157/ Mr. Vaina
¿Una obra osada y prepotente? Sea: Adiós a la utopía. Ya es siglo XXI (Espasa Calpe. Madrid. 1991). Y, ¿no equivocada? Psssch: más un oráculo fiable que alguna vez se escacharró y la lió parda. La trajo a la luz José María Carrascal. Maestro de maestros. Un visionario. Un auténtico “crack”. Acertar, lo que se dice acertar, acertó mucho. O sea: falló algo. Un lector de este siglo no puede pasar por alto esa quisquilla: que fallasen o acertasen sus vaticinios. Falló (si mi cómputo es justo y por justo yo lo tengo) hasta en seis ocasiones. Son las que siguen. P. 23: el ejército del S. XXI estaría formado por profesionales y por soldados de reemplazo. P. 40: la cultura que todos los pueblos del mundo querrían imitar en pleno S. XXI sería la occidental. P. 45 (contradicción flagrante con lo anterior): habría en pleno S. XXI guerras culturales en Occidente. P. 49: el S. XXI sería el más racista (quizá en esto no fallara...) de todos. P. 77: la convivencia entre los hombres se haría imposible y las ideologías difuminarían sus perfiles. P. 91: la eterna juventud sería una quimera en el S. XXI. ¡Bravo! Para más inri salpimentó la olla de su discurso con una pizca de racismo y otro tanto de homofobia. Léase, si no, esto (p. 141: se refiere el sabio de El Vellón al Socialismo como sistema ideológico): “Tienen [los socialistas] (…) sus bestias negras, hacia las que encauzan la indignación popular: la raza blanca, ese `cáncer de la humanidad´, sin recordar lo que la humanidad le debe en progreso, libertades y confort”. ¡Bravísimo! ¿Habrá que ponerle una estatua al maestro? Tras varias patochadas más, escribe: “(…) Los socialistas se presentan como el amigo, el defensor, el hermano del hombre normal, el ciudadano de a pie. Cuando en realidad sienten un enorme despego hacia él. Sólo quieren su voto. Luego, le olvidan, y siempre, le desprecian. En cambio, sienten una enorme ternura, una auténtica pasión por el individuo atípico, por el marginado, por el inadaptado o anómalo: el delincuente, el homosexual, el disidente (siempre que no sea en sus filas), el excéntrico, el raro. Cosa lógica, pues como todos éstos, el socialista no siente como suya la sociedad en que vive, la odia en el fondo como todos esos individuos. Se siente excluido de ella, como Alfonso Guerra se sentía excluido de la sociedad sevillana. Lo que desea es destruirla, no importándole que en el fuego purificador perezcan los miembros normales que la integran.” Y más adelante: “Otra de las paradojas socialistas: pese a aumentar considerablemente los aparatos de represión y control al llegar al poder, no suelen utilizarlos mayormente contra esos elementos `asociales´). El subrayado es mío. ¡Bravo-bravísimo! Pregunto: ¿para decir semejante sarta de sandeces hay que estudiar Náutica, Filosofía y Letras, y (¡vaya por Dios!) Periodismo? Como diría mi amigo Antonio, el gitano, atípico según Mr. Vaina: ¡Válgame el Señor! ¡Qué mala baba tiene este payo! El mismo que cree que el homosexual es un “anormal” y que al negro no habría nada bueno que reconocerle en este o en aquel mundo de más allá. ¿Tampoco al amarillo? ¿Ni al cobrizo? Yo le preguntaría a Mr. Vaina: ¿Sabe usted quién fue Martin Luther King? ¿Y Mahatma Gandhi? ¿Y Lao Tsé? Todo un “crack” que habla de la libertad individual como bien común. Y, ¿no es libre quien elige la tendencia sexual que le da la real y sacrosanta gana? ¿Hace cualquiera acopio de “anormalidad” por ser homosexual o bisexual o, llegado el caso, pansexual? ¿Es “anormal” un transexual (el cual siempre enarbola por defecto la bandera de la libertad)? ¿Y no será Mr. Vaina el único “anormal” aquí? Hoy estoy de humor. Me despediré de don José María Carrascal con una sonora y fugaz pedorreta. Esta: ¡Ptrrr!
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