lunes, 9 de septiembre de 2013

82/ 3: 4: 5...

Demanda mi álter ego: ¿Alguien versificó lo pitagórico-musical? Recuso: Fray Luís de León. E incoo esta lectura: “Traspasa el aire todo/ hasta llegar a la más alta esfera, (…)...” Él me intercepta: A ver con qué sales tú... Yo prosigo: “(…) y oye allí otro modo/ de no perecedera/ música, (…)...” Y él: Oda a Salinas... Y yo: ¡Correcto! Ahora permíteme finiquitar: “(…) que es la fuente y la primera.// Y como está compuesta/ de números concordes, luego envía/ consonante respuesta,/ y entre ambas a porfía/ se mezcla una dulcísima armonía”. Y él: No comprendo. Y yo: Números concordes, consonante respuesta, ambas a porfía... Y él: ¿Qué significa todo eso? Y yo: Toma tres cuerdas de igual grosor. Y de longitud conforme a la relación numérica 3: 4: 5. Entonces él: ¿Para qué? Y yo: Hazlas sonar. El resultado no es otro que la ley divina del cosmos. Y él: ¿Cuál ley? Y yo: ¿Cuál va a ser? ¡La armonía, hombre, la armonía!

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