jueves, 9 de mayo de 2024

450/ "Lo que es, es"

Enfrentando la lectura final de <<Crítica de la razón estética: el ejemplo de J.R.J.>> (Los libros de Fausto. Madrid, 1988), de Arturo del Villar, me topo (página 148) con un párrafo sorprendente; sorprendente por aquello de que nunca antes había leído una intuición personal mía tan bien expuesta y con ínfulas de irrebatible. Acaso las propias intuiciones personales no sean rebatibles; acaso. 

     El párrafo en cuestión dice así:

     <<Ortega se refirió a unos jardines juanramonianos, los que están descritos en el segundo poema de los “Nocturnos” de Arias tristes como el jardín típico con su fuente, para explicar lo que es la filosofía, dentro de un curso que dirigió en Madrid en 1929. Hizo una distinción entre el jardín real y la quimera fantástica, como ejemplo de la operación mental del lector. De esa manera quiso demostrar que los datos del universo son indubitables, y es la conciencia del hombre la que cuestiona la realidad con sus dudas>>.

     Creo que siempre lo he experimentado del modo arriba expuesto. El Hombre, embarullador de la naturaleza. El Hombre, idealizador de la conciencia. El Hombre, alquimista de la realidad. 

     Algo así, conjeturo, le acontecería a JRJ. Sin embargo (¡y aquí radica el quid de la cuestión!) esa alquimia, idealización y embarullamiento concienzudos y humanos, sirvieron para que un hombre (JRJ) manufacturara la más elevada y hermosa obra poética que existió (que ha existido; que existirá) jamás. Y esto, estimado lector, igualmente lo juzgo indubitable.

jueves, 2 de mayo de 2024

449/ Ego al descubierto

Existe un modo de dejar al descubierto el ego; un modo según el cual (aún sabiendo que es perecedero) podemos llegar a tocar con la punta de los dedos del intelecto una belleza sutil e inalcanzable para algunos alucinados: la escritura. No la escritura en general; la literaria. 

     Escribir literatura conlleva el riesgo del <<auto-sincericidio>> (en un sentido de introspección brutal, independientemente de que se trate de ficción o realidad, ajena o <<auto>> aquella). El escritor literario se expone demasiado al mundo; a los demás. No sucede así con aquel que escribe desde la objetividad; desde el <<cientificismo>>. Uno perfora y, luego, explora su ego (su psique) y lo desasiste. El otro indaga los egos de los demás para llegar a conclusiones depuradas (eso cree él) de egos. Se trata, en efecto, de una ilusión; pero él no llega a percibirlo del todo. El escritor literario se mueve como pez en el agua en el ámbito de las ilusiones, de los ideales, de los sueños… El ámbito del otro es el del Periodismo. Punto. El del panfleto… ¡Otro punto!

     Jung lo denominó así: <<Percepción de la sombra>>. 

     Arturo del Villar desemboca en esta expresión en el libro <<Crítica de la razón estética: El ejemplo de J.R.J.>> (Los libros de Fausto. Madrid, 1988. Pág., 101). Y lo hace para evidenciar que el inconsciente aflora en acto de escritura. Yo querría añadir la siguiente apostilla: en cualquier acto de escritura, no; sólo en el acto de escritura literaria (la que conecta con la sensualidad y belleza de los <<jardines interiores>>). Es decir: aquella que encierra en sí misma un estilo; un ansia por redescubrir la música de las esferas, de las palabras, de los signos fónicos… 

     La cita de Arturo Del Villar: <<Según el filósofo suizo [Jung], en el yo existen personificaciones del inconsciente que suelen aparecer en los sueños, pero que también es posible advertirlas en los sueños diurnos o en la escritura de las personas con capacidad intelectual suficiente>>.

     (He preferido dejar al margen eso de la <<capacidad intelectual suficiente>>).

     Así que ya saben: cuídense de escribir literatura si no quieren dejar su ego al descubierto (alguien podría querer mancillarlo, robarlo…). 

     En fin.