miércoles, 22 de enero de 2025

467/ Harto complicado...

Hay un cuento de Bioy, sencillamente, perfecto; un cuento en que lo maravilloso brilla por su exhaustiva presencia al par que por su presencia exhaustiva brilla la lógica. Increíble; pero cierto. El cuento de marras es el intitulado: El perjurio de la nieve (Historias fantásticas. Alianza Editorial. Madrid, 1991. Pág., 54). El lector no atento perderá el hilo de la narración de inmediato; el lector atento, ídem, aunque (es claro) no de inmediato. Sólo aquel que además de permanecer todo el rato atento a la lectura sea capaz de prever (ver nota a pie de post), con base en el raciocinio puro y en la imaginación despabilada, determinados consecuentes derivados de los pensamientos y las acciones de los personajes (con vacíos narrativos de por medio; lo explico a continuación…) podrá discernir la historia. <<Vacíos narrativos>>: el autor, en ocasiones, se da en ocultar información al lector (es éste a la vez un cuento fantástico y policial) de un modo privativo: anteponiéndole indicios relacionales lógicos que aquél tendrá que ser capaz de detectar en el curso de la lectura. Al modo onubense: <<¡Avíate!>>. Sí, harto, ¡muy harto complicado! Tanto es así que el propio autor no tiene reparos a la hora de (más o menos por el final del cuento) hacer un resumen del argumento. Escribe: <<Pero recapitularemos la historia: por la ventana del hotel, en General Paz, Oribe y Villafañe ven a lo lejos un bosque de pinos: es “La Adela”, una estancia en la que nadie entra y de la que nadie sale desde hace un año; Oribe manifiesta, una tarde, que no se irá de General Paz sin visitar esa estancia; a la noche, con un pretexto increíble, sale del hotel; sale también Villafañe; a la mañana siguiente muere Lucía Vermehren y se levanta la prohibición de entrar en “La Adela”; Oribe no quiere ir al velorio; después va y se mueve en la casa como si la conociera; después Vermehren mata a Oribe>> (op.cit. Págs., 81-82). Bien. No complacido con esto, Bioy ofrece su conclusión de los hechos, tan escueta como impertérritamente. Escribe: <<Mi conclusión no es imprevisible; Vermehren se ha equivocado. Antes del velorio, Oribe no entró en su casa. Quien entró en su casa fue Villafañe>> (loc. cit.) Nótese el empeño del autor en auxiliar al lector, sin duda, persuadido (el autor; no el lector) de la complejidad del argumento y de la trama de su relato. Juzgo ambivalente tal procedimiento. De una parte (como lector) lo celebro; de otra parte (como escritor) lo repudio. Incluso como lector me surgen dudas: ¿No se trata de un frenazo, a bote pronto, del fluido curso de la narración? ¿Y no sería mejor aguar un punto la tinta de la pluma del plumífero (léase: de Bioy) con vistas, sobre todo, a la claridad narrativa o discursiva a lo largo y ancho del relato? El cuento, creo, más difícil de cuantos (¡pero de largo!) escribió Adolfo Bioy Casares.


     *Nota a pie de post: Bioy escribe en otro cuento asimismo encastillado en Historias fantásticas (pág. 112), La sierva ajena, lo que sigue: <<Como siempre ocurre (por mucho que aguce cada cual la facultad de prever), inesperadamente, actores y espectadores, nos encontramos en medio de la tragedia>>. 

     Sobran comentarios.      

miércoles, 8 de enero de 2025

466/ Hastío...

Resulta curioso cómo un mismo autor puede escribir una obra maestra y, a la vez, un auténtico fiasco de la literatura. ¡Que tire la piedra el primero que quede a salvo de tal coyuntura! Es inevitable. La cabeza, la misma; el cuerpo, ídem; la cosmovisión… La cosmovisión puede no ser, ni por asomo, la misma; ni tan siquiera semejante ser. En literatura, dos más dos no necesariamente son cuatro, lo cual aturde y confunde. Un escritor crack, caso de Delibes, no pudo escapar de ese dislate (manufacturar un fiasco literario). Sólo conozco un escritor crack capaz (lo fue) de lograrlo: Jorge Luis Borges. El resto de hombres que han poblado y aún pueblan la Tierra (incluido el verborreico, indigesto y a menudo presuntuoso, Juan Manuel de Prada), no rayan a esa altura artística. Aflojan. Se desinflan. Entran en barrena.

     Delibes publicó El hereje el año 1998. Incursión, ésta, en el terreno comercial de la novela histórica que más le habría valido no ejecutar. La prosa sigue siendo lo que siempre fue: correcta; todavía más: sobresaliente en según qué pasajes. El tema…, el tema, no. El tema aburre al más pintado. La Reforma protestante de Lutero y Calvino, la Contrarreforma de la Iglesia católica, la moral en liza con el instinto… Temas trillados donde los haya. El contexto temporal (s. XV-XVI) intercala palos en la rueda.

     Me pregunto qué razón llevaría a Miguel Delibes a escribir tamaño bodrio literario. Indagar las razones de un escritor consagrado, aspirante eterno al Nobel, para escribir lo que finalmente escribió lo juzgo propio de un lector resentido. No lo haré. 

     Quizá la culpa de todo la tenga El camino...

     Delibes ensayó el Realismo Mágico en El hereje. Le salió malamente. Juzgue el lector de esta bitácora: <<Doña Catalina (…) volvió a experimentar una acumulación de energías en la pelvis, chilló, apretó con todas sus fuerzas mientras la comadre la animaba: así, así y, de pronto, como si fuese un bolaño, un pedazo sanguinolento de carne rosada salió proyectado con fuerza, el doctor retiró la cabeza para evitar el impacto, y la criatura aterrizó sobre la blanca toalla que la comadre sostenía entre sus brazos poco más atrás>> (op.cit. Planeta DeAgostini. Barcelona, 2002. Págs., 63-64).

     Un Delibes desenfocado. Destartalado. Además: a la novela se le ven las costuras.