Ministrar una pincelada sobre Fervor de Buenos Aires (Jorge Luis Borges. 1923. Y 1969: efeméride de la última corrección) es lo que me propongo ahora. El maestro dedica el poemario “a quien leyere”. Y más abajo: “Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios y yo su redactor”. El subrayado es mío.
¿Ejercicios? Pues yo juzgo felices los versos que conforman el "ejercicio" intitulado “Un patio”.
Son estos:
UN PATIO
Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.
¿El universo que colma el mundo en que radica el patio de la casa en que mora el poeta Borges? Respuesta sencilla: Buenos Aires. Nadie se equivoque. Tiempo y espacio hispanos y americanos al par. También vida. Y muerte. Pero eso será en otras entregas de ejercicios...
Sí. La poesía era esto.