Corren tiempos un punto inverosímiles. Tiempos en que la credulidad no encuentra asideros con que ponerse a salvo de mordeduras, rasguños, crueldades a todo trapo y de todo pelaje. Una crisis económica, una pandemia, tambores de guerra que asolan cuanto rincón de la anatomía mundana queda aún vivo y sin conquistar. La mente libre, ay, no se libra. He estado hojeando (también, leyendo) una revista histórica que tenía desechada en una balda de mi librería para darme de bruces con la <<Epopeya de Elcano>>: la primera vuelta al mundo (1519-1522). Ignoro por qué este texto ha inducido en mí una `pila´ de ideas locas y de pensamientos distorsionados, acaso verosímiles, siempre acaparadores de acción subjetiva. Como la de aquí y ahora: la escritura de un post (este) desnortado. La gesta de Elcano, a mi juicio, no quita un ápice de inhumanidad al pensar loco por antonomasia: el expansionismo. Quiere decirse: ¿Hasta qué punto la pretensión de ensanchar un territorio está justificada o fundamentada en algo, digamos, bello? No sé. Y, ¿en algo bueno? Tampoco sé. Y, ¿en algo práctico? Menos aún.
Juzgo despreciable engrandecer la crueldad en pos de un supuesto heroísmo patriótico.
Otra incertidumbre: ¿Recurrir a juzgar la historia con ojos contextualizados en la época en que sucedieron los hechos, y no en la actual, o todo lo contrario? Y, llegado el caso, ¿no sería tremendamente riesgosa la visión retrospectiva para justificar unos hechos dignos de llanto entonces (y siempre)? ¿Es posible la existencia de una ética libre de modas?
Abro paréntesis. Voces malintencionadas dicen que la asignatura `Filosofía´ está siendo, poco a poco, arrinconada en el currículo de Secundaria. Cierro paréntesis.
Volviendo al tema de la incertidumbre…