Él es quien lo prologa y recopila los dichos y frases hechas por que resuella éste. Para el prologuista y recopilador la locución y el modismo son una y la misma cosa: expresiones para cuya interpretación se requieren filtros. ¿De qué pelaje? Léxicos. Semánticos. Sociolingüísticos. Dejaré aquí, agavilladas, cinco de estas flores. Una: “A bocajarro”. Quiere decirse que cuando uno sufre un disparo desde una muy corta distancia, la señal que queda en su cuerpo es grande y redonda, como si, en vez de por el cañón de una pistola, le hubiesen disparado por una boca de jarro. Otra: “A bulto”. O sea: Sin pensar, aproximadamente, o considerando solo lo más importante. Otra: “A machamartillo”. Es decir: Firmemente. Fuertemente. Con insistencia. Otra: “Habló el buey y dijo mu”. O (tanto monta): que ha hablado quien menos debía hacerlo, [o] a quien menos caso se le va hacer. Otra: “Venir al pelo”. Con claridad: Ser algo o alguien muy oportuno y conveniente. Expresiones todas ellas sin corsé. Por algo tenían que gustarme tanto. Volveré sobre esto, creo, en otra ocasión.            

miércoles, 26 de noviembre de 2014

167/ Anotaciones

Texto: La esfinge. Autor: Edgar Allan Poe. Subrayo: pavoroso reinado del cólera. Nota 1ª: sugestión del protagonista. Sigo leyendo. Subrayo: la mortalidad fue en aumento. Nota 2ª: otra sugestión del protagonista. Sigo leyendo. Subrayo: El mismo aire del mar parecía impregnado de olor a muerte. Nota 3ª: esta idea, creo, se encastilla en un cuento de Gabriel García Márquez. Sigo leyendo. Subrayo: Mi anfitrión, de temperamento menos excitable (…). Y esto otro: (…) entendimiento acentuadamente filosófico (…). Nota 4ª: ¿por eso él no ve al monstruo, por su temperamento menos excitable? Sigo leyendo. Subrayo: (…) ciertos libros (…). Además de: (…) presagios (…). Nota 5ª: ¡otra sugestión del protagonista! ¿Cuántas van ya? Sigo leyendo. Subrayo: (…) presagio de mi muerte (…). Nota 6ª: el detonante de la superstición es el miedo. El detonante del miedo es el error de perspectiva. Sigo leyendo. Subrayo: Mi anfitrión, sin embargo, había recobrado en cierta medida su aire calmado y me preguntó sucintamente por la conformación del ser imaginario. Cuando le hube satisfecho por completo a este respecto, suspiró profundamente, como si se sintiera liberado de alguna carga intolerable y comenzó a charlar, con una calma que me pareció cruel, de varios puntos de filosofía especulativa que hasta aquel momento habían constituido tema de discusión entre nosotros. Recuerdo que insistió muy especialmente, entre otras cosas, en una idea. Decía que la principal fuente de error en todas las investigaciones humanas reside en el riesgo que corre el entendimiento al subestimar o sobrevalorar la importancia de un objeto, solo por la estimación errónea de su cercanía. Nota 7ª: la idea principal no es sino que el valor de un objeto dependerá de su cercanía o lejanía respecto del observador. Me sorprende que el protagonista aireé las bondades de un pensamiento refractario de toda sugestión y el suyo, en cambio, la padezca. Nota final: Poe no ha rayado a la altura. Profunda nostalgia de Ligeia y Berenice. Paso, pues, a otra cosa.  

martes, 18 de noviembre de 2014

166/ Un feliz hallazgo

Adriana Schlittler Kausch ha escrito: “Pasos hendidos. Duelos y augurios oscuros./ Plano cenital y las cabezas son manchas desfilando sobre el frío/ azote del invierno./ Armenia es ese tejido.// Ellos caminan mirándose las nucas. Plano y contraplano: en un/ lado del mundo los albaricoques se pudren./ Un país es más que sus huellas.// Era el tránsito, era la verdad tan profunda como las líneas de las/ manos. O el refugio donde la paz no descansa en el regazo./ Armenia es la mirada en punto de fuga.// Abril se despereza en las zanjas de los mapas. Muerte y enigmas./ Plano general./ Armenia son cuerpos encima de otros cuerpos.// Y allí brillan los campos. Se levanta la mañana y llueve en Ereván./ Una ciudad pare sonidos de campanas. Fundido a negro./ Yo nunca estuve en Armenia”. Significativo poema. Título: Armenia. Ubicación: Estación Poesía (nº 2). Lo he leído al par que escuchaba Adagio for Strings, Op. 1, atacado por Samuel Barber, Thomas Bowes y Joseph Swensen: ¡Wake up total! Mi gratitud, Adriana. PD: siento un gran regocijo interior cuando un poeta lírico (poetisa en este caso) sale, o aparenta salir, de la 1ª persona del singular para acogerse a la 2ª o a la 3ª del mismo tiempo o incluso a la 2ª o a la 3ª del plural. La voz y el talento pueden servir para algo más que una terapia íntimamente distintiva. El mundo requiere llamadas de atención. O: tirones de oreja. O: zamarreos espirituales. Tanto monta. En definitiva: un despertar generalizado. Juzgo toda poesía (¿también la lírica?) como algo que trasciende los fantasmas de su ejecutor. El poeta puede (ojo: no digo debe. Cada cual que escriba lo que se le antoje) atestiguarlo. Este poema-secuencia de Adriana ha puesto en órbita mis neuronas. Hay en él una belleza subrepticia. Sí. Pero su mensaje es más fuerte. Pero su mensaje cautiva más.       

viernes, 14 de noviembre de 2014

165/ El escritor

Rastreando en la red me he dado de bruces con este poema de Fayad Jamís: "Con tantos palos que te dio la vida/ y aún sigues dándole a la vida sueños. Eres un loco que jamás se cansa/ de abrir ventanas y sembrar luceros./ Con tantos palos que te dio la noche,/ tanta crueldad, frío y tanto miedo./ Eres un loco de mirada triste/ que sólo sabe amar con todo el pecho,/ fabricar papalotes y poemas y otras patrañas/ que se lleva el viento./ Eres un simple hombre alucinado,/ entre calles, talleres y recuerdos./ Eres un pobre loco de esperanzas/ que siente cómo nace un mundo nuevo./ Con tantos palos que te dio la vida/ y no te cansas de decir `te quiero´". Evoco a mi maestro, GGM. También yo escribo para que me quieran (y para querer) más. Esto, sépase, significa ser escritor.     

lunes, 10 de noviembre de 2014

164/ De la alquimia

Stanislas Klossowski de Rola escribe en Alquimia sobre el Ouroboros. Es éste un dragón que muerde su propia cola. El bicho es verdirojo. El verde simboliza la iniciación. El rojo, el objetivo de la Obra. El dragón viene a representar la naturaleza cíclica y eterna del universo. El volumen que manejo aduce un dibujo del bichejo. Se trata de una copia de Synosius ejecutada por Theodoros Pelecanos en 1478. Y se halla en la Bibliothèque Nationale de París con este apunte: Ms. grec. 2327, f.297. Es un dibujo feo. Pero nadie negará que la metáfora visual es acertadísima. Yo no sé si la comunidad científica la acepta o no de buen (o de mal) grado. ¿Es el universo eterno? ¿Es infinito? Lo primero que debe hacer el iniciado es buscar la Materia Prima o Sujeto de la Obra. Y, ¿a qué se asocia el nombre de esa Materia Prima o Sujeto de la Obra? Al signo (mi signo) zodiacal de Aries. Acabo de ver el dibujo correspondiente a esto último que enuncio. La cabra (todos los Aries somos cabras locas…) de cuernos retorcidos tiene inserta en su lomo lo que, a todas luces, parece una estrella de seis puntas. La misma de la cual sale una flecha que señala una cruz sobre un círculo en que, nuevamente inserta, aparece la susodicha estrella. La cabra está, sobre una base vaporosa como nube, suspendida del cielo. Al fondo se ve una iglesia o ermita o abadía. Hay un señor pertrechado con una armadura. Y Mercurio devorado por un lobo gris que simboliza el deber del sujeto de purificarse. Nota: hay que recordar que el antinomio purificaba el oro. Otros dos señores acompañan al de la armadura... ¿Purificarse en un universo eterno? ¿Un lobo gris? ¿Una cabra con los cuernos retorcidos? ¿Mercurio por los suelos? La alquimia es un mundo de complejas simbologías. Un mundo poético-onírico maravilloso. Merece la pena echarle un vistazo. Con los ojos, eso sí, del alma.   

jueves, 30 de octubre de 2014

163/ Humanoide

Abro al azar la Bhagavad-Gita. Leo: “Si se obtiene un dominio sobre los sentidos, el Yo señorea inalterable alcanzando la iluminación, quedando libre de los afectos y los desafectos”. Es el sexagésimo cuarto versículo del capítulo segundo, titulado: La introducción a la doctrina. No puedo estar al par más y menos de acuerdo con algo que es irrealizable. Quedar a salvo del afecto y de su contrario nos emparienta con los robots. Quedar a merced de ambas pasiones nos convierte en humanos. ¿Dónde radica, pues, la grandeza del Gita? En que es alta literatura hindú. Previo a la mecanización es el dominio de los sentidos. Aquel que domina no se doblega. Y quien no se doblega permanece inalterable. El robot, de este modo, queda desguazado al no poder controlar los sentidos. Triunfa el ser humano. Mejor: el humanoide. El cual tiene apariencia de humano pero no es humano. Ahora entiendo el sambenito que arrastra la expresión “ese es un iluminado”: uno que se debate entre lo humano y lo no-humano sin dejar, por ello, de no ser humano. Todo un galimatías sin cuento. 

jueves, 23 de octubre de 2014

162/ Yo, otro (tomado de Imre Kertész)

Mi amigo Daniel Guerrero Bonet me ha suplantado. Con esta van ya dos (o tres) veces y me niego a no consignarlo. Permanecer un tiempo juntos ambos, el que empleamos en estudiar Periodismo, y desconocer lo semejantes que éramos deviene casi inverosímil. Al parecer solo divergimos en que yo, siendo niño, sí jugaba a las canicas y el ejercicio físico me llamaba a voces. Y en una cosa más: que yo idolatro a los músicos y contradictoriamente (demasiado útiles son) a los filósofos. Ah, y en otra cosa (la última): que las novelas (no todas) aún no han conseguido aburrirme. Pero somos dos almas emparentadas. Lo que vengo sosteniendo puede comprobarse aquí. Daniel: me conforta coincidir contigo en lo de la inutilidad. Yo también me reconozco inútil e inutilidad, creo, destila todo cuanto escribo. Y cuanto digo. Quiero pensar que otros (otras líneas) devendrán útiles. Yo y las mías, no. Igualmente (como tú) me siento extraño en este tiempo y en este mundo. Pero dime, ¿qué opinión te merece la ambición? En una que otra entrevista de trabajo han llegado a preguntarme: ¿se considera usted ambicioso? ¿Qué se supone que tendría que haber respondido? No sé tú, pero yo (el más inútil entre los inútiles), no soy nada ambicioso. Juzgo útil la ambición. Razón ésta por que la desestimo. Para mí las más altas cotas de la inutilidad humana (maravillosa por otra parte) han sido conquistadas por los músicos y los poetas. El dinero, primer as de la ambición, me resbala. La fama, segundo as de la ambición, me resbala. El poder, tercer as de la ambición, me resbala aún más si cabe. Déseme un verso. Déseme un apunte musical, y… Y nada. Demandaré más y más versos y apuntes musicales y seguiré siendo igual de poco influyente y de anónimo y de pobre. Es el sino de los inútiles. ¡Y a mucha honra!               

viernes, 17 de octubre de 2014

161/ Sépalo el mundo...

A mis amigos comunistas y a todo aquel que escribe versos. 

Un poeta fue encarcelado durante veintitrés años. Su nombre: Fernando Macarro Castillo. Alias Marcos Ana. Lo fue, encarcelado, por comunista. Nació en una aldea salmantina: Alconada. El año del feliz alumbramiento, 1920, un extraordinario cantor vino al mundo. Leo Poemas de la prisión y la vida de Fernando/Marcos y me deleito con la belleza que atesoran sus versos. Un botón de muestra es el poema titulado Voy soñando. Dice así: “Soñar, siempre soñar,/ con banderas y besos;/ la libertad y el aire/ soplando en mi cabello.// Campo y aire sin fin/ –oh luz–, sin otro cerco/ que el amor de unos brazos/ enlazando mi cuello.// Soñar, siempre soñar,/ con los ojos sin sueño,/ que soy un hombre vivo/ siendo tan solo un preso.// Hay árboles y un río/ fijos en mi recuerdo;/ una infancia salvaje,/ un dulce amor ingenuo,/ y dos nombres grabados/ en el chopo más viejo.// `El cielo aquella tarde/ era como un espejo./ El choperal tendía/ para el amor senderos./ Todo era luz, la gloria/ de mayo iba en mi pecho./ Un vilano de plata/ se enredó en sus cabellos./ Acudí tembloroso/ y con mis dedos trémulos…/ Sus ojos me invadieron/ de aroma y sol./ El viento inmóvil, nos miraba:/ fue aquel mi primer beso.´// Soñar, siempre soñar/ que vuelvo a todo aquello,/ lo que dejé y ya nunca/ encontraré al regreso.” El poema transliterado fue escrito en el presidio (junto al resto que conforma la obra). Lo enuncia el propio autor en una nota preliminar: “Estos poemas fueron escritos en una prisión, cuando la noche era más profunda, a la macilenta luz de un extraño candil, construido con un viejo tintero, un poco de alcohol que conseguía en la Enfermería y una mecha trenzada con la cinta de unas alpargatas. Esa luz podía apagarla de un solo soplo a la menor alarma”. Ruego por los poetas. Déjeseles hablar tranquilamente. Que canten libres y a su aire. A nadie asuste su compromiso. Suficiente tienen con lo que les ha tocado en suerte en la vida: escribir para no morir. Porque, sépalo el mundo, el poeta nunca calla.     

jueves, 9 de octubre de 2014

160/ El código de los muertos

Alguna vez he enunciado: “me arrogo el derecho a cambiar de opinión”. Leí la susodicha frase en un texto de F.S.D. e ipso facto la hice mía. Me gustó, cautivó y enamoró. Comprendí que no debía ningunearla. Sino mimetizarme con ella. Vivirla. Quien se aferra a una opinión no sabe lo que no vive. Cambiarla no es como reemplazar la residencia. O los amigos. O el trabajo. No. Es interesante y estimulante. Edificante. Pero hay que hacerlo con fundamento. No al birlibirloque. Se trata de aventurarse uno por el yo de otro que viene a ser la periferia de uno. ¿Habrá singladura más emocionante que esa? Un viaje al extra-radio y no a la parte centrípeta del yo. En lo periférico radican fragmentos de verdad susceptibles de juntarse para crear (también para creer). Y no el hormigón monolítico, inamovible, del casco antiguo de uno. Léanse estas líneas de Punset que corroboran mi tesis (se encastillan en El viaje al poder de la mente. Destino. Colección: Booket. Barcelona, 2012): “No querer cambiar de opinión, a pesar de disponer de todos los requisitos mentales para hacerlo, tiene que ver con alguno de los grandes descubrimientos neurológicos de los últimos años, sobre cuyo impacto social y conductual no se ha abundado todavía lo suficiente. Estamos apuntando, en primer lugar, al poder avasallador de las convicciones propias, frente a la percepción real de los sentidos. Me refiero al papel desempeñado por las creencias y convicciones heredadas del pasado a la hora de configurar el futuro. Muchas personas toman decisiones no en función de lo que ven, de lo que consideran bueno o malo, sino en función de lo que creen, de sus convicciones, de lo que el biólogo evolutivo y teólogo británico Richard Dawkins tildaba de código de los muertos: pautas de conducta excelentes hace miles de años, que han dejado de ser útiles y que, no obstante, siguen vigentes”. Concluyo: quien no cambia de opinión está muerto. O como decía Benito Rodríguez Rey (Beni de Cádiz): "ya se fue p´al jardííín". Lo que resulta una costumbre poco halagüeña. ¡Ver para creer!    

lunes, 22 de septiembre de 2014

159/ La joven de la perla y septiembre

A Ella. A ti.

Septiembre es La joven de la perla. La joven de la perla es septiembre. Siempre ha sido así. Y, por de pronto, seguirá siendo. Los poetas estamos de enhorabuena. Septiembre es nuestro mes. Con él llega la melancolía. Es decir: la nostalgia. Es decir: el recuerdo. Es decir: La joven de la perla. Ella acapara el recuerdo y la nostalgia y la melancolía ¿y? Y septiembre. Haciéndolo suyo. Estrangulándolo. Exprimiéndolo. El jugo que sale es melancolía. La joven de la perla no tiene los ojos azules de Ella ni el turbante que aduce figura su cabello de sol. Pero es Ella. Hay quien habla de las caras de Bélmez. Yo, de la cara de Vermeer: la de La joven de la perla. En sueños. Probablemente de otro modo no me sea posible ya. No digo que sea imposible. Digo que es improbable que la vea más allá de cómo la retuvo en su retina Vermeer. Septiembre se personaliza en La joven de la perla y la joven se vuelve septiembre con cada pincelada de Vermeer. Si Ella supiera que La joven de la perla es Ella... Que posee su efigie. Este es un post al mar. Acaso llegue (o no) a su destino. Que no es otro que Ella: La joven de la perla. Llegaría encapsulado. Tras el cristal líquido de la pantalla de su teléfono móvil o tableta o computador. Es indiferente. Todos los septiembres de mi vida serán (me recordarán a) La joven de la perla. La luz septembrina envolviéndola, cómo olvidar eso, y el olor septembrino en su cara redondita y en sus axilas embriagadoras. Ahora me arrugo. Miro al horizonte. Armo el brazo ejecutor y lanzo este post al mar. A un mar virtual. A ver si las olas del azar me secundan y La joven de la perla lo recoge. ¿Para qué? Para que sepa que su efigie permanece apuntalada (a machamartillo) en mi memoria, gracias a Veermer, lo que juzgo extraordinario. E inmensamente bello. Como, en efecto, es ella: La joven de la perla.

martes, 16 de septiembre de 2014

158/ Nadie es uno solo

La vida nos aboca a una batalla desgarradora. En un flanco está la razón. En otro radica el delirio. Ambos (razón y delirio) interactúan y… ¡Hágase el desastre! Nuestra perspectiva de las cosas no es única. Con no serlo, ¿será diferenciada?, pregunto. Los españolitos representamos el cero coma no sé cuánto por ciento de la población mundial. Conque, ¡échensele guindas al pavo! Cuento este cuento a cuento de que he descubierto algo insólito. Me ha acontecido leyendo a Eduardo Punset. Y por citar éste a Stuart A. Kauffman en El viaje al poder de la mente. Se trata de una explicación racional sobre lo que Millás plantea en Lo que sé de los hombrecillos. He aquí mi descubrimiento: que “el primer sistema viviente `surgió a partir de un conjunto auto-catalítico de reacciones que cruzó, en una transición de fase, cierto umbral de complejidad, haciendo posible el automantenimiento y la autorreplicación del sistema, en un rango plausible de tiempo que puede concebirse como aceptable´”. Ha dicho Kauffman: haciendo posible el automantenimiento y la autorreplicación del sistema. (Obviaré la pregunta del millón: ¿quién o qué crea lo primero que vive del primer sistema viviente?) Los hombrecillos de Millás se auto-replican. El principal de ellos es una copia física del protagonista razonable de la historia (un profesor de universidad). Nace de él. De su cuerpo. Contingencia que no impide que sea idéntico al resto de hombrecillos. Los cuales afloran de huevos que expulsa por la vagina una mujercilla. La misma cuya célula reproductora se une a la del hombrecillo réplica del profesor provocándole ésta la fecundación. La novela de Millás deslinda la frontera que separa la razón del delirio. O lo real de lo ficticio. Un Rubicón que nuestra tradición literaria no se atreve a cruzar y desestima. Voy a tomarme la libertad de estallar: ¡Tanto realismo empacha! Yo extraje del libro de Millás mi propia moraleja (la de todos los budistas): que los deseos acaban destruyendo al hombre. Y a su vida. De esa destrucción (la del hombre y su vida) se deriva un gran placer. No hay mal sin hedonismo. Marcos Ana ha escrito: “Era un ser hecho de sol/ y otro ser hecho de luna./ ¡Cómo se amaban los dos!// La sombra del uno era/ sombra del cuerpo del otro:/ sus dos bocas una entera.// En cada vena desnuda/ sangre del otro latía:/ eran dos vidas en una”. Lo escrito y descrito por el poeta y por mí transcrito puede aplicarse al protagonista y su réplica de Lo que sé de los hombrecillos. Con una diferencia: que uno (el profesor. O sea: la razón) llega a odiar al otro (el hombrecillo. O sea: el deseo). Lo que me obliga a concluir que nuestra perspectiva de las cosas es diferenciada. Pero también compartida. ¿Por qué? Porque la materia cambia siempre. Y nadie es uno solo. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

157/ Mr. Vaina

¿Una obra osada y prepotente? Sea: Adiós a la utopía. Ya es siglo XXI (Espasa Calpe. Madrid. 1991). Y, ¿no equivocada? Psssch: más un oráculo fiable que alguna vez se escacharró y la lió parda. La trajo a la luz José María Carrascal. Maestro de maestros. Un visionario. Un auténtico “crack”. Acertar, lo que se dice acertar, acertó mucho. O sea: falló algo. Un lector de este siglo no puede pasar por alto esa quisquilla: que fallasen o acertasen sus vaticinios. Falló (si mi cómputo es justo y por justo yo lo tengo) hasta en seis ocasiones. Son las que siguen. P. 23: el ejército del S. XXI estaría formado por profesionales y por soldados de reemplazo. P. 40: la cultura que todos los pueblos del mundo querrían imitar en pleno S. XXI sería la occidental. P. 45 (contradicción flagrante con lo anterior): habría en pleno S. XXI guerras culturales en Occidente. P. 49: el S. XXI sería el más racista (quizá en esto no fallara...) de todos. P. 77: la convivencia entre los hombres se haría imposible y las ideologías difuminarían sus perfiles. P. 91: la eterna juventud sería una quimera en el S. XXI. ¡Bravo! Para más inri salpimentó la olla de su discurso con una pizca de racismo y otro tanto de homofobia. Léase, si no, esto (p. 141: se refiere el sabio de El Vellón al Socialismo como sistema ideológico): “Tienen [los socialistas] (…) sus bestias negras, hacia las que encauzan la indignación popular: la raza blanca, ese `cáncer de la humanidad´, sin recordar lo que la humanidad le debe en progreso, libertades y confort”. ¡Bravísimo! ¿Habrá que ponerle una estatua al maestro? Tras varias patochadas más, escribe: “(…) Los socialistas se presentan como el amigo, el defensor, el hermano del hombre normal, el ciudadano de a pie. Cuando en realidad sienten un enorme despego hacia él. Sólo quieren su voto. Luego, le olvidan, y siempre, le desprecian. En cambio, sienten una enorme ternura, una auténtica pasión por el individuo atípico, por el marginado, por el inadaptado o anómalo: el delincuente, el homosexual, el disidente (siempre que no sea en sus filas), el excéntrico, el raro. Cosa lógica, pues como todos éstos, el socialista no siente como suya la sociedad en que vive, la odia en el fondo como todos esos individuos. Se siente excluido de ella, como Alfonso Guerra se sentía excluido de la sociedad sevillana. Lo que desea es destruirla, no importándole que en el fuego purificador perezcan los miembros normales que la integran.” Y más adelante: “Otra de las paradojas socialistas: pese a aumentar considerablemente los aparatos de represión y control al llegar al poder, no suelen utilizarlos mayormente contra esos elementos `asociales´). El subrayado es mío. ¡Bravo-bravísimo! Pregunto: ¿para decir semejante sarta de sandeces hay que estudiar Náutica, Filosofía y Letras, y (¡vaya por Dios!) Periodismo? Como diría mi amigo Antonio, el gitano, atípico según Mr. Vaina: ¡Válgame el Señor! ¡Qué mala baba tiene este payo! El mismo que cree que el homosexual es un “anormal” y que al negro no habría nada bueno que reconocerle en este o en aquel mundo de más allá. ¿Tampoco al amarillo? ¿Ni al cobrizo? Yo le preguntaría a Mr. Vaina: ¿Sabe usted quién fue Martin Luther King? ¿Y Mahatma Gandhi? ¿Y Lao Tsé? Todo un “crack” que habla de la libertad individual como bien común. Y, ¿no es libre quien elige la tendencia sexual que le da la real y sacrosanta gana? ¿Hace cualquiera acopio de “anormalidad” por ser homosexual o bisexual o, llegado el caso, pansexual? ¿Es “anormal” un transexual (el cual siempre enarbola por defecto la bandera de la libertad)? ¿Y no será Mr. Vaina el único “anormal” aquí? Hoy estoy de humor. Me despediré de don José María Carrascal con una sonora y fugaz pedorreta. Esta: ¡Ptrrr!         

viernes, 22 de agosto de 2014

156/ Desconcierto

Ana María Matute ganó el Nadal el año 1959 con Primera memoria. He leído la novela y no salgo de mi asombro. Algo hay en ella que se dice sin decirse. Que se insinúa ocultándose. Que zamarrea y retrotrae hasta la infancia y la adolescencia con sus paroxismos y sus declives. Y ese algo desconcierta. Algunos envuelven esta historia con el papel-regalo de una metáfora genérica: la de la perversión de la inocencia operada en unos chicos de población isleña (e indefinida) en el 36. Pero hay más. No voy a detallarlo todo. Solo mencionaré dos cuestiones de mi des-interés personal. Una: el exceso de descripciones naturalistas vía subsunción de lo exterior por el mundo interior de la narradora-protagonista. Ejemplo: las nubes vaticinan hechos (o pensamientos o emociones o…) sombríos. Otro ejemplo: el sol excesivo castiga las conciencias. Otro: la luz permite pensar lo oculto. Y dos: el análisis de la condición humana inscrito en un halo de misterio a que rehusa el lector racionalista. Incómodo halo. Incómodo y aburrido halo. La trama se presta a otro juego impertinente: el de tiempo y espacio desdibujados. El recuerdo de quien narra la historia se regodea en ello. Algo singular me ha acontecido leyendo esta novela: al principio me elevó hasta el Olimpo (el de la obra maestra) para luego descenderme al Averno (el de la obra convencional). Primera memoria es el segundo título de la Matute a que me enfrento. El otro fue Aranmanoth. Ninguno me ha satisfecho. A  A.M.M. se le ha considerado (y se le considera) una de las más grandes voces narradoras de nuestro tiempo. Ergo: yo debo ser uno de los peores lectores. Ojalá. Cuando se nos cae un mito (yo había mitificado a la Matute sin haberle leído) el sentimiento de orfandad es profundo. El oficio de novelar es arduo. A veces el novelista desconoce cuál es el tempo narrativo exacto e idóneo. Y repite constantes innecesarias una y otra vez. Naturalmente el lector acaba cansándose. Justo lo que me ha ocurrido a mí con Primera memoria. Conozco el oficio. No daré más bombo a mi hastío. De modo que aquí lo dejo.

jueves, 14 de agosto de 2014

155/ Del mal del bien

Yo no sé si Nietzsche tendría o no razón en lo referente al bien o buenismo. ¡La duda me corroe! Andrés Sánchez Pascual señala en su Introducción a Más allá del bien y del mal (Alianza Editorial. Madrid, 2012. Pág., 12) lo siguiente: “Nada queda a salvo de la sospecha, sobre todo lo denominado `bueno´, tras cuya engañosa máscara se oculta, según Nietzsche, el resentimiento, o sea el cristianismo, o sea el platonismo, o sea las `ideas modernas´”. Lo moderno y lo platónico y lo cristiano: puro resentimiento. Pregunto: ¿Resentimiento de qué? ¿Y en qué sentido? ¿En el de flaqueo? ¿En el de pesar? ¿En el de enojo? A mi ver la religión católica es dolorosa y triste (a pesar de la alternancia de la Epifanía con la Cuaresma y la Pascua). Es pasional. Hay quienes argumentan lo contrario: que es alegre y refractaria al dolor. Conjeturo que no hay pasión sin dolor. Y el dolor es triste. Y lo triste no es bueno.      

miércoles, 6 de agosto de 2014

154/ Recuerdo anejo a un soneto

Leyendo los Sonetos completos de Rubén Darío estoy. El nº 98 (“Melancolía”) dice: “Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía./ Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas./ Voy bajo tempestades y tormentas/ ciego de ensueño y loco de armonía.// Ese es mi mal. Soñar. La poesía/ es la camisa férrea de mil puntas cruentas/ que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas/ dejan caer las gotas de mi melancolía.// Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;/ a veces me parece que el camino es muy largo,/ y a veces que es muy corto…// Y en este titubeo de aliento y agonía,/ cargo lleno de penas lo que apenas soporto./ ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?”. A este soneto tuvimos que enfrentarnos por una vez mis compañeros de Filología Hispánica y yo. Acaeció el hecho en clase de Teoría de la Literatura. Impartía ésta la esbelta Ninfa. Éramos los de entonces Guadalupe, Inés, Jesús, Juan Manuel, Manolo y yo. Cuando leí el soneto de marras ya no sería nunca más un servidor de nadie (como dice F.S.D.) el mismo. Recuerdo los quebraderos de cabeza suscitados por repetidos e inútiles intentos de dilucidar qué había querido significar el poeta con aquello de: “camisa férrea de mil puntas cruentas”. Y a Inés (y su alegría) despotricando contra Machado. Y a Jesús abatido en la décima o undécima fila del aula. Y a Juan Manuel componiendo poemas nerudianos en la misma hilera de sillas que Jesús. Y a Manolo consagrado en alabar sin remilgos a Javier Marías. Y a Guada (dilemas sentimentales aparte…) y su sueño de convertirse en lo que, finalmente, se convirtió: en profesora de Lengua y Literatura. Era la única del grupúsculo (junto conmigo) que adoraba a Juan Ramón: ¡cuántas veces no mencionamos ambos la rosa que no hay que tocar ya más porque es así…! Yo no logré ser filólogo. No era lo que ansiaba. Quería imbuirme de literatura. E hice, guiado por mi querencia, también realidad mi sueño: escribir. El paso por aquellas aulas me ayudó a conseguirlo. Y hallar en ellas afines. Demasiada Lingüística aireaban los planes de estudio para que yo resolviera seguir ligado a esa facultad. Hoy evoco a mis compañeros de entonces: vaya donde yo vaya siempre vendrán conmigo. Los evoco y los querría aquí. Aquí y ahora. Ahora y aquí per omnia saecula saeculorum. Acaso ellos oigan caer las gotas de mi melancolía.  

viernes, 25 de julio de 2014

153/ Afectuosa diatriba

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía moral. (José Ortega y Gasset)

Opinar y no contradecirse es una proeza. Máxime cuando el juicio se emite con el corazón: dejándose llevar quien opina por una inspiración momentánea. Un inciso. Mi ideología política, para evitar suspicacias en lo venidero, es la que sigue: ninguna. Lo repetiré por si hay alguien que no da crédito a lo que acaba de leer: ninguna. ¿Otra vez? Sea. La última ya, eh: ninguna. Se puede (creedme) no tener ideología política y no ser, por ello, tonto de capirote. Como se puede ser puñeteramente libre si por “libertad” entendemos la ausencia de influencias políticas de partido. Yo no hago acopio de ideologías en mi caletre. Sí de ideas. Consecuentemente no me someto a nada ni a nadie. Más aún: no soy ni de derechas ni de izquierdas ni de centro ni de nada que se le parezca. Y soy de derechas y de izquierdas y de centro y de todo lo que se le asemeje un punto. Soy y no soy. No soy y soy. Yo lo llamo: Individualismo anárquico. No comulgo ni con el PP, ni con el PSOE, ni con IU, ni con la madre que los trajo a la luz a todos. Pero voté y votaré a cualquiera de estas agrupaciones por extrema y manifiesta necesidad. Lo ruego encarecidamente: déjeseme tranquilo con mis pensamientos líricos y no se acuerde nadie de que existo. La política profesional me la trae al pairo. Soy novelista y poeta. Solo me atengo a mi vocación definida y clara y lúcida y de toda la vida: la literatura. ¿Queda claro? Fin del inciso. Quería yo decir que Iñaki Gabilondo no es modelo del opinador que opina sin corazón. Tampoco lo es el de su libro El fin de una época (Barril & Barral. Barcelona, 2011). Sin embargo algunos juicios recogidos en éste parecen emitidos a contrapelo del discurso del autor. Verbigracia: “(…) el periodismo tiene (…) el problema de haber creído que su misión es vigilar y por lo tanto no ser vigilado” (P, 90. Op. Cit.). Unas páginas atrás asegura Gabilondo que el periodismo es, a secas, vigilante y-punto-en-boca-hombre-ya. Otro ejemplo puede verse en las páginas 92 y 93 de la obra citada. No lo transcribiré. Diré que si de verdad hay que opinar objetivamente, ¿a qué sacar a colación aquí el caso suyo (de Gabilondo) y de Jiménez Losantos? El autor (creo) se deja llevar por el despecho. Y lo airea. Sinceramente: no me gusta Iñaki Gabilondo (el periodista. No el hombre). Estoy de acuerdo con él en numerosísimas cosas. En otras tantas no. Afirmar que una televisión privada (Intereconomía) hace “terrorismo informativo” (P. 89. Op. Cit.) lo juzgo decir demasiado sin pensar, ni un poco, en lo que se dice. ¿Informadores terroristas en España? ¡Oh, mon Dieu! Todas las cadenas de TV (incluida la pública) manejan la información como les sale del escroto a sus endiosados mandatarios. Los periodistas de a pie, Iñaki, no son superhéroes. Ni el periodismo la panacea del siglo XXI. No te apartes, querido colega, de la mama que te amamantó. No digas que hay que ser independiente y hagas luego coincidir casi al cien por cien tus opiniones con la letra grande y chica del programa del Partido Socialista Obrero Español. ¿Hemos de creerte? ¿He de creerte yo? Tampoco tú estás libre del vicio de la incongruencia. Aunque no por vía de kokoro (corazón) sino de pautas intelectuales de comportamiento profesional.   

jueves, 17 de julio de 2014

152/ Studia humanitatis

Unos versos de Petrarca que no amo sino idolatro por su forma y su fondo son estos: “Podrán tal vez, pasadas las tinieblas,/ volver nuestros lejanos descendientes/ al puro resplandor del siglo antiguo (…)/ Resurgirán entonces los ingenios,/ los ánimos despiertos, eminentes (…)”.  Yo creo (con Guarino Veronese) que nada hay más loable que aprender artes y ciencias con el fin de ser felices. Él estampó en letra impresa: “Nam, ¿quid praestabilius cogitare et consequi possumus quam eas artis, ea praecepta, eas disciplinas quibus nos ipsos, quibus rem familiarem, quibus civilia negotia regere, disponere, gubernare liceat?” En román paladino: “Pues, ¿qué objetivo más meritorio cabe concebir y alcanzar que las artes, las enseñanzas, las disciplinas que nos permiten poner guía, orden y gobierno en nosotros mismos, en nuestra casa, en la sociedad?”. Esa era la meta fundamental del Humanismo. ¿Por qué duró éste “solo” tres siglos (del Trescientos al Quinientos)? Francisco Rico apunta lo siguiente: “(…) al volverse los studia humanitatis programa escolar generalizado la figura que los representa a los ojos de la mayoría no es ya el singular intelectual que acomete empresas brillantes y anuncia grandezas para mañana, sino el maestro anodino, mejor o peor preparado, más o menos voluntarioso, que gasta las horas en desasnar adolescentes. Con otra preparación y otros objetivos, pero al cabo el mismo pobre `gramático´ de siempre. El común de las gentes no ve otra figura que ese modesto dómine, cuya misión no discute, que antes bien aplaude, pero que le resulta escasamente atractiva. A los horizontes utópicos suceden las rutinas de la enseñanza cotidiana; al desafío de la novedad, a las grandes promesas, las limitaciones y las miserias de la pedagogía” (El sueño del humanismo. Crítica. P. 77. Barcelona, 2014). A mi ver la pedagogía no debería adocenarse ni, menos aún, mudarse en miserable. Más al contrario: ofrecerse generosa y elevada al mundo tendría que ser su único designio. Acribíllese la mediocridad (hoy se le rinde culto) y abrácese la excelencia (hoy se le mata). Convirtámonos unos y otros para el bien de la sociedad en humanistas del Dos Mil. Harto inalcanzable este deseo mío. Lo sé. Sin embargo tenía que airearlo. Y, pues, aireado queda.      

martes, 8 de julio de 2014

151/ Querer y no poder

Muchas veces he manifestado mi aversión (y mi asco) a la guerra civil española del 36. Pocas contiendas me han entristecido tanto como esa. Estamparé aquí un romance apócrifo de autor no menos apócrifo recogido en una obra verdadera: Las bicicletas son para el verano; de mi querido Fernán Gómez. El romancillo de marras es este: “Quiero estar siempre a tu lado,/ quiero a tu lado estar siempre,/ aunque se pasen las horas,/ aunque se vayan los trenes,/ aunque se acaben los días,/ y aunque se mueran los meses./ Quiero estar frente a tus ojos,/ quiero a tu lado estar siempre./ Quiero estar frente a tus labios,/ quiero estar frente a tus dientes./ La mariposa se va,/ la mariposa no vuelve./ Sé como la golondrina/ para que siempre regreses,/ que los caminos del cielo/ los encuentra y no los pierde”. Lo escribe y dedica Luisito a Charito poco antes de deflagrar la vergonzosa guerra in-civil. Luisisto no volvió a ver a Charito. El lector/espectador ignora si la muchacha fallece o no en el transcurso de la guerra. Ambos (Luisito y Charito) son adolescentes. La contienda impide que el cuerpo del romancillo se materialice y se haga realidad. Luisito y su familia deben arrostrar los estragos de la lucha fratricida. Y fue entonces el trueque. El vergonzante trueque. Luisito a Don Luis (su padre. Refiriéndose aquél a la madre de un amigo suyo): “(…) piensa que a lo mejor puede cambiar las botellas de vino por garbanzos o por algo así. (…)” Y fue entonces el hambre. El vergonzante hambre. Don Luis a María (excriada. Refiriéndose aquél a su nieto): “Mira, María, no hay que andarse con pamplinas: el niño está hecho un fideo. Ahora veremos si con la maizena que nos has traído…” Sí. El vergonzante y asqueroso hambre. Un inciso. Nota a pie de página. Autor: Eduardo Haro Tecglen: “Las lentejas se convirtieron en el símbolo de la resistencia: `Píldoras de la resistencia del Dr. Negrín´, fueron llamadas. Bien porque en la zona republicana continuaba su cultivo, bien por importaciones masivas, fueron la alimentación besuca del Madrid cercado, junto con las chirlas (almejas pequeñas), los chicharros (pescados de baja calidad) y algunas hortalizas”. Fin del inciso. Y todo para llegar a una supuesta paz. Luisito a Don Luis: “Hay que ver… Con lo contenta que estaba mamá porque había llegado la paz…” Don Luis a Luisito: “Pero no ha llegado la paz, Luisito: ha llegado la victoria. (…)” Asco (lo he apuntado). Vergüenza (lo he apuntado). Sorpresa (lo apunto ahora) por actitudes que algunos, hoy, se empeñan en eternizar… Pobre España. Y pobres españoles. Para que luego digan que el teatro… En Las bicicletas son para el verano se aprende (más se siente) España. O lo que fuera España del 36 al 39 del siglo (casi recién extinguido y aún en vigor) XX. Ay.          

viernes, 4 de julio de 2014

150/ "Aprendiz de todo, maestro de nada"

Tres versos de Jorge Manrique hallaron eco en todo el orbe. Me estoy refiriendo a: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir.” (de Coplas por la muerte de su padre). Dejaré constancia de su reverberación en uno de nuestros poetas infra-leídos que más influyó en el batiburrillo literario de su época. Abro paréntesis. Menos por poeta que por mecenas. Cierro paréntesis. Aludo a Manuel Altolaguirre. Junto a Emilio Prados fundó Litoral. Y Poesía en Málaga. Reunió (según muchos) a la Generación del 27. Con Concha Méndez contrajo esponsales. Tradujo a Shelley. Editó a Salinas y a Cernuda. Aprovechando sus ratos libres (¿pocos?) compuso poemillas. En Soledades juntas (1931) dejó escrito: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar al espejo/ sin porvenir de la muerte.” Para acabar estampando en negro sobre sepia (y en el mismo texto) lo que sigue: “Estar lejos de la muerte/ es no verse, es estar ciego,/ con la memoria perdida,/ nublado el entendimiento,/ sin voluntad caminando,/ volubles, desconociéndonos.” Estar muerto: no tener porvenir. Estar vivo: permanecer lejos de los más queridos (¡tate!: justo lo contrario de lo que opinaba Gabito). Vivir: confundirse, sentir abulia, ser inconstante. Desconocerse. Juzgo la poesía de Altolaguirre desgarrada y con demasiados altibajos. Alimento agridulce. Saxo (no sexo) afinado que, de golpe y porrazo, suena desafinado. Agua de mar con fondo de algas. Un querer y poder esporádico. Pregunto: ¿Requiere la poesía toda la atención del poeta? Editar e imprimir y, en ocasiones, escribir (no sé si leer) producirá una obra literaria mediocre que habría podido atesorar grandezas. La España del 27 no heredó el espíritu renacentista de la Italia del siglo XV. La España actual un poco sí. ¿O no? Dispersión y exquisitez artística (conjeturo) raras veces van de la mano.        

viernes, 27 de junio de 2014

149/ No, no y no...

Leer a Zoé Valdés me ha rentado júbilo. Transcribiré dos pasajes de su novela La nada cotidiana. La herida abierta de ¿mi?/nuestro presente ha supurado por sendos fragmentos. He aquí el primero (pero donde dice La Habana póngase Sevilla y donde América Latina, España): “La Habana está triste, desvencijada, hecha leña. Mira p`allá, un muchacho de treinta años armado de una cuchara hurga en el latón de basura de G y 17. Expurga cuidadosamente en los nailones grasientos y devora sin el menor escrúpulo las sobras podridas que encuentra. No quiero detenerme, pedaleo más fuerte, cruzo peligrosamente la avenida. No quiero ser testigo de esa verdad para la cual no fue educada nuestra generación. Es cierto que en toda la América Latina se pasa un hambre de pinga, pero ellos no hicieron la Revolución. ¿Cuánto no nos jodieron con `estamos construyendo un mundo mejor´? ¿Dónde está que no lo veo?”. Me agencio el subrayado. Ahora el segundo: “Lo que nos unió, lo que hizo nuestra amistad indestructible fue el dolor cotidiano, el terror a sabernos inútiles de repente, el rencor de la nada. Nosotros queríamos trabajar, darlo todo –éramos jóvenes– en esta vida, la única que poseemos. Por el contrario, vivíamos aborreciendo la pausa extrema de la existencia, esa angustia paralizante en la que estábamos sumergidos”. Evoco a desempleados jóvenes y de más allá de la juventud. Evoco a amigos angustiados por la inactividad laboral. Y a mí mismo. Evoco a inmigrantes buscadores de sobras en contenedores verdes (sin esperanza) y amarillos (sin soles a que aferrarse). Evoco todo esto en mi España querida. Tampoco fue educada nuestra generación (acaso no sea la mía…) para tales menesteres. ¡Vive Dios que no lo fue! Por eso “afirmo”: No, no y no… Negación triple contenedora de La Afirmación Absoluta y Única. Sirva la fórmula lingüística onubense “noniná”. Afirmar negando tres veces. Como hiciera Pedro con Jesús. ¡Huy! ¿También a la hora de ir a votar? ¡Precaución! ¡Con la iglesia hemos topado! Solo si uno se auto-define anarco-individualista…         

lunes, 23 de junio de 2014

148/ Mi gratitud para con J.P.O.

Me he dado de bruces con un contemporáneo cuya poesía acaricia y achispa mis oídos y mis ojitos respectivamente: José Pérez Olivares. Nació el poeta en Santiago de Cuba. De un tiempo a esta parte (ignoro el motivo) reside en Sevilla. Tiene 65 años. Atesora madurez y contra-pos-modernismo en cada uno de sus versos. Lo segundo me regocija más. Cuando leo poesía no pos-moderna (de quien vive y colea) brinco por toda la casa. Y canto felicísimo. Y sueño alborozado. Harto de amores líricos y de sexo no menos lírico me hallo. O lo que tanto monta: harto de abstracciones vacuas. ¡Siempre con la misma cantinela estos pos-modernos! ¿Por qué no querrán (¿o no sabrán?) esclarecer sus poemas? ¿Viven en la superficialidad de la inspiración? O, ¿en la inopia del verso? A la mano zurda (de mi Pérez Olivares) contradice lo apuntado. Crudamente transporta al abismo del dolor un poema suyo. Carece éste de metáforas sin agudeza e imaginaciones de dudoso ingenio propias de espíritus pos-modernos. Es el penúltimo de la serie. Se titula: Los niños de la estación Leningradsky. Permítaseme una apostilla: la mentada composición no toca sino roza la sexta cuerda de la política y no roza sino toca el bordón del humanismo y de la humanidad entera. ¡Quién supiera afinar esa guitarra! El autor dedica la composición de marras a los pequeños Roma, Misha, Yula y los demás. Fin de la apostilla. Helo aquí ya el poema: “Los niños de la estación Leningradsky/ también perdieron la guerra./ Mas no como soldados,/ sino como niños/ que un día descubren el horror./ Ellos no conocen más guerra que la de cada día/ –una en la que no hay obuses ni cañones,/ campos minados ni metralla–./ Pero nada recuerda tanto una guerra/ como sobrevivir,/ y nadie se parece tanto a un francotirador/ como una criatura con hambre./ Siento piedad por los niños de la estación Leningradsky,/ por esos cuerpos sucios, esas ropas raídas,/ esos ojos que dan la impresión de no entender./ Siento piedad por Misha, abandonado/ en su orfanato,/ por Roma, cuyos padres bebían y lo azotaban./ Y por Yula, violada en la flor de sus doce años./ Siento piedad por los hombres y mujeres de Rusia,/ noble y bárbaro país/ de popes y mujiks, de Solschenitzin y zares./ En el rostro de sus niños/ –los niños de la estación Leningradsky–/ puede leerse la historia/ (la de todas las guerras perdidas)./ Ellos llevan en la frente la sombra del CULAG/ y la sonrisa de Stalin./ Llevan la herida del vodka y la mirada de acero/ del KGB./ Yo siento piedad por los niños de la estación Leningradsky,/ llena de turistas,/ de policías que odian,/ de trenes que se hunden en los túneles/ como buscándole el alma a la noche.” Sin palabras. Pos-modernos del mundo: ¿Creéis que José Pérez Olivares sabría dilucidar esta composición? ¿La dilucidáis vosotros? Aplicaos el cuento y el mejunje (la moraleja) que de él se deriva por todo lo largo y ancho de vuestra alma. Y ahora (si os place) ponedme verde que te quiero verde y quedémonos todos contentos.    

lunes, 16 de junio de 2014

147/ ¿La vida es sueño?...

Una ¿personificación? esta: “(…) sí, cara de niño desgraciado, ojos al suelo, manos desesperadamente hundidas en los bolsillos, palabras de obrero que echa de menos el trabajo los domingos, y, por dentro, la bola del orgullo que se agranda y agrieta entre chasquidos (…)” (José María Requena. El cuajarón. P. 131. Biblioteca al Sur. Barcelona, 2002), leitmotiv de la mentada novela. Poco más cabe añadir. Ópera prima construida con la argamasa del monólogo interior. Obra maestra de Requena, publicada el año 1972, galardonada con el Nadal: catapulta a la gloria de la fama y del prestigio gremial de tantos y tantos escritores. Uno llega a odiar al héroe (pero también antihéroe) con similar fruición con que, a la postre, lo amará. Destacable resulta el dominio pleno del espacio-tiempo narrativo. El cual deviene onírico. Más de pesadilla que otra cosa. La sombra de la locura es alargada. Aquí hace acto de presencia repetida veces. El esfuerzo que el lector debe ejecutar en la lectura halla sobradas recompensas. Verbigracia: conocer un análisis (discursivamente pormenorizado) del alma de quien está abocado a la soberbia desde la cuna. Constituyéndose ésta (la cuna) en detonante fundamental de aquélla (la soberbia). Reléase, si no, la ¿personificación? copiada arriba. Lectura laboriosa. Lectura recomendable e inexcusable para aquellos que anhelan zamparse el mundo sin percatarse de que es el mundo el que probablemente acabe por zampárselos a ellos. 

martes, 10 de junio de 2014

146/ Dorka Cervantes o la honda sencillez

Quisiera escribir como la mamá grande de mi amiga Irene. Escribir: “Con palabras sencillas te invito/ a mirar más allá de lo palpable/ y ahondar en los sentimientos/ que te invaden.// Con palabras sencillas te pregunto:/ ¿Has querido alguna vez alcanzar/ con tus manos una quimera?// Si esto no sucediese…/ sencillamente, abrázame.” Escribir: “La espera tiene nombre de inercia./ En las vacías horas del hastío,/ me cobijo bajo nubes de acuarelas grises/ buscando gotas que me liberen”. Escribir: “Acepto la vida tal como es/ con sus brumas y su luz,/ sus alegrías y sus tristezas,/ ¿quién me prometió un camino de rosas?”. O que las caracolas marinas son cisnes lacustres que surcan con su nado aguas calmas. O que el anciano es un árbol viejo y el niño gota de lluvia que hace temblequear las hojas de ese árbol. O que los antojos son viñas que acaparan blancas palomas en su seno. Me hubiese gustado parir tales Versos imperfectos. Quien los alumbró fue la mamá grande de Irene: Dorka Molina Pichardo. O: Dorka Cervantes. O: la viuda de Francisco Cervantes López (papá grande de Irene). Airearé aquí qué supone para mí Versos imperfectos: Poesía sencilla mas no simple. Tú, Dorka, has ido a la hondura (a la caricia del alma) por la sencillez. Tal hiciera Mercedes de Velilla. Mi Juan Ramón dejó escrito que “la perfección se halla en la espontaneidad y en la sencillez” (o algo así. Cito de memoria). Versos imperfectos son, a mi juicio, versos perfectísimos. Y he de agradecerte, Dorka, que des (que hayas dado) a la amistad el hueco anhelado por mí para ella siempre. Cuando escribes: “Desaparecerá la luz de mis ojos,/ mis vivencias se harán anónimas;/ quizás algunos me recuerden/ aquellos que enriquecieron mi vida/ con su amistad”. La primera estrofa del poema intitulado Últimas palabras es, así lo siento yo, un canto a la amistad. Imposible no memorar durante su lectura a Irene, a Juan Diego, a Rebeca, a Ana Alba, a Alejandra, a Juan Francisco Núñez, a José Manuel Cabrera, a David Rebollo, a Gonzalo Onieva, y a tantos otros. Versos imperfectos aborda el paso del tiempo con sus alegrías y sus tristezas. También uno de sus residuos (del tiempo) fundamentales: la quimera. Aquí expones tu alma como piel nívea de niño al sol achicharrante del estío. Evocas el amor pasional y el romántico. Evocas el deseo satisfecho o insatisfecho dependiendo de las telarañas del tiempo que proliferen por el cuerpo. En tu expresión hay algo incombustible. Tus poemas son (creo) tu expresión. Tu vida ha sido (creo) tus poemas. Vida y obra en ti están (creo) amalgamadas. Acaricias la ambivalencia de la alegría y de la tristeza. Del amor y del desamor. De la pasión y de su antinomia. De la vida y de la muerte. Epílogo, poema que cierra tu libro, reza: “Floreció mi cuerpo dos veces,/ se entregó sin medida al amor,/ lentamente el tiempo pasa páginas/ y apaga la flor encendida de mis deseos,/ el invierno se instala en mi alma/ sólo sigue latiendo mi corazón”. Lo puesto en versal me ha noqueado. Conjeturo que la ancianidad es una edad ardua. Todo lo que sé se lo debo a los libros y a mis mayores. A eso lo llamo yo “raíces del alma”. O (tanto monta) alegría de aprender tal un epígono. Los espíritus joviales tienen muelle y cuerda para rato. El tuyo lo es. Ergo: ¡quedo a la espera de tu próximo (no sé si pronto o tardío) libro! Y que Buda Misericordioso me dé salud para leerlo.         

martes, 27 de mayo de 2014

145/ Lo pleni-bello existe

Acuda raudo a El contemplado quien deseé hallar hermosura textual sin ningún distingo. Acuda raudo a El contemplado quien deseé rociar alma y espíritu con chorros de fresquísimos versos. Acuda raudo a El contemplado quien deseé reflexionar mientras indefectiblemente se anega de vida. Ignore El contemplado quien busque poética superficialidad o lo que se deriva de intercambiar ambos términos: superficialidad poética. Ignore El contemplado quien anhele miopía intelectual de un poeta en sazón. Ignore El contemplado quien eche en falta imágenes elementales que poco engordan el alma de quien las lee, ve o vive. El contemplado: la mejor obra de Pedro Salinas. Arte mayúsculo. Súmmum de belleza poética. Poesía íntegra. Esa que compagina belleza e idea a las mil maravillas. Vaya aquí un ápice de lo que digo: “De mirarte tanto y tanto,/ del horizonte a la arena,/ despacio,/ del caracol al celaje,/ brillo a brillo, pasmo a pasmo,/ te he dado nombre; los ojos/ te lo encontraron, mirándote./ Por las noches,/ soñando que te miraba,/ al abrigo de los párpados/ maduró, sin yo saberlo,/ este nombre tan redondo/ que hoy me descendió a los labios./ Y lo dicen asombrados/ de lo tarde que lo dicen./ ¡Si era fatal el llamártelo!/ ¡Si antes de la voz, ya estaba/ en el silencio tan claro!/ ¡Si tú has sido para mí,/ desde el día/ que mis ojos te estrenaron,/ el contemplado, el constante/ Contemplado!”. Inconmensurable por altura de vuelos poéticos y filosóficos. ¿Resistiré el irrefrenable impulso de airear otro ejemplo? No. Es el que sigue: “Nadie te quiere, o te busca./ ¿Caricias? Mentira.// En el aire no hay amor;/ hay mirlos que silban.// Lo azul nadie te lo da,/ gracia es indivisa,// belleza a nadie negada,/ a nadie ofrecida.// No quiere la luz, por dueña,/ ninguna pupila;// el sol nace para todos,/ y en nadie termina.// Y esa amante misteriosa,/ fugaz, entrevista,// desde los aires la sílfide,/ desde el mar la ninfa,// no es nunca amante, es la amada/ total. Es la vida”. Huelga aclarar que el signo (/) indica cesura final de verso y el sigo (//) cesura final de estrofa. Es sabido que el sol, el son y el sur son fontanales de felicidad. Qué sustancial leer y releer, y volver a leer y a releer, tales metros. Sin rebozo: el mejor poemario a que me he enfrentado (pero también vuelto a enfrentar) en mi solitaria y fructífera vida de lector. Dicho queda.            

martes, 20 de mayo de 2014

144/ A contra-discurso

Rafael Chirbes entregó Mimoum a la imprenta el año 1988. Anagrama editó la novela. Jorge Herralde recibió el manuscrito de mano de Carmen Martín Gaite. Lo leyó y encumbró. Veinte años después lo re-encumbraría: re-editándolo. Anagrama y Chirbes sincronizaron sus relojes analógicos. Las agujas de éstos vocearon la hora anhelada: la del éxito editorial. Espíritu y faltriquera colmados. Arte y negocio, a paso de mudá, hacia el templo de Nuestra Señora de la Gran Suerte. Meteórica Carrera Oficial. La parihuela del paso, a agigantados trancos, hacia la covacha de los laureles. ¡Buena madrina la Carmen! ¡Quién tuviera padrinos o madrinas así (o asá)! El señor Herralde no escatimó esfuerzos en airear una generosa nómina de nombres que bien-recibieron la obra. Curiosamente (¿por falta de espacio?) solo mencionó uno que la mal-recibió: Juan Carlos Suñén. ¿He dicho que don Jorge fue (y, me parece, es) editor de Chirbes? La Martín Gaite (ay, Carmela) dejó escrito: “La mejor literatura ha sido siempre fruto de la perplejidad, un desafío a la lógica, un rechazo frente a las apariencias de lo necesario. Pero dentro de este enfoque, (…) hay (…) empeños puramente artificiosos, vacíos (…), y otros que desde el principio no suenan a hueco, sino que reflejan una lucha profunda y genuina por parte de la persona que los emprende (…), a través de la cual se pone en juego la propia identidad amenazada de asfixia. Éste es el caso de Mimoum (…)”. ¿Ah, sí? Pues yo estoy con J. C. Suñén. Y con quienes le fueron en zaga y cuyos nombres (¿ignoraré por qué…?) silenció Jorge Herralde. Y le alabo la contramano o el contra-discurso a Suñén. He leído y sufrido Mimoum. Ni mucho ni poco ni nada me ha deleitado. Ciertamente la he encontrado vacía. Fea. Sin enjundia. Sé que es ópera prima. Y qué. Sé que fue finalista del VI Premio Herralde (¡¿Herralde, de don Jorge Herralde…?!) de Novela. Y qué. La peor novela que he leído junto a… Pero como soy de natural masoquista, y no me arredro ante nada ni ante nadie, seguiré leyendo a Chirbes. La mancha de una mora con otra mora se quita. Eso dicen. Otra vez la literatura contemporánea me deja perplejo. ¿Será porque es la mejor? No comments.   

martes, 13 de mayo de 2014

143/ "Movidos por hilos"

Estoy que no quepo en mí. ¿El motivo? Alguien (no soy yo. ¡Bendita minoría!) rehusa acogerse al sacrosanto derecho de la auto–promoción. ¿Que de quién se trata? Pues… ¡Rataplán! ¡Rataplán! ¡Chinchín!: de Coradino Vega (Huelva, 1976). Declaró éste a El Correo de Andalucía lo siguiente: “El escritor que se auto–promociona no va conmigo, ya sea por mi temperamento, o por mi timidez. Prefiero estar al margen, no me siento cómodo en ese ambiente. No quiero resultar engreído, pero por no tener, no tengo ni cuenta en las redes sociales. Y los aduladores del mundillo literario me dan un bochorno terrible”. Yo exclamo: ¡Eureka! ¡Por fin un afín! ¡El que vale, vale, y el que no…! Ojo: lo que yo censuro no es resolver uno promocionarse de la mejor manera que sepa o pueda. No, no. Lo que desapruebo es el discurso ilegítimo empleado en tan legítima empresa. Sí: juzgo contrario a ética y a estética publicitar la obra propia. Impídanse palabras y fotografías y demás recursos conducentes al narcisismo del pobrecito novelista o poeta. Yo solo canto mi canción a quien conmigo va. Léase: el tímido, el que camina en punta de pies y bajo la axila aduce un cartapacio rebosante de sudor y sangre, el noble de corazón y de muñeca... Señores: yo voy con el individualista recalcitrante. Sí, sí: aquel que no requiere a nadie para dejar de ser lo que efectivamente no es: un exhibicionista fanfarrón y jactancioso. O aquel que nace y evita no `espicharla´ como un ermitaño. O aquel que lanza al mar del mercado editorial la obra embotellada y se despreocupa de cuantas mareas y rémoras puedan sobrevenirle (a la botella de marras con todos sus legajos) en tan difícil travesía. No me seducen quienes brincan y se convierten en marionetas quita–pelusas de los editores para “estar ahí” y, de consuno, hacerse ver: ¿escritores pos–modernos los llaman…? ¿Urbanitas…? ¡Bah! Allá ellos. Si tal es su gusto…   

lunes, 5 de mayo de 2014

142/ José Moreno Villa II

Canto a una parte de mí mismo...

No me resisto a estampar aquí el extraordinario poema de JMV con que súbitamente me he topado hoy. Se incluye éste en la nómina lírica y lírica nómina de Puentes que no acaban (1933). Su título: Después de todo eras tú lo que yo buscaba. Y dice así: “En las letras de un cantoral,/ entre la retama y el jacinto serrano,/ en el ancho mar, en la taberna inquieta,/ en el fondo de la copa verde,/ después de todo eras tú lo que yo buscaba./ Pregunté muchas veces a las guías turísticas/ dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya;/ pregunté a los filósofos por la llave del secreto;/ fui devorando pregunta a pregunta mi vida,/ y después de todo resultas tú lo que yo buscaba./ Pude leerlo en mil detalles:/ verte y enmudecer,/ verte y olvidarme del mundo,/ verte y hablar luego por las calles solitarias,/ verte y sentir el cuerpo,/ verte y huir hacia los confines de mí mismo./ Desmadejado y alma en pena,/ imaginé que lo mejor era llorar en los ocasos,/ leer los libros místicos/ y contribuir a la redención de los débiles./ Y en todo, en todo, en absolutamente todo/ no había más que la busca de tu persona./ Sí, después de todo eras tú la búsqueda./ Y aquí declino ya todo examen y toda crítica./ Tú, con tus faltas y tus sobras;/ tú, con tu maravilloso complemento rubio a mi color de/ bronce”. Me arrogo el sacrosanto derecho personal a subrayar públicamente lo que he subrayado: `Llorar en los ocasos´, `leer libros místicos´, `complemento rubio´. Amén de que sendos verbos con sus respectivos aditamento circunstancial de tiempo y directo y el otro con su doloroso adjetivo fueron (ya lejano uno que otro diciembre...) conjugados por un servidor de Nemo. No diré nada más. Que entienda quien quiera (o pueda) entender. José: mi gratitud por tan indeleble poema. ¡Quién tuviera a su alcance, ay, escribir de tal guisa!    

jueves, 1 de mayo de 2014

141/ José Moreno Villa

Un olvido inexcusable

José Moreno Villa dejó escrito: “Todos vivimos/ huyéndonos./ La vida es/ la careta del miedo.” Y de seguido: “Cada hora/ es un crepúsculo nuevo./ Cada hombre, cada cosa,/ un viajero/ que, por salvar su órbita,/ huye triunfante o maltrecho”. Lo que acabo de transliterar son los diez últimos versos del poema Postración. Se halla ubicado éste en el poemario Colección. Y fue publicada, tal obra, el año 1924. Abro paréntesis. ¿Por qué es, hoy, ninguneado JMV? Su deje al cantar no deja indiferente a nadie. No es enrevesado su discurso. No es oscuro. Frecuentó la métrica sin estridencias ni alharacas ni saltos mortales carentes de red. Era, por lo demás, poetaluz: de Málaga para más señas. Cierro paréntesis. Rafael de Cózar Siervet afirma de Moreno Villa que desempeñó un relevante papel en la década de los años veinte y treinta de la pasada centuria. Y que ello no le sirvió para ser descatalogado del catálogo de secundarios. Sinceramente: no acabo de entender esto. No desde punto y hora en que hay creadores de lo mediocre (¿automatizado?) aupados al pedestal rocoso e inaccesible (solo a veces) del triunfalismo. Resulta grotesco. También es cierto que Moreno Villa no hizo ascos al, para mí, execrable y lamentable surrealismo. Exclusivamente me refiero al literario. Léasele a JMV y disfrútesele en consecuencia. Fue y será per omnia saecula saeculorum un gran rapsoda.              

martes, 29 de abril de 2014

140/ De aquellos polvos...

Juzgo Historia universal de la infamia obra menor de Borges. Un compendio de nueve narraciones exiguas pertenecientes a la primera época del bonaerense. Un garbeo por el estilo barroco sin demasiada enjundia literaria que resaltar. El propio autor, refiriéndose al libro en lid, lo enuncia en el prólogo a la edición de 1954: “Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada”. Me pregunto: ¿por qué acometer su lectura entonces? La respuesta válida es: porque constituye un ejemplo de cómo Borges logra extraer belleza universal de la particular maldad humana. O cómo del odio deriva la heroicidad. Y de la heroicidad el terror. Y del terror la perspicacia. Y de la perspicacia la aventura. Y de la aventura la sangre que se derrama y hiede. Y de la sangre que se derrama y hiede el renombre. Y del renombre, otra vez, el odio. Y del odio la religiosidad (no al contrario). Y de la religiosidad la superstición (no al revés). Y de la superstición la imaginación (nunca a la inversa). Justicia es afirmar que la imaginación tergiversadora de lo real informa toda la obra. La provee de sustancia. La aúpa al pedestal de la grandiosa (más gran Diosa) literatura. La ennoblece en suma. Solo por eso habría que enfrentar su lectura. Y porque (dicho en sentido positivo) de aquellos polvos vienen estos lodos: toda la ulterior producción literaria de JLB. La cual no es trivial. Ni tampoco fútil.           

viernes, 18 de abril de 2014

139/ Se fue el mejor...

Ayer, 17 de abril, murió Gabo. Abril-Gabriel. Abril-Javier. Tal día como ese, del setenta y ocho, nací yo. Treinta y seis años después (misma jornada y misma cuota anual) expira él. ¡Huérfano he quedado de maestros vivos! Me corrijo: solo F. aún colea y da la matraca con sus libros y sus artículos a contra-Discurso de Valores Dominantes. Los otros tres (Gabo, como digo, es uno y el principal) ya se fundieron con el oxígeno y con el dióxido de carbono del aire de la atmósfera terricolaria. No consignaré aquí el nombre (sí su inicial, acabo de transcribirla, F.) de aquel que todavía inspira y espira éstos gases sobre todo abdominalmente y en ocho tiempos. Es decir: a la manera budista. Quien últimamente haya siquiera ojeado esta bitácora sabrá sin dubitación a quién me estoy refiriendo. Hoy, aquí y ahora, no tiene cabida su baqueteado nombre. Hoy es el de Gabriel García Márquez el que, mal que me pese, copa este (por una vez y que no sirva de precedente) luctuoso espacio. Maestro: jamás de los jamases he sido tan feliz como leyendo cualquiera de tus célebres obras. Abro paréntesis. ¿Te acuerdas, Alberto, lo que tertuliábamos tú y yo acerca de Gabo y de sus Cien años de soledad? Cualquier tascucio (por decirlo a la manera de mi cuarto y coleante y viajante y apremiante y contradictorio maestro) era bueno para ese menester. Horas y horas de cafés bien conversados (así lo expresaría el de Aracataca). Se nos fue, Alberto, ay. Y ay, Ana, se esfumó mi esperanza de conocerlo en persona. ¿Recuerdas cuando te propuse ir a Barcelona, aprovechando que él recaló allí, para estrecharle la mano y agradecerle tantas y tantas páginas de inigualable (por magistral) y altísima literatura? Cierro paréntesis. ¡Corta muerte y larga reencarnación (siempre que ésta devenga felicísima) al mejor novelista de todos los tiempos! Sí, he dicho: de todos los tiempos. Así lo creo. Así lo veo y lo suelto. Así lo aireo. Ahora en tu honor, maestro, escucharé el Réquiem de Mozart y entre corchea y corchea me sumergiré en la lectura con miras a olvidar parcialmente tu fatal e intempestivo (siempre es intempestiva la muerte de un maestro) deceso. Yo te leeré de nuevo y contigo conversaré de tú a usted y en clave de indisoluble hermandad literaria. ¿Puedo pedirte que saludes de mi parte, si tienes ocasión, a Aureliano Buendía y a Úrsula y a Amaranta y al coronel y a…? Por cierto: ¿recibió éste, a la postre, su misiva? ¿Y Florentino Ariza? ¿Y Fermina Daza? ¿Están ahí contigo? Ah. Que aún viven y, en consecuencia, mueven y remueven la colita. Que no han querido acompañarte en el viaje definitivo. Que todavía tenían una misión que cumplir en la tierra: la misma desde el día en que los concebiste y trajiste a la luz de la Realidad Mágica (así, con mayúsculas) y no siempre doliente. Vale. Yo seguiré en la brecha, maestro, sempiternamente encontrándome con ellos y leyéndote. Cómo si no. Me despido ya así: hasta siempre (hasta cientos de taumatúrgicas y gozosas páginas). Que el ángel de los narradores (si lo hay) te acoja entre sus vaporosos (digo yo que lo serán…) brazos. Y que la bienaventuranza sea contigo. Amén.     

jueves, 17 de abril de 2014

138/ Memoria lírica y confesa

A ti, Titania, doquiera que estés.

Durante años guardé para mí lo que JRJ no solo no guardó sino que aireó en su Tercera Antología Poética para uso y disfrute de sus lectores. O de quienes tuviesen el feliz albur de recalar en la costa de aquellas páginas de la recopilación de poemas a que acabo de aludir más arriba sin constituirse, por ello, más que en "hojeadores" de paso de la misma. Se trata de dos (¡y qué dos!) de estos poemillas… Oberón habla, en el primero de ellos, a Titania y dice así: “Mar en calma, la noche plateada/ se ofrece inmensa a mi amargura;/ ruta total de puro azul/ para ultraocasos solos de ventura última.// ¡Si a ti yo llegara,/ nadando en esta despejada luna!” El subrayado es mío: azul por ser azul mi desdicha... En el segundo es la voz de Oberón, quejumbrosa y vagabunda, la única que se oye. Ésta enuncia lo que sigue: “No te he tenido más en mí,/ que el río tiene al árbol de la orilla;/ yo, pasando, me estaba siempre en tu alma;/ tú, estando en mi alma siempre, nunca te venías…/ Bastaba un cielo vago, un pobre viento,/ para que desaparecieras de mi vida”. Sendas composiciones, que yo leí y releí en la Tercera, hoy las leo y releo en Idilios. Fueron las que más me deleitaron de aquélla. Son las que más me placen de éste. Las ojeaba y cursaba con mis ojos como si de dos bellas flores silvestres se tratase, tanto olor lírico expelían…, y tanto dictaban el color de mi propio sentimiento suscitado por Ella siempre. A nadie los leí. Jamás los recité a nadie. Se dio la circunstancia que no quise compartirlos. JRJ los cantó con mi corazón sin sordina cuando por él fueron concebidos y puestos, luego, en negro sobre sepia. Nunca se lo dije a LPR (la Ella de entonces, y de…) y nunca los olvidé del todo. ¡Si a ti yo llegara, nadando en esta despejada luna! (dixit JRJ). No sé él. Pero yo llegué a LPR. Algo acaeció en la Asturias costera... ¿Fue en Cudillero…? Un plenilunio septembrino y una cabina de teléfono... La voz de Ella…El mar en calma y la noche plateadaAmargura por no tenerla allí, conmigo... Los dos versos más elocuentes de lo que por aquel tiempo borbotaba en mi interior en forma de pensamientos y de sentimientos, son (ya se apuntaron) estos: (…) yo, pasando, me estaba siempre en tu alma;/ tú, estando en mi alma siempre, nunca te venías… Ella se esfumó de mi vida y a mí ello (o aquello) me rentó la malandanza de tener que ver las hojas de los árboles del amor esparcidas, por un pobre viento, sobre mi alma pobre… ¡Delírium trémens!

martes, 15 de abril de 2014

137/ Nostalgia

Entre lectura y lectura de Sentado alegre en la popa (volando voy…), volando vengo a Idilios y en el camino yo me entretengo y aventuro mi plumaje y mis alas por La luz en la pintura (Carroggio, S.A. de Ediciones. Barcelona, 1998) cuyas luminiscentes páginas guardan cuantiosas obras maestras del arte del pincel. Entro entonces en un estado mental transitorio en que me desborda la sensualidad de imágenes y palabras cuasi confundidas entre sí. Pondré un ejemplo… Leo un verso juanramoniano, tipo: “Te quedaste indefensa con mi jesto (así, con jota)”, y al rato ya Dragó me está instruyendo motu proprio sobre la India. Más explícitamente: sobre los usos y costumbres de la India. Pero ahí no queda la cosa y el caso... De seguido, cansados mis ojitos por el barroquismo dragoniano que pone en un brete al lector nada dado a buscar en el diccionario el significado de términos ignotos para él, se topan éstos (mis ojitos) con Ia Orana Maria (de Paul Gauguin) expuesto en el “Metropolitan Museum” de Nueva York. E inmediatamente, no sin antes descifrar (y asimilar junto a la que le sigue y le precede) esta estrofa de JRJ: “Mudó la tarde de color las cosas/ y todo fue distinto./ Ya no correspondía/ tu pelo a tu vestido, /tu última carne no cubierta/ a tu primer –ya en otra luz–,/ a tu primer suspiro”, escruto Virgen de las rocas (de Leonardo da Vinci) colgado en un muro de la Nacional Gallery de Londres en la cual tuve la suerte o el acierto (era mi intención ir allá) de poder estar junto a Alejandra Quintanal Fernández-Escandón el año 2007. Tal día como ese ambos quedamos embelesados frente por frente a Los girasoles (de Vincent Van Gogh)… Transcurrieron cinco o diez minutos imborrables para mí y, supongo, para ella. Me pregunto si no se habrá olvidado… ¡Ya ha llovido! También palabra e imagen se mixturaron en aquella ocasión: nuestros comentarios hechos a tan extraordinaria pintura salieron de dos bocas extasiadas que pretendían teorizar sobre la belleza que atesoran unos simples girasoles colocados en el interior de un jarrón común. Cosas del arte pictórico. Y de la nostalgia. Ay.  

viernes, 11 de abril de 2014

136/ Melancolía

Intercambio de impresiones entre poetas con sonsonete juanramoniano

Hoy he tenido la dicha de poder entablar un breve diálogo con Federico García Lorca y con Luis Cernuda Bidón. Ha acontecido el coloquio en el patio de mi casa (que no es particular). Un limonero enano rezumaba vaharadas de azahar allí y luego, ya instalado yo en mi cuarto de trabajo, oí una voz que dijo… Se sabrá al final. O no. Ahora voy a transcribir de memorieta lo que, más o menos, nos dijimos unos a otros con la excepción del poeta granadí que no hizo partícipe de su canción sino a quien con él iba: una tal Alma. Empezaré por el principio. Abajo, en el patio… García Lorca a esa tal Alma: “¡Alma,/ ponte color naranja!/ ¡Alma,/ ponte color de amor!” ¿Y qué más? Yo a García Lorca: En la mañana azul de rubicundo aire extrafino quise, Federiquillo, ser yo y no lo logré… ¿Y qué más? Luis Cernuda a mí y solo a mí: “Como él mismo extranjero,/ como el viento huyo lejos./ Y sin embargo vine como luz.” ¿Y qué más? Yo a Luis Cernuda: Si algún día, Luis, pudiese este poetilla de 2º nivel escribir algo siquiera parecido a eso… ¿Y qué más?, ¿y qué más?... Diré que los tres (Lorca, Cernuda y un servidor) marchamos de donde tan aquietadamente estábamos, hacia ninguna parte. Yo, con Canciones y con Un río, un amor bajo la sobaquera. Ellos, chorreando belleza propia... O, tanto monta: versos y más versos sobre el borde cristalino del cuenco de la poesía, envolviendo éste, rebosándolo y traspasándolo y anegándolo de ritmos. Arriba, en el cuarto… Una voz lastimera a nemo (a nadie): "Y nos fuimos (los tres) de allí. Y nos vinimos (los tres) aquí". ¿Y qué más? Otra voz apagada y triste a... ¿Quién, qué? Lo previsible. Ay. Pues eso. Y, ahora, a otro menester…      

jueves, 10 de abril de 2014

135/ Palpitaciones

Hace días oí en un programa televisivo que todo en esta vida (incluida la crisis actual) es ideado y prefijado por misteriosas (acaso no tanto...) cúpulas de poder. De resultas, mi frente, mis axilas y mis manos transpiraron eau de terreur abundantemente. Entonces pensé: ¡Tate! Alguien, o alguien más alguien más alguien y así hasta no sé (¿quién puede saberlo?) cuántos “alguien”, moviendo los hilos del orbe en un despacho (o en varios) a prueba de espías y de localizadores electrónicos e intentando hincar el diente al Mal con miras a procurarse a sí propio (o a sí propios) bien. Es decir: poder y platita de ley. Brrr. Nótese la eme mayúscula que conceptualiza el mal generalizándolo y la be minúscula que particulariza el bien como bien de alguien y solo de alguien. Prosigamos. Expertos y visitadores del programa de TV que tanta congoja y desazón me inoculó vía auditiva y óptica argumentaron que la única salida a la dramática situación que atravesamos hoy no es otra que el Capitalismo pete, se haga añicos y sus partículas se volaticen en el espacio infinito e, incluso, más allá de éste. En tal caso se instauraría inter nos (a la manera del crack del 29) una especie de pobreza vivificadora y redentora del espíritu que, al parecer, nos vendría a todos de perilla. ¿Segundo brrr? No estoy seguro. Pues hoy 10 de abril de 2014, sorprendido y complacido al par por el poder de la literatura, leo lo siguiente: “¿Cuándo despuntará por el horizonte un político lo suficientemente audaz, innovador y subversivo como para atreverse a proponer a los electores un programa basado en la necesidad de que la economía se desplome y cese de una vez por todas el genocidio del desarrollo?” Lo firma Fernando Sánchez Dragó, el año 2000, en su “Dragontea” (Sentado alegre en la popa. P., 365. Barcelona, 2004. Planeta). Nadie se sulfure. Nadie se tire de los pelos. Nadie monte en cólera. Subrayaré lo esencial: un desarrollo genocida que requiere un desplome de la economía, espoleado (dicho desplome) por el programa electoral de un partido político liderado (entiendo que Don Fernando con “un político” se refería al líder de esa agrupación ideal de monipodios sinvergonzones y sin escrúpulos…) por alguien con talante subversivo. ¡Ahí es nada! Pregunto: ¿guarda alguna similitud lo oído por mí el otro día en la caja tonta con lo garrapateado por el novelista, ensayista y columnista de marras catorce primaveras antes? ¿Y con la actualidad socio-económica que atraviesa no sólo la piel de toro sino también el resto de la vieja Europa y una parte, por cierto, no exigua en largura (que no de miras, ay) y anchura del mundo mundial? Júzguelo quien lo deseé. ¡Y que Buda nos pille confesados! Por lo que pueda (o no) acaecernos improvisamente.       

miércoles, 9 de abril de 2014

134/ Autodefinición

Quiero hacer mías estas palabras que exhuman (¿todas…?) una filosofía de vida monástica o meta-monástica. No en vano hablan de un priorato (el de los independientes) que se ubica dentro de otro priorato (el de los aislados) que se ubica dentro del monasterio de la orden de los felices… ¡Y hasta aquí el esparcimiento de muñecas chinas! Ahora los términos a que aludo: “Nací raro, nací esquivo, nací silencioso, individualista, insociable y solitario. Mis parientes me lo reprochaban. Mis profesores y mis condiscípulos, también. Nadie parecía entender mi irrefrenable tendencia a huir del grupo, a preferir la lectura a la conversación, a jugar a solas, a sentirme intensamente feliz cuando no había nadie en mis alrededores ni en los alrededores de mis alrededores”. (Fernando Sánchez Dragó. Sentado alegre en la popa. P. 248. Barcelona, 2004. Planeta). He dicho que anhelo hacer mías las palabras arriba transcritas. No he dicho que éstas respondan en su totalidad hoy, y en lo que a mí respecta, a verdad. Donde dice “mis profesores y mis condiscípulos, también”, no habría de aparecer nada. Y donde “nadie”, habría que decir: “había quien no…”. Sí resultan, en lo tocante al resto, del todo afinadas. Qué le voy a hacer: nací chicharra y moriré cantando. O gallo ¡vaya!, y cacareando la espicharé. Pero no, en modo alguno, borrego y en consecuencia no me iré de este inmundo mundo así balando: Bee... O eso espero. Que Krishnamurti se apiade de mí.

martes, 8 de abril de 2014

133/ Difamador, ¡oh, Fabio!, estoy...

Cada vez me siento menos periodista y más escritor. Y no lo digo por decir. Sino por sentir (ambos oficios: Periodismo y Literatura) y por sentirlo (que cada día…). Mejor dicho: por creerlo a pie juntillas. Y con un canto en los dientes me doy cuando, alguien que ejerció y aún ejerce la labor de unos y de otros (adictos a la esclavitud del tiempo y del espacio y quienes propenden a la libertad de la imaginación) como es Fernando Sánchez Dragó, escribe en su “dragontea” lo siguiente: “Son (…) los periodistas –ese hatajo de canallas. Lo dice un hombre por cuyas venas corre tinta de rotativa– quienes nos han acostumbrado a pensar que lo malo siempre interesa y que lo bueno nunca es noticia. Allá ellos y quienes les ríen la gracia. Yo, precisamente por ser hijo, nieto, sobrino y sobrino nieto de periodistas, estoy inmunizado frente a los virus de la mencionada epidemia” (Sentado alegre en la popa. P., 311-312. Barcelona, 2004. Planeta). Si mi estimado Fernando lo dice, y de consuno yo así lo creo y lo siento, verdad será. Tampoco es mentira que, aún sintiéndome yo escritor, no por ello estoy ni estaré nunca obligado a considerarme miembro integrante del grupo de los escritores. Ni de ningún otro grupo. Soy individualista. No comulgo con las ruedas de molino del colectivismo ni, menos aún, del corporativismo. Tampoco del estilo imperante en función (caso de la Literatura, ¡uy, perdón!, quería decir del Periodismo. Pero, ¿no es éste un género de la Literatura fantástica…?) de una ideología política o de una estética encorsetada por Lo Igual. Detesto las modas suscitadas en cada época. Yo ni me tengo por clásico ni por moderno ni por posmoderno (¡esto, Dios me libre, menos que nada!), ni por surrealista ni por realista ni por ultraísta, ni por simbolista ni por vanguardista ni por todo lo contrario. Yo vengo a ser lo que buena o malamente soy, es decir: nada, y eso es así precisamente gracias (entre otras cosas) a la gran indiferencia que, hoy por hoy, dispenso a mi pobrecita obra. No me duelen prendas (nunca me han dolido) en censurarla. Por lo que censurar (siempre juiciosamente) la de los demás me resulta poco menos que pan de corteza blanca y miga blanda servido en la mesa y comido (por mí) a lo tragaldabas. Y es que debería estar restringido por la ley publicar cuando lo publicado ha sido engendrado y parido por alguien con menos de veinte o treinta primaveras de experiencia como escritor o (ay de quienes se miran y remiran el ombligo…) como poeta. Yo no sé a qué esperan los editores para devolver al oficio de la Literatura (en la parcela que a ellos, y solo a ellos, les corresponde) el prestigio de que siempre gozó y nunca debió perder. Las creaciones de aquellos que hoy no superan los 30 abriles me parecen (con algunas excepciones) muy deficientes (casi tanto como las mías, que ya es decir) y merendárselas una auténtica pérdida de tiempo. No alimentan. No llevan el suficiente nutrimento. Más escasez de hidratos de carbono y de proteínas, y demasiadas grasas saturadas o trans, que otra cosa aducen las mismas. En vez de eso, ¿no sería mejor echarse a la vida…? Para escribir necedades, mejor (si supuran diversión) hacerlas, ¿no? En fin. Ahí queda eso… Y ahora que me ponga verdegreen (como dice el Príncipe de Azulandia) quien quiera y, de paso, que me eche a los leones. ¡Me lo merezco! Por deslenguado, por exagerado, por…   

martes, 1 de abril de 2014

132/ Sol, a ratos...

Continúo leyendo Sentado (lo estoy en mi silla de trabajo) alegre (¡qué más quisiera yo!: ando algo tristón) en la popa (incorrecto: me envuelve la atmósfera de la bodega del navío de las letras…): una recopilación de crónicas exógenas y endógenas rubricadas por el ilustrísimo Fernando Sánchez Dragó. He arribado a la del 29 de octubre del año 1999. El autor divaga en ella. Literalmente ahí (y en clave de sonsonete) enuncia: “Llueve, y yo divago”. Pues bien: mi pluma escribe “a ratos sale el sol, y yo entristezco”. Hoy, como aquel día y mes y año de autos (el de la lluvia) le ocurriese a Dragó, tengo el caletre vagando sin ton ni (es claro) son. La causa estriba en varias cuestiones que no vienen a cuento: Sopitipandos no es bitácora poético-lírica-biográfica sino literaria y filosófica, a secas, fundamentada en la lectura de textos filosóficos y literarios. Aunque más lo segundo. ¡Y punto en boca! ¿O, acaso, hay literatura sin filosofía y viceversa? No sé, no sé. Lo cierto es que en estos momentos no estoy yo para literatas ni filosóficas parrandas. Aunque ya que he mojado la pluma en el tintero, enunciaré algo: un párrafo de la obra arriba subrayada y de la crónica un poco más abajo (de arriba) aludida me ha llamado poderosamente la atención. Es éste: “Alguien, en alguna parte, estará ahora sufriendo por mi causa, y yo creeré que es por mi culpa. O quizá lo contrario: yo sufriré ahora por causa de alguien, y ese alguien creerá que la culpa es suya” (Op. Cit. P., 303. Barcelona, 2004. Planeta). Lamentablemente yo hoy estoy en disposición de afirmar un parafraseo de la primera oración del acápite transliterado. A saber: que alguien sufre por mi culpa y no por mi causa. Y lo lamento muchísimo. Sí, hoy sale a ratos el sol, y yo entristezco. Hoy mi caletre se incursiona por sendas que a ningún lugar conducen. Hoy no se me ocurre nada más que contar y, coherente conmigo mismo, aquí me atajo. Hasta nuevo impulso. ¡Quiera Buda que éste sobrevenga pronto! Amén.