El haraquiri es el ritual japonés del suicidio. Forma parte éste del bushido. El bushido es el código ético sumarái. Un corte abdominal de izquierda a derecha con una trayectoria final, vertical, sustentan el primero. Es entonces cuando se produce el desentrañamiento. Desentrañar: averiguar lo oculto. Otra acepción es la que sigue: desapropiarse uno de cuanto posee. Vale. Pero, ¿cómo? Muy sencillo: entregándoselo a otro en señal de esplendidez y de apego. Así la literatura. Ésta conlleva desapropiación y desentrañamiento del escritor que, además, en el decurso de su obra averigua quién es. Él (o ella) muestra los mondongos (léase: las tripas) desembarazadamente. Quiero decir: sin temor a habladurías. Tampoco a malignidades del tipo que sea. Ajeno a la mezquindad, a la frivolidad, a la fealdad. Y sin perjuicio (¡eso nunca!) de su imaginación. Hacer literatura (libre ésta) significa rajarse el abdomen y dejar que broten, a borbotones, las palabras. ¿La nobleza? En el centro. ¿El honor? En el extrarradio. ¿La mirada? En el hoy. ¿Los puños? En el ahora. ¿Los dientes? Apretados. Hacer literatura es enfrentarse, en batalla mortal, a la vida y a uno mismo.
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