lunes, 20 de octubre de 2025

493/ Don Camilo José (sin don) Cela Trulock

Cela adolecía de personalidad con rasgos psicopáticos. Es sabido. Es sabido, de igual modo, que a lo largo y ancho de su obra literaria dio cabida a escenas o ideas con resonancias pedófilas. Cela no juzgaba estas ideas o escenas desde un prisma ético. Al contrario: las presentaba desde el plano de la lucidez; es decir: como una muestra de lo enferma que está la sociedad y de cómo él tiene los arrestos suficientes para denunciarlo. Nunca escribió (nunca dijo) Cela ni una sola palabra a que poder agarrarse el observador externo (el escuchante. ¡El lector, vaya!) para adjudicarle el sambenito de esto o de aquello de más allá. Pregunto: ¿Basta, lo hasta aquí apuntado, para exonerar a Cela? Accedemos, así, a lo que algunos denominan: <<Los límites de la ficción>>. ¿Debe tenerlos (esos límites) un cuento, una novela, una obra de teatro, un poema? Yo digo que no.

     Y digo más: hora va siendo de separar el autor de su obra, la persona del personaje, el rostro de pellejo y hueso de la máscara de fieltro y gomaespuma. Vale: esto resulta válido para cualquier escritor menos para Cela. ¡Oh! Y eso, ¿por qué? Porque don Camilo José (sin don) Cela Trulock se desvivió en los platós de televisión y en una que otra tribuna de opinión (perdón por las sucesivas rimas) por dar carta de naturaleza a la idea que en el caletre de algunos lectores (el mío, por ejemplo) queda, y que reza: <<Don Camilo José (sin don) Cela Trulock se fusionaba con sus narradores (no con todos) y también con sus personajes (no sé si con todos)>>. En esa supuesta fusión radicaría el mal de Cela.

     Cela daba cancha (mucha, muchísima, todo el rato) al narcisismo y, de vez en cuando, a la pedofilia en el plano de la ficción. Esto que digo lo he sostenido, creo, en otro post a colación de Viaje a la Alcarria. Ha llegado el momento de ejemplificar otro hito psicopático de Cela (el incesto. Sí, lector paciente, has leído bien: ¡El incesto!) con algún pasaje de la obra (extraordinaria donde las haya. Refiero, aquí, la obra literaria vista en conjunto) del gallego tóxico; más concretamente: de Mrs. Caldwell habla con su hijo (RBA Editores, S.A., Barcelona, 1994). 

     Y, pues…

     Pasaje uno: <<En nuestra vieja Inglaterra, las madres no tienen una manera determinada y prevista de amar a sus hijos varones. En esto, como en otras muchas cosas, existe una gran libertad>> (op.cit., pág., 57).

     Pasaje dos: <<En los tiempos de la navegación a vela, la mar semejaba una alcoba en la que, ¡qué pena haber nacido a destiempo!, tú y yo nos hubiéramos encontrado>> (op.cit., pág., 65).

    Pasaje tres: <<Quisiera ser sucio pulpo del abismo, hijo mío, para poder abrazarte, para poder decirte al oído: ahora ya no te podrás escapar jamás (…).

     <<Y también quisiera, ¡qué vana pretensión!, ser sirena del acantilado, hijo mío, para poder recitarte a Homero o, al menos, para poder gustarte un poco>> (op.cit., pág., 67).

     Pasaje cuatro: <<Sobre las arenas del desierto, Eliacim, te hubiera amado con descoco, con valentía, como no me atreví a amarte en nuestra ciudad, más por miedo, tenlo por seguro, a las paredes que nos cobijaban y al aire que respirábamos, que a las gentes que pudieran mirarnos e incluso fotografiarnos para nuestro vilipendio y orgullo>> (op.cit., pág., 122).

     Pasaje cinco: <<Si pudiésemos conseguir, Eliacim, que los pájaros, cuando tu corazón fuera a echarse a volar como un pájaro, se nutriesen de tu propio corazón, cortándole las alas a picotazos y triturándolo como a una tierna fruta, podríamos sentirnos, hijo mío, más firmes y duraderos, más pétreos e inconmovibles en nuestras propias y débiles convicciones>> (op. cit., págs., 132-133).

     Pasaje seis: <<(…) los más tierno e inaprensibles objetos (…) [:] una campesina malaya (…), un mendigo cansado de caminar, un cisne>> (op.cit., pág., 138).

    De todo lo anterior se colige: que Cela hallaba un gusto especial, literario (repito: literario; no sé si, también, personal), por la maldad (así, a secas); que el niño y el adolescente, para él, poseía un poder de atracción erótico-literaria (repito: erótico-literaria) no exento de ser expuesto literalmente con yo no sé qué intención estética o de otra índole; que la empatía, quizá (repito: quizá), le era del todo ajena…

     Un libro, Mrs. Caldwell habla con su hijo, de bajo vuelo, como lo fuera Viaje a la Alcarria, quizá los dos peores del autor. Dos bazofias literarias, dos libelos realmente malos, especialmente el primero. Yo me agencio la opinión, respecto a este libro, de Juan Luis Alborg: <<Mrs. Caldwell… no es una novela ni es nada, más allá de un galimatías incomprensible>>. La cita (cito de memoria) no es literal.

     Al mejor escribano, sí, se le escapan muchos (repito: muchos) borrones. Ay.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.