Acababa de descubrirme a M. Zambrano. Yo no busqué a ninguna de las dos: ni a María ni a Ana. Ambas arribaron a mí. Con el tiempo me he percatado de la trascendencia de sendos descubrimientos: para el corazón la camaradería y para el intelecto la erudición. Quid de la doctrina zambraniana es la <<Razón poética>>; no <<histórica>> (Ortega) ni <<pura o práctica o de la capacidad de juzgar>> (Kant). La doctora Bundgaard la describiría de este modo: <<Construcción hipotética, volitivo-imaginativa, que avanza al mismo tiempo expresando certeza y provisionalidad (…)>>. Aunque antes...: <<(…) las más profundas raíces de la (…) razón creadora propuesta por Zambrano se encuentran en la poética vanguardista de García Lorca, [Rafael] Alberti, [Luís] Cernuda, [Emilio] Prados, [José] Bergamín, Pablo Neruda, Octavio Paz, Lezama Lima, y el grupo Orígenes de Cuba (…)>>.
Aquella vanguardia no es (de haberla) la de hoy; ni yo, ni Ana, los de ayer; María, ineluctablemente, sí. También, su Razón poética. Ana subsiste en mi frente <<marchita>> y en mi corazón <<grana>>. Cada vez que hojeo el ejemplar aludido evoco aquel día…
Me <<sentí>> poeta por vez primera a tenor de L. P. R. Más tarde lo ratificaría Ana con su humor y su perfil sin igual. Hoy la evoco (sobre mi mesa de trabajo Filosofía y literatura...) con <<el corazón en la frente>>; en carne viva la frente. Y con <<la frente en el corazón>>; henchido de memorandos el corazón.
Sirva el presente texto para corroborar lo que digo.
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