¡Albricias! (lo sé, lo sé, posmodernos). Tras muchos años leyendo a Juan Ramón, por fin, hallo un poema suyo alegre. Subrayo lo recién dicho: alegre. No subrayo las palabras con “g” que el poeta escribía con “j”. Las copio con “g”. No le hago la corte al maestro. No paso por el aro de fuego del `liberticidio´ ortográfico. No me avengo con las incorrecciones de ese tipo. Yo no soy posmoderno. Ni (solo en esto. Conste) individualista. Perdónenme los vanguardistas. Y, de paso, la rima. É cosí.
He dicho: poema alegre. Digo ahora: poema sereno. O poema suave. O poema agradable. O poema delicioso. O poema sublime. Como se prefiera. Se encastilla en Historias. No lleva título. Los posmodernos pueden darse con un canto en los dientes. Editoriales de esa laya (posmodernas. Si existen. Su vida no suele ser larga) se pondrán locas de contentas. Tipo, estas, underground. Oh, yeah. Sirven vino y queso (¿y por qué destierran del paladar los chicharrones y la cerveza? Hummm) a los lectores en las presentaciones de los libros que editan. ¡Qué nivel! Nadie se enfurruñe. Lo digo sin pizca de ironía. Vino y queso hacen las delicias del autor y de sus lectores. ¡Menos da una piedra! Excepto si es la de Pizarnik…
He aquí el poema: “¡Oh, tarde clara, pura, suave, melodiosa!/ En los cristales se refleja la marina…/ todo es de un oro suave, de un melodioso rosa…/ Se dijera de agua la brisa vespertina…// El aire trae y lleva la alegría del puerto…/ todo es tranquilo: el trabajo, la risa, la sirena…/ El mismo hogar alegre, de par en par abierto,/ parece que se va, por una mar serena…// Como si fuera absurda la nostalgia se olvida/ está aquí lo soñado, lo cierto, lo bendito…/ qué gracia de colores, está nueva la vida…/ en el ocaso mágico se muestra lo infinito…”.
No comment. Por excelente. Por magistral. Por insuperable. Ea. ¿Saldrá, bajo piedras, un posmoderno a decirme: “¡Qué antigüedad! ¡Eso está superado!”? Que salga. ¡A mí plin! (¡por Buda! ¿También está anticuado este coloquialismo? ¡Uf!).
Risas.
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