martes, 16 de diciembre de 2025

498/ Los patinazos de un Nobel

¿Era Rudyard Kipling buen conocedor de España (o mejor aún: de lo español)? Permítaseme que lo dude… En el libro Viaje al Japón, el Nobel anglo-indio menciona España (mejor diré: lo español) una que otra vez, no sin patinazo. Dos (dos patinazos), para ser exactos, sufrió. Helos aquí; uno: <<<–Yo diría que la frente arqueada, la nariz ganchuda y los ojos juntos (el tipo español) son la cepa de los rajputs, mientras que el japonés con cara de alemán es el khattri, la clase más baja>> (op.cit. Ediciones Folio, S.A., pág., 109), y dos: <<España es artística, pero también ella se ve perturbada a intervalos>> (op.cit. Ediciones Folio, S.A., pág., 153).

     Apuntaré, primero, algo sobre el último patinazo. Qué quiso dar a entender Kipling con el término <<perturbada>> es materia de misterio. ¿Acaso España perdió el juicio? En algunos ámbitos, sí. Pero, ¿en el arte? No sé, no sé. Tal vez Kipling se refería (con ese término) a los ramalazos de razonamiento lógico que, de vez en cuando, irrumpen e interrumpen el discurso artístico de rigor (nadie olvide que España es el país del Realismo: una forma aburrida y gris, como cualquier otra, de hacer literatura).

     En cuanto al primer patinazo, ¿hay un tipo humano por cada nación? Puede ser, pero…, ¿la nariz ganchuda no es patrimonio de los romanos? Y los ojos juntos, ¿no lo es (patrimonio, digo) de los asiáticos?

     Los patinazos de un Nobel tienen su intríngulis. Concedámosle el beneficio de la admiración. Señor Kipling (doquiera que esté usted): ¡Mi gratitud!        

jueves, 4 de diciembre de 2025

497/ Un "dudoso" prólogo

Flaco favor el que hace Emili Olcina a Kipling y, por extensión (no por contracción; pues, de ser así, situaría yo el sello editorial por encima del autor…; cosa, esta, necia de solemnidad), a <<Laertes SA de Ediciones>> (2001) y a <<Ediciones Folio S.A.>> (2004). Yo no había leído jamás un prólogo (para el caso: firmado por Emili Olcina) que dejase en peor lugar la obra prologada (para el caso: Viaje al Japón, de Rudyard Kipling).

     Ejemplo de lo apuntado (en referencia a Viaje al Japón): <<Obtiene un texto de una amenidad extraordinaria, compuesto de fragmentos vivos y coloristas que, sin embargo, no están lo bastante bien cosidos, por la inconsistencia de los hilos narrativos; no hilvana bien porque está desorientado… (…)>> (op.cit., pág., 27).

     Otro ejemplo de lo apuntado (en referencia al autor de Viaje al Japón): <<(…) de ahí que, como un beodo, perciba dos Japones contradictorios allí donde un japonés vería un solo Japón que hierve de contradicciones; tan sólo con esa visión única y conflictiva, desde dentro tanto de sí mismo como del Japón, su texto podría adquirir una cohesión interna sin la cual le faltará la fuerza necesaria para subir a los niveles más altos de la creación literaria>> (op.cit., pág., 29).

     Y, ahora, voy yo y pienso: ¡Desando leer Viaje al Japón! (Risas). No. Diré que aún sabiendo lo que Emili Olcina escribe en el <<falso>> prólogo haré el esforzado intento de leer Viaje al Japón... Según Olcina, el autor anglo-indio era racista, otro incentivo para leer Viaje al Japón. Aún sabiendo también esto último, haré el voluntarioso esfuerzo de leer la obra de Kipling… 

     Alabo la valentía de Olcina (y de las dos editoriales más arriba mentadas); reniego del lugar elegido para verter crítica literaria: un prólogo. El prólogo debería ser espacio de análisis reflexivo e introductorio de una obra; y no, en modo alguno, tribuna de opinión; por muy bien escrita (es el caso, en forma, no en fondo) que esté esa tribuna.