viernes, 28 de marzo de 2014

131/ De JRJ (IV)

¿Florentino Ariza, yo? Uy, uy, uy...

…Y hasta aquí, por ahora, Idilios. Hoy pregunto a mi Juan Ramón desde el sosiego más absoluto: ¿Qué haces, maestro? Y el poeta de Moguer se mini-explaya en clave de final de título. Dice: “Echado en la baranda de la vida,/ mira mi alma pasar el largo/ río del tiempo.// Echo al agua una flor,/ le pienso/ una duda más bella,/ le contemplo/ una luz más divina,/ la dejo/ pasar, sin verla./ Me duermo…// En sueños, oigo el agua/ correr, correr, correr./ La sueño./ Y entonces ella me ve a mí/ corriendo, cada noche, muerto…”. Muerto, no. Vivo. Vivo y bien vivo. Mejor: requetevivo. Tus versos, JR, resollarán siempre y su corazón palpitará con una diástole y una sístole no de break beat o latido roto sino de vals armonioso y melodioso y brumoso y (por qué no) fastuoso. En ellos me hundiré yo con Ella, que es tuya y es mía. O sea: con Zenobia y con… ¿Para qué subrayar lo que ya fue y será subrayado en esta bitácora más de una y de dos y de tres y de no sé cuántas veces...? No. Incurriría en revelar una realidad y no en desvelarla. Quien desee conocerla (la realidad intangible de que hablo) que ojeé al trasluz los negativos de esta antigualla fotográfica en que se ha convertido mi pobre memoria escrita en electrónico negro sobre blanco acristalado. ¡Oh, Dios mío! ¿Seré, a la postre, Florentino Ariza?...         

jueves, 27 de marzo de 2014

130/ De JRJ (III)

¿Y qué decir ahora...?

…Todavía más Idilios. ¡Habla Juan Ramón, dime, dile y diles algunos versos representativos! Y habló el poeta: “Al encontrarte, Amor, hallé el Idilio (…)// ¡Ay! ¡Ojos del Idilio/ claros, marinos, entre tiernos tallos/ que colgaban de verde (para mí azul) aquellas trenzas (para mí guedejas a su aire)/ de oro, sobre los finos hombros blancos!” Y qué digo, si puede saberse, yo ahora. Inmerso estoy en una pesadilla: Ella me persigue noche y día y tarde y… ¿es que me dejo yo atrapar? Pues sí. Me dejo. Demasiado se está alargando ya la agonía en carne, la mía, propia. Aunque lo es, digo: la agonía, mental y solo mental. Lo juro. Pero de pensamientos vive el escritor. ¿Y de palabras? No, no. Éstas se las acaba llevando el viento. Más vive de su alma (la de las palabras). De su esencia (la del alma de las palabras). De su contenido (el de la esencia del alma de las palabras). Entonces oigo una voz…: ¿es que las palabras se las lleva el viento? Y otra…: un, dos, tres… ¡Despierta! Nada: sigo embelesado en los brazos de Morfeo feo y embrutecido por los dislates comunes de los sueños agónicos y alegóricos. Pero qué diantre digo, digo yo ahora…  

martes, 25 de marzo de 2014

129/ De JRJ (II)

¿Astenia? Brrr...

…Más Idilios. Dejaré que Juan Ramón Jiménez explique qué acontece al hombre cuando éste padece un cuadro de astenia primaveral. Enuncia el poeta: “(…) Un vago calor frío/ achica el corazón y no sabemos/ qué hacer y vacilamos y una tristeza/ fugaz ensombrece/ la ilusión de verdad y belleza:/ ¡oh, noche, oh sombra, oh muerte/ que detienes la cabeza!” Y hasta el cuerpo me atrevería a apostillar yo. Cuerpo, cabeza y espíritu, para ser del todo exactos. Pero ¡hete aquí! que no hay noche sin día. Y viceversa. De modo que aguardemos pacientemente a que el sol de la plenitud espiritual, mental y física salga no por donde quiera sino por donde debe: por el sabio y chocante Oriente. Ahora permítaseme que acabe con un fragmento poemático de Federico García Lorca (invirtiendo, eso sí, el orden estrófico). Dice así: “¡Alma,/ ponte color naranja!/ ¡Alma, ponte color de amor!// En la mañana viva,/ yo quería ser yo./ Corazón”. Pues eso. Que yo acabe siendo yo y que tú, hombre o mujer que pierdes el tiempo leyéndome pudiendo leer a Borges o a Edgar Poe o a Álvaro Pombo, lo veas. 

martes, 18 de marzo de 2014

128/ De JRJ

¿Amor sempiterno?...

Leo Idilios. Otra vez, y cuantas más veces mejor, Juan Ramón Jiménez y su obra aún en marcha para toda una legión de lectores (entre los cuales me hallo). A lo que iba: hay en el haber del título arriba aludido un poema, Invierno, que dice…: “Los dos, sí, los dos…// El fuego/ agradable y rosa, empieza/ a lamer la pared íntima,/ con sus elásticas lenguas./ La lámpara está apagada./ Ya hemos cerrado la puerta.// Y, abrazados, tú riéndote,/ ojos y labios se besan…/ Los dos, sí, sí; los dos dentro…// Mas ella se queda fuera”. ¡Rudo golpe asestado contra mi plexo solar! Nunca Ella se queda fuera… Qué más quisiera y anhelara yo que Ella pudiera no ya quedarse sino estar esporádicamente fuera… Para que hubiese lugar a eso habría yo de saltar por la borda del buque de guerra de la vida y abandonarme a las gélidas aguas del océano que mantienen a flote al susodicho navío o a los habitantes de la no menos susodicha subdivisión marítima provistos de escamas para respirar y de aletas para nadar… No. Tal cosa es imposible hoy por hoy como imposible lo fuera ayer y... ¿Mañana? Se verá. No estoy en disposición de saber qué o qué no ocurrirá a partir de este mismo instante. El hombre propone y la vida dispone. ¿Y no será que donde digo “hombre” digo “poeta” y donde digo “vida” digo “destino sentimental” o “azar pasional”? Ay.        

viernes, 14 de marzo de 2014

127/ Ser versus ser imaginado

Y voy yo y me topo hoy con lo siguiente: “La literatura es un galope desenfrenado que siempre desborda los límites del territorio del periodismo” (Fernando Sánchez Dragó. Sentado alegre en la popa. La Europa exótica (IV). El tren expreso”. Pág., 136. Planeta. Barcelona. 2004). No puedo estar más de acuerdo. Yo añadiría a modo de apostilla impertinente: El periodismo es el pariente feo de la literatura. Y tan pancho y a gusto me quedaría si no fuera porque soy escritor y soy periodista. Aunque recapacito y observo que mi alma no está dividida. Qué va. Es monolítica. Una sola y sin fisuras. ¿Por qué? Porque lo que me interesa no es tanto la actualidad (lo que es) como la potencia (lo que puede llegar a ser). No ignoro que con ello incurro en flagrante contradicción. La razón de esta espantada del gremio de los encorbatados, con pantalones sujetos a la altura de la cintura por obra y gracia de unos tirantes, que teclean en una redacción estriba en que lo segundo (la potencia literaria) requiere imaginar en tanto que lo primero (la actualidad periodística) se sobra y se basta con constatar. Imagino lo que me da la gana. Constato lo que puedo y lo que debo. Hacer literatura es ir libre por la vida. Hacer periodismo es arrastrar grilletes: los de la sacrosanta y puñetera y desaliñada actualidad. Luego está lo mal que se escribe en las cabeceras, aprisa y sin ton ni son, y lo bien escritas que por lo general están las novelas y los cuentos y los ensayos y los poemas. O, a lo peor, por vía particular. Sea como fuere nunca un texto literario tendrá capacidad de acaparar tanta monstruosa deformidad como uno periodístico. Por eso yo grito: ¡Viva la literatura! Y… Pasaré la mano por el lomo al periodismo. Que no se enoje. Que no patalee ni lloriquee. Todavía es necesario. Y mucho.        

viernes, 7 de marzo de 2014

126/ Tras Omar... III

¿Qué vincula a Khayyam con Machado? ¿Y con Camarón? ¿Y con Descartes? ¿Y con Borges? ¿Y con la Baghavad Gita? ¿Y con el Budismo? ¿Y con Bruce Lee? Vayamos por partes. Rubaiyat LXXVII: “Todos los seres tratan de recorrer el camino del Conocimiento. Unos lo buscan; otros afirman que lo han encontrado. Sin embargo, aún no se ha levantado la voz que un día clamará: <<¡No hay camino; no hay sendero!>>”. Esa voz se levantaría el año 1917. ¿Dónde? En Proverbios y cantares, con aquello de “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Entonces sigamos haciendo camino.  Rubaiyat LXXII: “Un poco de pan, un poco de agua fresca, la sombra de un árbol y tus ojos. Ningún sultán más feliz que yo. Ningún mendigo más triste”. Tal poemilla fue entonado el otro día por el hijo de Camarón de la Isla en un programa de televisión. Tal cual. Lo juro. Yo lo vi y también oí. Ahora prosigamos la marcha. Rubaiyat CII: “Cuando muera, conmigo habrán muerto las rosas, los cipreses, los labios bermejos y el vino perfumado. No habrá ya albas ni crepúsculos, penas ni alegrías. El mundo habrá dejado de existir. El mundo solo es real en función del pensamiento”. Sobran dilucidaciones. Descartes pensaba que al pensar existía. Punto. Pero continuemos el itinerario. Rubaiyat CIII: “Esta es la única certeza: peones somos de la misteriosa partida de ajedrez que juega Dios. Nos mueve, nos detiene, nos levanta y nos arroja después, uno a uno, al abismo de la Nada”. Seguramente muchos otros habrán hecho uso de la tan conocida metáfora ajedrecista. Borges la subrayó una y otra vez. Otro punto. Reanudemos la caminata. Rubaiyat CXXV: “Si quieres gozar la soledad magnífica de las estrellas y flores, sepárate de todos los hombres, aléjate de todas las mujeres. No te avengas con nadie. No te inclines sobre ninguna llaga ni participes de ningún festejo”. Para mí es de sentido común. Aunque cierto es también que yo leí la parte del Mahabharata denominada Baghavad Gita o Canto del Bienaventurado y ello ha de notarse. Y, por último, dos caminatas más. Una: Rubaiyat CXXX: “Escucha: si este mundo no es más que una ilusión, ¿por qué te angustias? ¿Por qué piensas día y noche en tus miserias? Abandona tu alma a la fantasía de las horas. Escrito está en tu destino. Ningún borrón será capaz de corregirlo”. El Budismo dicta que nuestros sentidos provocan engañifas que poco o nada tienen que ver con la realidad. Y otra: Rubaiyat CLI: “Tuve maestros famosos y me enorgullecí de mis progresos y triunfos. Cuando recuerdo al sabio de entonces, le comparo al agua que cede su forma al cáliz y a la humareda que disipa el viento”. El maestro Lee dijo (en inglés): “Sé agua, mi amigo”. Y yo pregunto (en castellano): ¿Está o no está Omar, nacido allá por la centuria undécima, continuamente en órbita hoy día (y aún no estará mañana) para goce de todos nosotros? Dejo en el aire el interrogante.