Resulta curioso cómo un mismo autor puede escribir una obra maestra y, a la vez, un auténtico fiasco de la literatura. ¡Que tire la piedra el primero que quede a salvo de tal coyuntura! Es inevitable. La cabeza, la misma; el cuerpo, ídem; la cosmovisión… La cosmovisión puede no ser, ni por asomo, la misma; ni tan siquiera semejante ser. En literatura, dos más dos no necesariamente son cuatro, lo cual aturde y confunde. Un escritor crack, caso de Delibes, no pudo escapar de ese dislate (manufacturar un fiasco literario). Sólo conozco un escritor crack capaz (lo fue) de lograrlo: Jorge Luis Borges. El resto de hombres que han poblado y aún pueblan la Tierra (incluido el verborreico, indigesto y a menudo presuntuoso, Juan Manuel de Prada), no rayan a esa altura artística. Aflojan. Se desinflan. Entran en barrena.
Delibes publicó El hereje el año 1998. Incursión, ésta, en el terreno comercial de la novela histórica que más le habría valido no ejecutar. La prosa sigue siendo lo que siempre fue: correcta; todavía más: sobresaliente en según qué pasajes. El tema…, el tema, no. El tema aburre al más pintado. La Reforma protestante de Lutero y Calvino, la Contrarreforma de la Iglesia católica, la moral en liza con el instinto… Temas trillados donde los haya. El contexto temporal (s. XV-XVI) intercala palos en la rueda.
Me pregunto qué razón llevaría a Miguel Delibes a escribir tamaño bodrio literario. Indagar las razones de un escritor consagrado, aspirante eterno al Nobel, para escribir lo que finalmente escribió lo juzgo propio de un lector resentido. No lo haré.
Quizá la culpa de todo la tenga El camino...
Delibes ensayó el Realismo Mágico en El hereje. Le salió malamente. Juzgue el lector de esta bitácora: <<Doña Catalina (…) volvió a experimentar una acumulación de energías en la pelvis, chilló, apretó con todas sus fuerzas mientras la comadre la animaba: así, así y, de pronto, como si fuese un bolaño, un pedazo sanguinolento de carne rosada salió proyectado con fuerza, el doctor retiró la cabeza para evitar el impacto, y la criatura aterrizó sobre la blanca toalla que la comadre sostenía entre sus brazos poco más atrás>> (op.cit. Planeta DeAgostini. Barcelona, 2002. Págs., 63-64).
Un Delibes desenfocado. Destartalado. Además: a la novela se le ven las costuras.
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