jueves, 29 de agosto de 2024

457/ Contranatura

La secuencia de hechos es la siguiente. Uno: escucho en RNE (Radio Nacional de España) una alusión a la rocambolesca y triste historia de Aurora Rodríguez Carballeira y su hija Hildegart (feministas de pro ambas, asesina y asesinada, respectivamente). Dos: indago (y leo) largo y tendido en la red de <<viuda>> (tipo de araña) que llamamos red a secas sobre el tema de marras. Tres: llega hasta mí un enlace de RNE (a mi juicio la emisora menos <<politiquilla>>) donde se puede escuchar un documental bellamente producido e interpretado a la vez que arduamente científico (salen voces acreditadas del ámbito de la Sociología y de la Psiquiatría) sobre la historia de estas dos mujeres excepcionales (en un sentido no positivo). Cuatro: en el libro <<Los secretos de la motivación>> (Ariel, 2011), de J.A. Marina, leo: <<[Para algunos psicólogos], el sujeto tiene poca iniciativa. Está sometido a ese juego casi automático de reforzadores positivos, reforzadores negativos, sistemas de extinción y respuestas correspondientes, etc. Es poco más que una máquina expendedora: si se le echa la moneda, emite la respuesta. Por eso tenían una enorme confianza en la capacidad de moldear las conductas humanas (…)>> (op.cit. Pág., 67); y más abajo: <<La inteligencia humana puede reflexionar sobre esos mecanismos [de premio y castigo], desear actuar automáticamente, aspirar a la libertad, y en consecuencia rechazar como ofensiva esa ingeniería social educativa>> (op.cit. Pág., 68). Hasta aquí los hechos objetivos. 

     De manera ineludible pienso en las sincronías junguianas tan en boga desde cuando un servidor de nadie tiene uso y disfrute de razón. Una vez más no doy crédito. Por esclarecer el fondo de la intención bloguera: el tema del presente post es una mera incertidumbre; la que recoge el interrogante: ¿Puede una señora zafia (como Aurora Rodríguez Carballeira) crear con sus eugenésicas artes un niño o una niña prodigio o, por el contrario, algo así sólo le incumbe a la naturaleza biológica del nacido sin ser éste sometido a operación ajena alguna más allá de la mera concepción?  

     Partiendo de una ca(u)salidad (la sincronía junguiana arriba mentada) arribo a una casualidad (el nacimiento de Hildegart con tales, y tantas, capacidades intelectuales y artísticas que el más ilustre quedaría aminorado). Lo juzgo mágico. Pero todo empezó el año 2003 cuando, casi imberbe yo, cayó en mis manos el libro <<Amor y pedagogía>> (Unamuno); ahí, don Miguel habla de un padre que desea fabricar un hijo perfecto desde el punto de vista intelectual y también moral. Había de conseguirlo proveyéndole (al hijo) de una educación exquisita aunque castigadora (y castradora) a más no poder. Como era de prever la empresa paterna fracasó. Igual que le aconteció a Aurora con Hildegart. Huele, me parece, a cerramiento de ciclo. Sólo anhelo que ningún otro prohombre iluminado con los haces en tonos grises de la luz de la erudición esquizofrénica (si no psicopática) haga nuevos intentos de erigirse en salvador de la especie humana. Borges, en <<Las ruinas circulares>>, escribió: <<Su victoria y su paz [la de quien se ha propuesto soñar un hombre] quedaron empañadas de hastío>>; de sangre, en el caso de Hildegart Rodríguez, matada por su madre cuando resolvió rebelarse.              

lunes, 19 de agosto de 2024

456/ Una novela en una frase

OPINIÓN


Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Yo digo algo a la vez semejante y desemejante. Y es: una imagen, suscitada por palabras, vale más que mil palabras que no suscitan una sola imagen. Parece un trabalenguas. No lo es. Con ello aludo (la duda ofende) a la literatura. Y al lenguaje literario. Y a la retórica fundamentada en lo verbal y en lo visual al par. Con ello aludo, en suma, al arte de escribir <<bonito>> (o tanto monta: <<con voluntad de estilo>>). Esto de lo visual en el mismo plano que lo verbal lo juzgo aplicable, de un modo cuasi-mágico, a la política. La política se presta, a las mil maravillas, al juego que hay implícito en toda expresión literaria: el de la travesura verbal. Es lo que vienen haciendo, desde que el mundo es mundo, novelistas y poetas (y ensayistas y columnistas y blogueros). Es decir: aquellos que escriben ficción, auto-ficción, no ficción con alma de ficción… Abro paréntesis: no busquemos esas travesuras en los textos urdidos por el catedrático de Historia o de Economía o de Derecho, ¡Vade retro, Satana!, de turno; excepciones habrá. Cierro paréntesis. Una palabra, una simple y llana frase, hacen las delicias del lector de literatura. El juego verbal suele emparentarse más con el genio que con la vocación o el esfuerzo puesto en la busca de una fórmula idónea para lograrlo (el juego verbal). La busca del juego evocado suele abocar al buscador al más rotundo fracaso. La imagen sale o no sale: no hay que ir a buscarla (o, tal vez, sí. Yo no sé…); tampoco irrumpe como caída del cielo del Dios Thot (o, tal vez, sí. Uf…). He aquí, por fin, un ejemplo: una frase (la transcribo) que cumple a la perfección con su cometido: decir mucho jugando poco. Y es: <<(…) Tomaban patatas fritas sin quitarse los guantes>>. Pensemos, en un pis pas, cómo es alguien que come patatas fritas sin quitarse los guantes. ¡Exacto! Y, ¿no es esto decir mucho? Ahora, para los de corazón ansioso, pondré la frase en contexto: <<Los democristianos de talante progresista eran simplemente unos chicos listos, educados, reglamentarios, acicalados, seguidores de algún teólogo alemán, suaves y discretos, que tomaban patatas fritas sin quitarse los guantes>> (Manuel Vicent: <<Jardín de Villa Valeria>>. Alfaguara. Madrid, 1996. Pág., 180). No entraré en disquisiciones políticas o ideológicas. Aburren, éstas, al más pintado. A mí el talante de los democristianos, la verdad, me la refanfinfla. Esto no es óbice para que no aplauda al genio que parió la imagen verbal arriba transcrita: Manuel Vicent. No sólo la novela de Vicent encierra la frase de marras. La frase de marras encierra la novela de Vicent. Entonces permítaseme que pregunte: ¿Es o no es meritorio algo así? Pues eso.  


lunes, 12 de agosto de 2024

455/ Viejo aire nuevo

A veces, extrañamente, uno se topa con la genialidad literaria. Ocurre a veces. Cualquier biempensante podría suponer que se trata de la fábrica de un señor (o una señora) brotado varios siglos atrás. Todavía pensaría: <<Hoy no existe la genialidad>>. Y quizá le asistiría razón. El genio es una ruptura del orden establecido, especie de reseteo del Sistema de Valores Dominantes (lo dijo Dragó cuando solo decía verdades como puños de vascos), un <<comenzar de nuevo>> bañado (o duchado) en oro. El caso es que no siempre acontece así. Estrellas hay bajo el firmamento escritural que titilan de distinto modo. Estrellas, ojo, contemporáneas; no extemporáneas. Precisamente esto le ha acontecido a un servidor de nadie con Manuel Vicent. Yo lo conocía de mentas; más, de verlo una que otra vez en la caja <<merluza>>. Hoy, por suerte, el paisaje es otro. Yo ya no solo lo conozco de mentas. <<Por su escritura los conoceréis>>. Luego exclamo, como poseso, a los cuatro vendavales: ¡Albricias! Albricias porque (digámoslo con crueldad sutil) al fin he puesto fin a una improcedencia que ha durado más de veinte años. Sí, he dicho: veinte años. Y, para el caso, veinte años son. Son. 

     Nuca es tarde si la dicha es sobresaliente. O si la dicha es para el recuerdo. Para el recuerdo juzgo la lectura de <<Jardín de Villa Valeria>> (Alfaguara, 1996). Transcribiré un breve pasaje de la literatura genial (en todos los ámbitos imaginables) que Manuel Vicent despliega en este particularísimo libro:

     <<Por lo general el doctor Pedro Caba palpaba cada día una docena de hígados, reventaba medio centenar de granos, ejecutaba cinco tactos rectales, plantaba otras tantas cánulas en la uretra, auscultaba alrededor de quince aortas, veía por rayos X un sinnúmero de pulmones, bazos, páncreas, estómagos e intestinos. Cuando lo conocí olía a tinta de panfleto fabricado con ciclostil en un sótano clandestino más que a medicamento, aunque diariamente metía una gran cantidad de cucharillas en los gaznates, daba martillazos en la rótula, mandaba hacer análisis de sangre y de orina y en torno a él se condensaba una granizada de píldoras, grageas y pastillas, además de consejos y recetas. También firmaba certificados de defunción pero era un líder natural, inteligente, simpático y proselitista. Yo entonces tenía un Morris 1100 y en el cristal de atrás llevaba una pegatina pacifista: un triángulo anarquista con la inscripción Haz el Amor y No la Guerra. Eso fue suficiente para que intentara captarme, cosa que consiguió en seguida>> (op.cit., pág. 131).  

     Descubrir a un autor genial es motivo de farra. 

     Ya estoy haciendo los preparativos del evento interior.    

jueves, 8 de agosto de 2024

454/ La expectativa (II)

Ahora sí. Ultima frase de <<En agosto nos vemos>>, novela póstuma de Gabriel García Márquez, la misma que me ha tenido expectante todo el rato: <<Más aún, creo que es la única que ya lo había entendido cuando decidió que la enterraran en la isla>> (op. cit., Random House. Barcelona, 2024. Pág., 122).

     Enigmática frase donde las haya. Enigmática frase donde las haya para quien ha cursado la lectura completa de la novela de marras y se ha formulado preguntas de raigambre metafísica. No, no ha colmado mis expectativas la obra, no todas. Partí con ellas (con mis expectativas) en carne viva. Arribo a puerto con ellas extraviadas (esto, durante toda la travesía lectora). ¿Qué ha sucedido? Arriesgaré una tesis: cuando se quiere hacer obra sin que toque hacer obra (obra, pues, a destiempo) el resultado no es otro que el vacío. Vislumbro un continente, de todas todas, vacío de contenido. La forma, como siempre, excelente. El fondo, no. La obra no está a la altura estratosférica del resto de bibliografía del autor. En cuatro líneas podría analizarse íntegramente. No lo haré. 

     La esencia (siempre formal ésta: visual, acústica…) es la que el lector conoce y reconoce de sobra. Falla <<lo hondo>>. Hoy por hoy concuerdo con Gabo: <<En agosto nos vemos>> no sería novela publicable siguiendo los criterios de publicación de las restantes suyas dadas a la imprenta. No, mal que me pese, no lo es; por más que Cristóbal Pera (el editor) y Rodrigo y Gonzalo García Barcha (los hijos de Gabo) se empeñen en sostener lo contrario.

     Me habría gustado no escribir este post. Debo ser honesto con mi yo lector. Que Gabo me perdone allá donde esté.

     Un borrón (dos, con <<Noticia de un secuestro>>) no invalida un cuaderno entero garrapateado con la caligrafía de Gabo. Me quedo con esa idea. GGM ha sido, es y será, el mejor novelista de todos los tiempos. <<En agosto nos vemos>>, lamentablemente, no hace justicia a su encomiable labor literaria. É cosí

     El escritor queda exento de toda responsabilidad. Esto, también, é cosí.