martes, 17 de septiembre de 2013

83/ De corazón...

En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.
(Cancioncilla del primer deseo. Federico García Lorca)

Ana me agasajó con un título indeleble: Filosofía y literatura. María Zambrano. Galopaba 2005. Nuestros simposios referían sentimientos y pensamientos desentumecidos: Libres de júbilo o de melancolía. Una tarde le dije: Quiero leer a María Zambrano. Y... ¡Cataplum! Concurrió conmigo y con tan singular obra en el aula. La dedicó: “Como todo lo bueno de esta vida, el libro también se ha hecho esperar. ¿Apagaste todas las velas de una vez? Si no, no pasa nada. Muchos besos. P.D.: Y que comamos muchas papas a los tres quesos para celebrar cumpleaños o lo que nos dé la gana. Jajá. ¡Felicidades! 27 de abril de 2005.” Acababa de develarme a M. Zambrano. Yo no busqué a ninguna de las dos: Ni a María ni a Ana. Ambas arribaron a mí. Con el tiempo me he percatado de la trascendencia de sendos descubrimientos: para el corazón la camaradería y para el intelecto la erudición. Quid de la doctrina zambraniana es la Razón poética. No histórica (Ortega) ni pura o práctica o de la capacidad de juzgar (Kant). La doctora Bundgaard la describiría de este modo: “Construcción hipotética, volitivo-imaginativa, que avanza al mismo tiempo expresando certeza y provisionalidad (…)” Aunque antes...: “(…) las más profundas raíces de la (…) razón creadora propuesta por Zambrano se encuentran en la poética vanguardista de García Lorca, [Rafael] Alberti, [Luís] Cernuda, [Emilio] Prados, [José] Bergamín, Pablo Neruda, Octavio Paz, Lezama Lima, y el grupo Orígenes de Cuba (…)” Aquella vanguardia no es (de haberla) la de hoy. Ni yo, ni Ana, los de ayer. María, ineluctablemente, sí. También su Razón poética. Ana subsiste en mi frente marchita y en mi corazón grana. Cada vez que hojeo el ejemplar aludido evoco aquel día. Me sentí poeta por vez primera a tenor de L. P. R. Más tarde lo ratificaría Ana con su humor y su perfil sin par. Hoy la evoco (sobre mi mesa de trabajo Filosofía y literatura...) con el corazón en la frente. En carne viva la frente. Y con la frente en el corazón. Henchido de memorandos el corazón. Sirva el presente texto para corroborar lo que digo.  

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