viernes, 26 de julio de 2013

78/ ¿Individualismo social?

Corroboro la concepción de J. Castillo sobre el Nominalismo Social. Se encastilla en la novena entrega de Textos de sociología: compilación orquestada por Pilar Siver el año 1984: <<(…) La sociedad es una simple multiplicidad o agregado de individuos. Lo colectivo (…) no es más que lo inter-individual (…) La sociedad es, por tanto, un producto de la imaginación>>. ¡Zapateta!

     Lo contrario pasa por la concepción colectivista de la sociedad. Su principal valedor es H. Spencer. Para él <<la sociedad es un organismo>> pintiparado al biológico. El individuo, como la célula, solo posee sentido en relación a la totalidad; o sea: al organismo de que forma parte. ¡Y se quedó tan pancho! 

     La libertad individual subsumida por la libertad social. ¿Será que el erudito no iba tan descaminado? ¿Lanzaría éste un órdago, a modo de cantinela, al estadista de turno? Verbigracia: su libertad, señor, concluye donde el pueblo emprende la suya. Y, ¿no será al revés?…

viernes, 19 de julio de 2013

77/ "Eaminiñoea"...

Descifrar la obra de quien sobrevivió leyendo se torna recordatorio. ¿De qué? De lo imprescindible que resulta la literatura para vivir. O para soñar e indagar lo incognoscible. Hoy he acabado mi lectura de Mortal y rosa: diario íntimo de Paco Umbral (o elegía a su hijo “Pincho”). En la pág. 67 (Austral. Barcelona, 2011) se lee: “Los ojos pastan en el libro y a veces (…) se quedan dentro, (…) sin ver el mundo”.

     Descifrar la obra de quien sobrevivió escribiendo se torna corroboración. ¿De qué? Del carácter afirmante que posee la literatura en el alma del escritor. Afirmante y reforzador del ser. Contrariamente (si no escribiera; si no leyera) el autor se desmoronaría como casa en ruinas (no apuntalada). El descalabro sobrevino a Umbral (apuntalada el alma…) por el óbito del chiquillo. En la pág. 70 (op.cit.) se lee: “Niño mío, hijo, fruta fugaz, (…) estoy aquí, en el desorden de tu ausencia, entre los colores, animales, objetos, hierros, ruedas y seres de tu mundo, tan muertos sin ti (…)”. 

     Descifrar la obra de quien sobrevive adolorido se torna lección. ¿De qué? De vida, de esfuerzo, de oficio: el de la literatura. Afilo el rictus. Aligero el gesto… 

     Concluyo: el árbol de la vida da frutos para la infelicidad del Hombre (inclusive los pírricos o en agraz). Lo que de reflexiva tiene Mortal y rosa, superado es por el amor (irreflexivo) al hijo. El acabose de un retoño por enfermedad deviene contra natura. En tal dislate, como enuncia Umbral, <<la vida se suicida a sí misma>>. <<Pincho>>: ya estás, por fin, con papá.

viernes, 5 de julio de 2013

76/ Un bodrio

<<Litografía Rosés, S. A.>>, sita en: <<Progrés. 54-60. Polígono La Post. Gavà (Barcelona)>>. Taller que abonó el hecho. Probablemente en 2000. Taller cómplice del bodrio. Probablemente involuntario. Devengo incapaz de dar credibilidad a J. J. Benítez. Lo procuro. Yo no sé, ya, cuánto. No lo logro. En su Al fin libre ese descreimiento es azuzado por vocablos cristalinos.

     Acá mi objeción: ¿No aspiran los vocablos (esos vocablos) a significar una realidad inaccesible? Solo la poesía posee potestad connotativa de lo desconocido. Imagino (mal que me pese) falaz al plumilla pamplonica. Adular a la pálida dama es recurso soldadesco y, por ende, cuartelario. O mejor: legionario; de legionarios en eterna imaginaria. Refiero el pavor propio (no ajeno) a la de la guadaña. 

     Una que otra duda me corroe: ¿Por qué las teorías sobre el Más Allá pecan de halagüeñas? ¿Por qué exhuman paz y gloria en vez de turbación y desgarro? ¿Por qué no la Nada, a secas? ¿Por qué la libertad se tizna, en tales teorías, con el hollín de la consciencia? Y, ¿por qué con el de la sensibilidad?… 

     Conste que no anhelo lo contrario: inconsciencia e insensibilidad. Aunque después de muerto, fabulo, dé lo mismo cuatro que ochenta o que mil. Las tendencias (las modas) producen en mí recelo: engroso la lista de los que acuden a la ópera en chándal… Vale: categóricamente falso. O no. Me arrogo, por si las moscas de Machado, el derecho a la contradicción (como, de ordinario, dice F.S.D.). Siempre gusté de procurarme topetazos contra el cristal del mundo.