Teresa de Calcuta escribió, o dijo, o insinuó: “Si miro a la masa, no actúo nunca. Si miro a una persona, sí”. Masa: ¡qué venda la mía! Persona: ¡al aire todo! Aquélla no tiene boca. Ni espejos del alma. No tiene escrúpulos. Ésta, individualmente lanza alaridos y ojeadas por doquier. Los aprehendemos. Empatizamos con el lanzador. Acaso, luego, actuamos. Y a otra cosa. La acción reconstituye el alma (mirando a los espejos de ésta…) Pero apalea el cuerpo. Los taoístas reniegan de ella. Como el hombre-masa. Sin embargo el Tao seduce al par que la masa repele. Somos actores independientes. Siempre la virtud en el medio.