“Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. La frase anterior no es de mi cosecha (¡qué más quisiera yo!). Vayan, ahora, unos acontecimientos eslabonados. Alguien resuelve escribir un texto sagrado. El resto de mortales, entre los que me incluyo, no hace sino leer ese texto con la sensación inequívoca de que lo relee. Una moral es todas las morales. Valga por caso aquella en que cualquier ser humano se ve reflejado sin duda. Luego aparecen otras que complican todo, acomplejan, inquietan.
“Sólo el cuero animado por el amor contiene un alma viva”. El elemento clave, aquí, no es el alma sino el amor. Esto por dos motivos. Uno: Porque el alma posee una naturaleza mítica (a pesar de los dictámenes de la Teología). Y dos: Porque el amor es susceptible de materializarse dado que su perfil cabe en un gesto o en una palabra o en una acción. Los otros elementos indispensables son el cuero y lo animado (lo vivo). Cuero y cuerpo quedan próximos entre sí. Al igual que vivacidad y realidad. “Alma viva” equivaldría a “Alma real”. Yo no puedo afirmar que haya una realidad intangible denominada Alma más allá del nombre de una mujer o de la mujer que porta ese nombre. Yo no sé quién dio principio a la idea de que tener nombre es acaparar el contenido del mismo…
Lo divagado deriva de aquí: Solo el cuero animado por el amor contiene un alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto cubierto de carne. Para castigar a los que os han hecho mal, avergonzadles mostrándoos buenos con ellos, y olvidad después todo lo hecho por ambas partes, malo y bueno. La mayor de todas las virtudes jamás descritas es la que consiste en compartir el alimento con el prójimo y en respetar la vida en todas sus formas. No matar, he aquí el bien perfecto; no mentir viene inmediatamente después (Tirukkural. Siglo I, Isla Mauricio. Original Tamil).
Acaso la moral del hombre sea una mala lectura de la moral a secas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.