Corren tiempos convulsos. Hoy es mejor definirse. Toda definición engendra cierta falta de libertad. Pregunto: ¿elegir conlleva dependencia? Y todavía: ¿la ley hace hombres libres o cautivos? La respuesta a estos interrogantes se me antoja compleja.
John Locke ha escrito: “La finalidad de la ley no es abolir o restringir, sino defender y ampliar la libertad; (…) cuando no hay ley, no hay libertad. Pues la libertad debe estar exenta de coacción y de violencia por parte de otros, lo que no puede conseguirse si no hay ley. (…) La libertad no es (…) la facultad de todo hombre de hacer lo que le place”. (The Second Treatise of Civil Government, 1690).
El texto de Locke arriba copiado hace aguas. La libertad no es ideal sino real (más o menos posible. Más o menos viable o inviable). También tiene cara be: la de matar, robar, insultar. Estas tres acciones (libres todas) quebrantan normas: penales, civiles y de urbanidad, respectivamente.
A mi juicio la Ética no es elemento indispensable de la libertad. La Ética es elemento indispensable de la libertad no lesiva (esa que yo alabo y la mayoría alaba).
Uno que otro filósofo enuncia que el niño aprende a ser libre obedeciendo (sin reservas: Marina dixit). Perplejo estoy. A colación de esto viene todo lo anterior.
El color del mundo dependerá de la lija con la que se lije.
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