Leer prólogos resulta costumbre perniciosa. Escribirlos es un arte. Pocos conocen las aberraciones de ese arte. Unos yerran al procurar quedar por encima del autor del texto que prologan. Otros se jactan falsamente de conocer la obra prologada y su hacedor. Otros traicionan al lector: revelan el argumento cuando se trata de una novela o de un relato. ¡Horror de horrores!
Peri Rossi forma parte del último grupo. Un libro prologado por ella es: Moderato cantabile. Autora: Marguerite Duras. No voy a irle en zaga. No me asomaré a la balconada de este extraño edificio de la Duras. Peri Rossi detona los cimientos fácticos del mismo con un explosivo prólogo. Transcribiré dos pasajes del mismo. Uno: “Moderato Cantabile es el relato de una fascinación. Como toda fascinación, se resiste al análisis racional, a la lógica (…)”. Por esto deviene significativo el argumento de la obra. Peri Rossi lo revienta. También revela el contenido simbólico de los personajes. ¡Mon dieu! Un texto “ilógico” y carente de argumento es poético y es surrealista. Allá donde haya surrealismo (literario. El pictórico me embelesa) no estaré yo. Y el otro: “En esta novela sobre los deseos más ocultos y reprimidos, no sobra ni falta una palabra”. Acaso en ella no. En el prólogo sobran muchas. Lo certifico.
Días atrás empecé a leer Moderato cantabile. Lo hice por el prólogo. Dos después abandoné mi lectura. Corrijo, ahora, la frase del principio: leer "malos" prólogos resulta costumbre perniciosa.