miércoles, 19 de septiembre de 2018

290/ Enhorabuena del niño lector

La presente bitácora elogia la literatura infantil. Exhibe, esta, rasgos que no abundan en su hermana mayor. Tales como: sencillez, claridad, belleza. Ignoro qué está pasando con la literatura para adultos actualísima. La juzgo horrorosa. Oscura. Enrevesada. El término “literatura” no solo abraza la narrativa. El ensayismo no narrativo y el lirismo también se resguardan bajo su capa. En todo ello no hallo demasiado estímulo lector. Excluyo los libros de un breve ramillete de escritores geniales. Un ejemplo: José Antonio Muñoz Rojas. Otro: Álvaro Pombo. Otro: Fernando Sánchez Dragó. Otro: Juan José Millás. Otro: Enrique Vila Matas. 
     He dicho: José Antonio Muñoz Rojas. No vive. Su obra, sí. Por aguda. Por cadenciosa. Por arraigada. Hoy se le ningunea. Los caminos de la estupidez humana son inescrutables. Lean Cantos a Rosa. Opino (con Aleixandre) que Muñoz Rojas fue el mejor poeta de la generación del 36. Superior, en todo, a quienes mal que bien escribimos versos en el 18. Excepciones hay. Sí. Y qué.   
     Lo pienso. Lo siento. Lo digo.     
     Hablaba yo de la literatura infantil…
     Cliqueen aquí (un gran ensayo breve. Les merecerá la pena. También su admiración). 
     Mi gratitud, Juan, eternamente. 

martes, 11 de septiembre de 2018

289/ Poema alegre de poeta triste

¡Albricias! (lo sé, lo sé, posmodernos). Tras muchos años leyendo a Juan Ramón, por fin, hallo un poema suyo alegre. Subrayo lo recién dicho: alegre. No subrayo las palabras con “g” que el poeta escribía con “j”. Las copio con “g”. No le hago la corte al maestro. No paso por el aro de fuego del `liberticidio´ ortográfico. No me avengo con las incorrecciones de ese tipo. Yo no soy posmoderno. Ni (solo en esto. Conste) individualista. Perdónenme los vanguardistas. Y, de paso, la rima. É cosí
     He dicho: poema alegre. Digo ahora: poema sereno. O poema suave. O poema agradable. O poema delicioso. O poema sublime. Como se prefiera. Se encastilla en Historias. No lleva título. Los posmodernos pueden darse con un canto en los dientes. Editoriales de esa laya (posmodernas. Si existen. Su vida no suele ser larga) se pondrán locas de contentas. Tipo, estas, underground. Oh, yeah. Sirven vino y queso (¿y por qué destierran del paladar los chicharrones y la cerveza? Hummm) a los lectores en las presentaciones de los libros que editan. ¡Qué nivel! Nadie se enfurruñe. Lo digo sin pizca de ironía. Vino y queso hacen las delicias del autor y de sus lectores. ¡Menos da una piedra! Excepto si es la de Pizarnik…   
      He aquí el poema: “¡Oh, tarde clara, pura, suave, melodiosa!/ En los cristales se refleja la marina…/ todo es de un oro suave, de un melodioso rosa…/ Se dijera de agua la brisa vespertina…// El aire trae y lleva la alegría del puerto…/ todo es tranquilo: el trabajo, la risa, la sirena…/ El mismo hogar alegre, de par en par abierto,/ parece que se va, por una mar serena…// Como si fuera absurda la nostalgia se olvida/ está aquí lo soñado, lo cierto, lo bendito…/ qué gracia de colores, está nueva la vida…/ en el ocaso mágico se muestra lo infinito…”.
     No comment. Por excelente. Por magistral. Por insuperable. Ea. ¿Saldrá, bajo piedras, un posmoderno a decirme: “¡Qué antigüedad! ¡Eso está superado!”? Que salga. ¡A mí plin! (¡por Buda! ¿También está anticuado este coloquialismo? ¡Uf!).
     Risas.