martes, 4 de julio de 2023

423/ "¡Todo por la patria!" (o un hartazgo)

No hace mucho sostuve, aquí, que Mario Vargas Llosa nunca defrauda. Con <<nunca defrauda>> quise decir: la obra literaria de Mario Vargas Llosa nunca defrauda. No así el autor: Mario Vargas Llosa. Aquel día hablaba yo del <<genio creador de Vargas Llosa>>. Pues bien: me reafirmo en lo manifestado en esta bitácora no hace mucho... Juzgo <<Pantaleón y las visitadoras>> (Alfaguara) obra maestra del escritor peruano. Confiesa este en el <<Prólogo>> de la misma que no le costó trabajo escribirla. El lector medio no le cree. Yo, lector ávido, no le creo. ¿Por qué? Porque la novela rezuma dificultad en el lenguaje, en el tono, en la construcción de los personajes y no menos de la trama y en el espacio-tiempo manejado por los distintos narradores de esta historia políticamente incorrecta e incorrectamente (¿acaso existe la corrección política en algo así?) machista. Ojo: de un machismo brutal. Contextualizado, de un realismo brutal, también. No obstante se trata de una historia basada en hechos reales. De igual modo el autor confiesa su intención de, al principio, escribirla <<en serio>>. No lo logró finalmente. El lector no lo tiene tan claro. Yo, lector voraz, no lo tengo tan claro. No veo el humor por ninguna parte (salvo en contadísimas ocasiones). Sí veo, con ojos de hoy, la ridiculez (diré mejor: el absurdo) de las situaciones narradas a lo largo y ancho de la novela. Lo uno, desde luego, no quita lo otro. Una historia puede ser absurda y realista al mismo tiempo a más no poder. No todo lo absurdo mueve a risa al lector. Es más: la mayoría de anécdotas de la novela mueven a disgusto al <<pobrecito>> lector. Y a repulsa. Incluso, a impotencia. También, a aventura. A instintiva humanidad. A naturaleza acaso varonil y heterosexual… Creo que esta obra, hoy, no pasaría el filtro de la corrección política. Quizá ni se publicaría. Vayan ustedes a saber… ¡Muy mal por los tiempos que corren! El tema estrella y acaso estrellado es el que sigue: la prostitución femenina financiada con fondos públicos por el Ejército del Perú para el desfogue de sus <<soldados>> y <<clases>>. Algunos críticos tendrán como tema principal los límites de la obediencia. O tanto monta: de la lealtad. Todo en la vida tiene (eso dicen) un límite. Me mojaré: yo creo firmemente en el límite de la lealtad que, de ordinario, es marcado por la ética personal del leal (el mismo que pasa a convertirse en desleal desde el momento en que decide salirse del redil). O sea: yo creo en el valor de la deslealtad. Deslealtad y libertad de acción, de pensamiento o de expresión, desde mi punto de vista no quedan demasiado lejos. Así de simple y así de llano lo digo. Y llana y simplemente diré, ahora, lo que sigue: hay que ser muy valiente para escribir algo así. Sobre todo habría que serlo hoy, cuando el feminismo trasnochado (Monteros y Belarras haciendo de las suyas, a golpe de soberbia) campa a su libre albedrío. El machismo trasnochado (Abascales jodiendo la marrana a todo trapo y quisque) no es, ¡conste en acta!, menos rechazable desde las tripas. Y, ¿Vargas LLosas, haciendo por doquier humor de un tema tan sensible hoy…? Lea y juzgue el lector de la novela. Yo ya no me mojo más. Yo ya estoy, para los restos, mojado. Yo, pese a quien le pese, pienso con y desde la libertad. Y eso no me lo va a quitar ya <<naide>>. Conque…

     Atención a este diálogo entablado entre el general Scavino y el capitán Pantoja (protagonista de la novela) miembros en la ficción, ambos, del ejército peruano:

     <<–¿Diez mil semanales?– arruga la frente el general Scavino–. Es una exageración delirante, Pantoja.

     –No, mi general– se colorean las mejillas del capitán Pantoja–: Una estadística científica. Mire estos organigramas. Se trata de un cálculo cuidadoso y, más bien, conservador. Aquí, vea: diez mil prestaciones semanales corresponden a la “necesidad psicológico-biológica primaria”. Si intentáramos cubrir la “plenitud viril” de clases y soldados, la cifra sería de cincuenta y tres mil doscientas prestaciones semanales>> (Op. cit. Pág., 140).

     Huelga aclarar que <<prestaciones>> equivale a: <<servicios de prostitución>>. Y así todo el rato. Uf.

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