jueves, 27 de julio de 2023

425/ En la linde

Tiempo hacía (mucho) que no leía a Pombo. Pombo: autor predilecto mío. Por tantos tantos motivos. Pergeña textos que justifican de sobra el interés que gente <<de no todos los perfiles>> recaba en ellos. Y, también, que esa gente <<de no todos los perfiles>> acabe leyéndolos. La lectura de cualquier texto de Pombo se me antoja una gozada para el intelecto. Sí, para el intelecto, no para el <<kokoro>> (`corazón´, en japonés). La literatura de Álvaro Pombo está, a mi juicio, más próxima a la filosofía que a una experiencia estética (sin más) producida por un uso concreto (léase: literario) del lenguaje. Yo lo experimento cada vez que un texto rubricado por el santanderino cae en mis manos. La mente vuela entonces. La mente (se me) vuela entonces. Y quién es el guapo que, luego, consigue darle alcance… 

     Plantea Pombo diversas controversias filosóficas en sus libros. Lo que hace de él un novelista no es el uso (sin abuso) del lenguaje sino la forma de la forma en que maneja la ambigüedad textual. Y cómo gestiona esta. No es tanto la propia de un filósofo cuanto la de un literato impuro y duro. ¿Por qué? Porque en los escritos de Pombo anida la sencillez envuelta en complejidad. Y la complejidad de alma sencilla (digámoslo así), sencillamente, no es materia de filosofía sino del menos común de todos los sentidos… No sé si me explico. En todo caso, y sin que sirva de precedente, diré que lo que refulge en Pombo y el lector relaciona con el intelecto echando humo y no con el corazón desfallecido en la hondonada más profunda que quepa imaginar es un vaivén mareante a modo de grises (im)pertinentes que no le permiten sosegarse un punto. Nadie espere encontrar en Pombo una literatura de afuera. No. Lo que de verdad interesa al autor no es nada distinto del adentro de las cosas. Sólo que se trata de un adentro intelectualizado; no sensibilizado.

     Escribe Pombo: <<De pronto parece que ahí fuera queda atrás, a un lado, un mundo monótono. Aquí dentro hay, al parecer, un mundo excepcional. Contra lo que pudiera pensarse, lo excepcional sucede dentro y lo ordinario fuera. Contra todos pronóstico, la originalidad viene de la anulación del yo, procede de la anulación del yo, y la vulgaridad de la exaltación del yo. ¿Son nuestros seis monjes originales, genuinos, únicos? Ninguno de los seis reclamaría para sí semejante gansada. Dirían, supongo, que forman parte de la Iglesia, una y única, y que sus voces litúrgicas son anónimas. Esta es la gracia del relato: que lo anónimo sea de pronto singular y que regrese, en plena extrañeza, día tras día, al anonimato, en la liturgia de las horas>> (<<Quédate con nosotros, Señor, porque atardece>>. Booket. Barcelona, 2014. Pág., 17).  

     En las líneas arriba transcritas puede verse lo que, aquí, vengo sosteniendo todo el rato. Que los textos de Álvaro Pombo coquetean con la filosofía sin poder ser tildados de filosóficos (sin más). Y, al mismo tiempo, toman apariencia de literarios cuando en realidad tampoco se ajustan al canon de belleza que la literatura exige para sí (tan excedidos de conceptos se hallan). El mostrado es un ejemplo banal. Los hay a montones en su obra. Y con más enjundia que el traído hoy, aquí, a colación. Pero no voy a explayarme en digresiones arduas y soporíferas que a estas alturas a nada conducen ya. Pongo, pues, el punto y final a este post tras una última frase sentida pero no por ello menos sencilla. La de abajo. 

     Álvaro: mi gratitud.

viernes, 14 de julio de 2023

424/ La "Tanka"

¿<<Tanka>>, `canción corta´? <<Tanka>>: `Poema de origen japonés que consta de cinco versos, pentasílabos el primero y el tercero, y heptasílabos los restantes´. Así define el DRAE el término que hoy nos ocupa. Yo los he descubierto (digo: los <<tankas>>) en acto de lectura. O tanto monta: leyendo a Haruki Murakami. Aparecen ejemplos de <<Tankas>> en el cuento <<Áspera piedra, fría almohada>> encastillado en el libro <<Primera persona del singular>> (Tusquets). Me han, literalmente, fascinado. ¡La poesía en frasco pequeño, siempre! No es que la otra (la extensa) merezca minusvalorización alguna. Esa, no obstante, no alcanzará nunca la contundente brujería de esta otra (breve) que va directa a la maltrecha (o no) conciencia del lector. Por ello: a qué marear tanto la perdiz del deleite. Ocurre lo mismo con la novela. Permítaseme un desahogo. Dejen, señores novelistas, de complicar innecesariamente la trama y el argumento de sus obras con base en un notable número de páginas y en pos de yo ya no sé qué… Convierten la lectura de un libro (de una novela) en algo inextricable e interminable y eso (créanme) no hace lectores. O no demasiados. Pónganle el bocado a su indómita verborrea como si de un alazán, entero, se tratase... 

     Aquí van algunos ejemplos de <<Tankas>> recogidos del libro de Murakami arriba mentado. Uno: <<Un largo trecho/ se interpone entre ambos,/ mar infinito. ¿Fue acaso sensato/ volar hasta Júpiter?>>. Otro: <<Áspera piedra,/ en ti mi sien apoyo,/ fría almohada, y el flujo palpitante/ de mi sangre escucho>>. Otro: <<Ahora o nunca,/ este será el momento,/ que no escape. Unamos nuestras manos,/ que no se nos derrame>>. Otro: <<Brisa del monte,/ guillotina silente,/ lluvia de junio que pertinaz se vierte/ sobre flores de hortensia>>. Otro: <<¿Qué sucederá?,/ ¿Volveremos a vernos?/ Nada está escrito. Caprichoso el destino,/ de mil ínfulas ebrio>>.    

     Hoy le ha tocado a la <<Tanka>> (y, de refilón, a la novela). El <<cuento murakamiano>> tendría que ser, también, un género en sí mismo. Tan maravilloso se me antoja. ¡Bravo, Haruki! Así, sin cortapisas, se hace. <<Imaginativamente>>.         

martes, 4 de julio de 2023

423/ "¡Todo por la patria!" (o un hartazgo)

No hace mucho sostuve, aquí, que Mario Vargas Llosa nunca defrauda. Con <<nunca defrauda>> quise decir: la obra literaria de Mario Vargas Llosa nunca defrauda. No así el autor: Mario Vargas Llosa. Aquel día hablaba yo del <<genio creador de Vargas Llosa>>. Pues bien: me reafirmo en lo manifestado en esta bitácora no hace mucho... Juzgo <<Pantaleón y las visitadoras>> (Alfaguara) obra maestra del escritor peruano. Confiesa este en el <<Prólogo>> de la misma que no le costó trabajo escribirla. El lector medio no le cree. Yo, lector ávido, no le creo. ¿Por qué? Porque la novela rezuma dificultad en el lenguaje, en el tono, en la construcción de los personajes y no menos de la trama y en el espacio-tiempo manejado por los distintos narradores de esta historia políticamente incorrecta e incorrectamente (¿acaso existe la corrección política en algo así?) machista. Ojo: de un machismo brutal. Contextualizado, de un realismo brutal, también. No obstante se trata de una historia basada en hechos reales. De igual modo el autor confiesa su intención de, al principio, escribirla <<en serio>>. No lo logró finalmente. El lector no lo tiene tan claro. Yo, lector voraz, no lo tengo tan claro. No veo el humor por ninguna parte (salvo en contadísimas ocasiones). Sí veo, con ojos de hoy, la ridiculez (diré mejor: el absurdo) de las situaciones narradas a lo largo y ancho de la novela. Lo uno, desde luego, no quita lo otro. Una historia puede ser absurda y realista al mismo tiempo a más no poder. No todo lo absurdo mueve a risa al lector. Es más: la mayoría de anécdotas de la novela mueven a disgusto al <<pobrecito>> lector. Y a repulsa. Incluso, a impotencia. También, a aventura. A instintiva humanidad. A naturaleza acaso varonil y heterosexual… Creo que esta obra, hoy, no pasaría el filtro de la corrección política. Quizá ni se publicaría. Vayan ustedes a saber… ¡Muy mal por los tiempos que corren! El tema estrella y acaso estrellado es el que sigue: la prostitución femenina financiada con fondos públicos por el Ejército del Perú para el desfogue de sus <<soldados>> y <<clases>>. Algunos críticos tendrán como tema principal los límites de la obediencia. O tanto monta: de la lealtad. Todo en la vida tiene (eso dicen) un límite. Me mojaré: yo creo firmemente en el límite de la lealtad que, de ordinario, es marcado por la ética personal del leal (el mismo que pasa a convertirse en desleal desde el momento en que decide salirse del redil). O sea: yo creo en el valor de la deslealtad. Deslealtad y libertad de acción, de pensamiento o de expresión, desde mi punto de vista no quedan demasiado lejos. Así de simple y así de llano lo digo. Y llana y simplemente diré, ahora, lo que sigue: hay que ser muy valiente para escribir algo así. Sobre todo habría que serlo hoy, cuando el feminismo trasnochado (Monteros y Belarras haciendo de las suyas, a golpe de soberbia) campa a su libre albedrío. El machismo trasnochado (Abascales jodiendo la marrana a todo trapo y quisque) no es, ¡conste en acta!, menos rechazable desde las tripas. Y, ¿Vargas LLosas, haciendo por doquier humor de un tema tan sensible hoy…? Lea y juzgue el lector de la novela. Yo ya no me mojo más. Yo ya estoy, para los restos, mojado. Yo, pese a quien le pese, pienso con y desde la libertad. Y eso no me lo va a quitar ya <<naide>>. Conque…

     Atención a este diálogo entablado entre el general Scavino y el capitán Pantoja (protagonista de la novela) miembros en la ficción, ambos, del ejército peruano:

     <<–¿Diez mil semanales?– arruga la frente el general Scavino–. Es una exageración delirante, Pantoja.

     –No, mi general– se colorean las mejillas del capitán Pantoja–: Una estadística científica. Mire estos organigramas. Se trata de un cálculo cuidadoso y, más bien, conservador. Aquí, vea: diez mil prestaciones semanales corresponden a la “necesidad psicológico-biológica primaria”. Si intentáramos cubrir la “plenitud viril” de clases y soldados, la cifra sería de cincuenta y tres mil doscientas prestaciones semanales>> (Op. cit. Pág., 140).

     Huelga aclarar que <<prestaciones>> equivale a: <<servicios de prostitución>>. Y así todo el rato. Uf.