Erra generosamente quien pone etiquetas a la literatura. Erra generosamente, pues, quien registra géneros literarios. Al lector antiacadémico, sin embargo, todo esto le trae sin cuidado. Ahora dicen que Mariana Enriquez <<hace>> Terror. Yo no sé si lo que Mariana Enriquez <<hace>> o deja de <<hacer>> es esto o aquello de más allá; yo sí sé que su prosa, sencilla y lúcida, linda con lo repulsivo (apelo, aquí, a lo <<repugnante>> sólo); mejor aún: describe, sin lindezas, lo repulsivo. Un botón de muestra de su libro Cómo desaparecer completamente (Anagrama, 2025): <<Él no había estado en el momento del tiro, pero había visto la sangre después y… parecía que hubieran descuartizado animales en la habitación. Todo salpicado de sangre: la pared, las sábanas, la mesita de luz, el espantoso detalle de los rostros de dientes y hueso de la mandíbula por el suelo, eso sí lo había visto>> (op.cit., pág., 48). Que a esto se le pueda llamar <<Terror>> es, me parece, más un ejercicio de libertad expresiva e imaginativa que otra cosa. Del mismo modo podría llamársele <<Gore>>. O: <<Mal gusto>>. O: <<Decir las cosas como son>>. O: <<Valentía>>. O: <<Incorrección política>>. O: <<Escrupulosa, pura, observación externa>>. O, por qué no: <<Crudeza>>; así, a secas.
Lo que Mariana Enriquez <<hace>> es, <<sin género>> de duda, escribir bien. El gallego tóxico metía todo en el mismo saco y lo denominaba así: <<Literatura>>. Le concedieron el Premio Nobel; algo del tema sabría… Dejémonos de pamplinas academicistas y enfrentémonos a la prosa o al verso desde una postura des-encorsetada (libre). En ningún momento me ha embargado la sensación, leyendo a Mariana Enriquez, de estar ante un texto encajonado en el género <<Terror>>. ¿Invalida mi sensación la generalizada (por uso masivo…) etiqueta? Posiblemente, no; pero la deja en entredicho (para mí; solo para mí…). ¿A alguien se le ocurriría describir el cine de Tarantino (cine y literatura están íntimamente emparentados; nadie lo olvide…) como <<de Terror>>?
Únicamente vislumbro una justificación loable de esa etiqueta: que la vida sea, en última instancia, terrorífica. Ese es el tipo de vida que Mariana Enriquez describe en su libro Cómo desaparecer completamente; pero dentro de la vida terrorífica, a veces, brilla un haz de luz. Lo subrayaré: <<Lucía se empezó a reír y Matías se dio cuenta de que a él también le daba mucha risa, así que se rió también, y los dos terminaron agarrándose la panza, dejando los cigarrillos en el cenicero para non quemar la cama, tan flojos los ponía reírse>> (op.cit., pág., 114). Botella de oxígeno para el lector sensible. O: Suspiro de alivio. Tanto monta.
Leer a Mariana Enriquez se me antoja sufrido. Algo hay, sin embargo, en su prosa que obliga a seguir enfrentándola con ojos incrédulos a la vez que llorosos; expectantes a la vez que <<de párpados desmayados>>. Describírmelo (excusas por mi egoísmo) con palabras es lo que trataré de hacer en sucesivas lecturas de Mariana. Veremos si, al cabo, acabo lográndolo o todo lo contrario…
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