La rima es (pero no sólo) parte acústica de un poema. Si se pondera íntegramente (probad…) adquirirá rasgos semánticos. Su fonética depende del timbre; ¡y su significación, del entendimiento!: al infravalorarla se peca de bobo y de zoquete. Lo gráfico y lo musical no la agotan. De ello era conocedor quien pudo inventarla en el décimo segundo siglo de nuestra era: el monje Leonius.
Rubén Darío, en el prólogo a Prosas Profanas, escribe: <<¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo? Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es solo de la idea, muchas veces”. El nicaragüense finiquitó aquello a que Leonius dio principio.
Méndez Bejarano, de fino olfato, también la dignifica a su modo: <<La rima no tiene un valor puramente musical, no. La rima posee un gran valor intelectual y se ha de estimar, sobre todo, por su significación>>.
Permítaseme un llamamiento a todos los poetas del mundo: ¡Rimad! ¡Que nada ni nadie os arredre! ¡Sed los otros “vanguardistas”! Sí, sí: “Van-guar-dis-tas” (en su acepción de “renovadores”. Renovar: volver algo a su primer estado). Hacedlo… Descubriréis un mundo extraordinariamente sonoro… ¿Acaso, ay, alguien rima hoy? Pues eso.
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