martes, 2 de octubre de 2018

291/ Javier Gomá Lanzón

A Javier Gomá Lanzón lo vi por vez primera en la caja tonta. Como a Ana María Matute. O a Alejandro Jodorowsky. O a Fogwill. O a Luis Alberto de Cuenca. O al Marqués de Tamarón. O a Almudena Grandes. O a Enrique Vila Matas. O a Juan Marsé. Etcétera. Una entrevista a todos, al menos, vi. No utilizo la televisión para nada distinto de descubrir escritores. También algún documental o reportaje. Eso es todo.
     La entrevista a Javier Gomá Lanzó me dejó en el paladar un regusto agridulce. ¿Lo agrio?: su lenguaje no parecía el propio de un filósofo. Demasiado llano. Un punto deslucido. ¿Lo dulce?: los temas sobre los que filosofó (a mi juicio maravillosos). También la valoración que hizo de la figura paterna. Ello me decidió a leer su obra. 
     En el prólogo al libro Filosofía mundana ha escrito Javier: “La nota de mundanalidad señala triplemente la dirección a una filosofía que desea pensar sobre el mundo, para todo el mundo y, si la ocasión se muestra propicia, con un poco de mundo”. Y más abajo: “Dicho de otra manera, el tema es el mundo, apropiado nuevamente por nuestro tiempo, no los libros que cavilan sobre él. Filosofía mundana se desentiende de esos problemas meramente filosóficos, divorciados de la experiencia compartida, que solo preocupan a los profesionales de la disciplina si por ventura caen dentro de su especialidad académica y, en cambio, elige como asunto cuanto mantiene en vilo al común de los mortales: la individualidad, la belleza, la fortuna, el amor, la felicidad, la dignidad, el anhelo, la civilización, el entusiasmo, el enigma de la vida, la paz, el arte, la justicia, la muerte y tantos otros”.
     Pregunto: Qué está sucediendo con Filosofía. Qué, con Lengua Castellana y literatura. Qué, con Matemáticas. Todas ellas (excepto Filosofía. Esto tendríamos que hacérnoslo ver) son asignaturas en curso de nuestro sistema educativo. El alumnado las rechaza de plano. Tú, Javier, has golpeado del clavo la punta. Se olvida lo esencial de ellas. Se insiste en lo superficial que tal vez (pero no lo sé) hay en ellas. O tanto monta: no se contempla su aplicabilidad en la vida cotidiana.
     El Quijote también sirve para aprender chascarrillos. 
     La sintaxis castellana también sirve para hablar y escribir correctamente. 
     La obra de Nietzsche también sirve para conocer la condición humana.
     ¿Nadie hará nada por cambiar el actual estado de cosas? 
     
     Resignación.       

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