lunes, 21 de enero de 2019

298/ Libertad apetecida

Corren tiempos convulsos. Hoy es mejor definirse. Toda definición engendra cierta falta de libertad. Pregunto: ¿elegir conlleva dependencia? Y todavía: ¿la ley hace hombres libres o cautivos? La respuesta a estos interrogantes se me antoja compleja. 
     John Locke ha escrito: “La finalidad de la ley no es abolir o restringir, sino defender y ampliar la libertad; (…) cuando no hay ley, no hay libertad. Pues la libertad debe estar exenta de coacción y de violencia por parte de otros, lo que no puede conseguirse si no hay ley. (…) La libertad no es (…) la facultad de todo hombre de hacer lo que le place”. (The Second Treatise of Civil Government, 1690).
     El texto de Locke arriba copiado hace aguas. La libertad no es ideal sino real (más o menos posible. Más o menos viable o inviable). También tiene cara be: la de matar, robar, insultar. Estas tres acciones (libres todas) quebrantan normas: penales, civiles y de urbanidad, respectivamente. 
     A mi juicio la Ética no es elemento indispensable de la libertad. La Ética es elemento indispensable de la libertad no lesiva (esa que yo alabo y la mayoría alaba).
     Uno que otro filósofo enuncia que el niño aprende a ser libre obedeciendo (sin reservas: Marina dixit). Perplejo estoy. A colación de esto viene todo lo anterior.
     El color del mundo dependerá de la lija con la que se lije. 

martes, 15 de enero de 2019

297/ Tirukkural (literatura clásica hindú)

“Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. La frase anterior no es de mi cosecha (¡qué más quisiera yo!). Vayan, ahora, unos acontecimientos eslabonados. Alguien resuelve escribir un texto sagrado. El resto de mortales, entre los que me incluyo, no hace sino leer ese texto con la sensación inequívoca de que lo relee. Una moral es todas las morales. Valga por caso aquella en que cualquier ser humano se ve reflejado sin duda. Luego aparecen otras que complican todo, acomplejan, inquietan.
      “Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. El elemento clave, aquí, no es el alma sino el amor. Esto por dos motivos. Uno: Porque el alma posee una naturaleza mítica (a pesar de los dictámenes de la Teología). Y dos: Porque el amor es susceptible de materializarse dado que su perfil cabe en un gesto o en una palabra o en una acción. Los otros elementos indispensables son el cuero y lo animado (lo vivo). Cuero y cuerpo quedan próximos entre sí. Al igual que vivacidad y realidad. “Alma viva” equivaldría a “Alma real”. Yo no puedo afirmar que haya una realidad intangible denominada Alma más allá del nombre de una mujer o de la mujer que porta ese nombre. Yo no sé quién dio principio a la idea de que tener nombre es acaparar el contenido del mismo… 
     Lo divagado deriva de aquí: Solo el cuero animado por el amor contiene un alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto cubierto de carne. Para castigar a los que os han hecho mal, avergonzadles mostrándoos buenos con ellos, y olvidad después todo lo hecho por ambas partes, malo y bueno. La mayor de todas las virtudes jamás descritas es la que consiste en compartir el alimento con el prójimo y en respetar la vida en todas sus formas. No matar, he aquí el bien perfecto; no mentir viene inmediatamente después (Tirukkural. Siglo I, Isla Mauricio. Original Tamil). 
     Acaso la moral del hombre sea una mala lectura de la moral a secas.   

martes, 8 de enero de 2019

296/ Dos es uno

Léase el siguiente fragmento: “A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también la belleza del arte y de la naturaleza como nunca hasta entonces. Bajo su influencia llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias. Si alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados por las ventanucas enrejadas del vagón celular, nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres. A pesar de este hecho –o tal vez en razón del mismo– nos sentíamos transportados por la belleza de la naturaleza, de la que durante tanto tiempo nos habíamos visto privados. Incluso en el campo, cualquiera de los prisioneros podía atraer la atención del camarada que trabajaba a su lado señalándole una bella puesta de sol resplandeciendo por entre las altas copas de los bosques bávaros (como se ve en la famosa acuarela de Durero), esos mismos bosques donde construíamos un inmenso almacén de municiones oculto a la vista. Una tarde en que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera, vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón, mientras que los desolados barracones grisáceos ofrecían un contraste hiriente cuando los charcos del sueño fangoso reflejaban el resplandor del cielo. Y entonces, después de dar unos pasos en silencio, un prisionero le dijo a otro: ¡Qué bello podría ser el mundo!”. (Victor Frankl. El hombre en busca de sentido). 
     Acaso Víctor Frankl cifra la belleza del mundo en la esperanza o en la acción. Acaso el pasaje arriba copiado da sobrada muestra de ello. No me es dado saber esto. La mente del hombre-creador inflige pesares a éste, despertándole en mitad de una bondad o de un sentimiento noble, a menudo: ambivalencia (cuánto la ensalzó y se dolió, a la vez, de ella Juan Ramón Jiménez). 
     Álvaro Pombo escribió Contra natura. Ahí nada nos estorba ver con claridad una naturaleza imprecisa e inequívoca. Quiere decirse: una incoherencia entre el cuerpo y el espíritu. O entre los genitales y la mente. Vale decir: entre el juicio consciente y el prejuicio inconsciente. O tal vez se trate de otra naturaleza más verdadera que la pretendida. Rectifico: más viva y menos mediatizada que la pretendida. 
     Estampo, aquí, estas líneas persuadido del texto de Víctor Frankl por una razón de filosofía dialéctica materialista (también sofista): negar lo antedicho para afirmar lo contrario. A saber: que la naturaleza es una. Esos sentires de que habla el autor de las líneas traídas a escena en este post estarían en él siempre con independencia de saberse o no preso en un campo de concentración nazi. No lo sabría. 
     Reza un aforismo griego (predilecto mío): “Nosce te ipsum”. Pregunto: ¿qué requiere el hombre para conocerse a sí mismo? ¿Bastaría con que observase atentamente su imagen reflejada en un espejo?...