Más que mil palabras inútiles,
vale una sola que otorgue PAZ (Buda).
Nunca un anónimo me había sugestionado tanto. De ordinario la factura de un texto anónimo no suele ir precedida de una firma de alto vuelo literario. Existen excepciones, incluso, libros enteros. Pero esto es otra cosa. Aquí no hay resonancias antiquísimas ni tono inquisidor ni nada que se le aproxime. Aquí hay actualidad, aquí hay oficio de esteticista y pragmática pluma, aquí hay un escritor (o escritora) detrás que sabe requetebién lo que se hace. Mi enhorabuena a <<Manos Unidas>> por tomarse en serio la literatura y, por ende, el lenguaje. <<Fecundas>>, <<sembradoras>>, <<gratuidad>> son bellos términos que ennoblecen nuestro idioma. Percátese el lector de que la mayúscula (<<Manos>>, <<Esperanza>>, <<Mundo>>, <<Justicia>>, <<Amor>>) otorga quilates a la palabra escrita. Ya no es, esta, palabra de hojalata. Ahora es palabra de oro o, al menos, bañada en oro. Seamos justos con el idioma. Empleémoslo con sabiduría y valiéndonos siempre de una brújula que nunca falla: la belleza.
El texto (poema) de que hablo es este:
ORACIÓN “LA HORA DEL HAMBRE”
Que seamos, Señor, manos unidas
en oración y en el don.
Unidas a tus manos en las del Padre,
unidas a las alas fecundas del Espíritu,
unidas a las manos de los pobres.
Manos del Evangelio,
sembradoras de vida,
lámparas de Esperanza,
vuelos de Paz.
Unidas a tus Manos solidarias,
partiendo el Pan de todos.
Unidas a tus Manos traspasadas
en las cruces del Mundo.
Unidas a tus Manos ya gloriosas de Pascua.
Manos abiertas, sin fronteras,
hasta donde haya manos.
Capaces de estrechar el Mundo entero,
fieles al Tercer Mundo,
siendo fieles al Reino.
Tensas en la pasión por la Justicia,
tiernas en el Amor.
Manos que dan lo que reciben,
en la gratuidad multiplicada,
siempre más manos,
siempre más unidas.
Apostilla: La resonancia religiosa del poema arriba copiado es, para mí, secundaria. La dimensión ética, principal.
Paz para todos los pueblos.
Sic erat scriptum.