A mi "hermano" Makane
“–Todo es igual, todo es monótono, todo cambia en la apariencia y se repite en el fondo a través de las edades –dice el maestro–; la humanidad es un círculo, es una serie de catástrofes que se suceden idénticas, iguales. Esta civilización europea de que tan orgullosos nos mostramos desaparecerá como aquella civilización romana que simbolizan esas monedas que usted ahora examinaba, padre Lasalde… Ayer el hombre civilizado vivía en Grecia, en Roma; hoy vive en Francia, en Alemania; mañana vivirá en Asia, mientras Europa, esta Europa tan comprensiva, será un inmenso país de hombres embrutecidos…”. (Azorín: La voluntad. Primera parte, capítulo 22). Me agencio el subrayado.
Viene a cuento el cuento de Azorín. Yo antepongo el humanitarismo a la ley. Lo diré más nítido aún (para librar de sambenitos al vocablo “humanitarismo”): Yo antepongo mi compasión a la ley. Sé que esta tesis hace agua por una juntura llamada: “Espacio”. Y qué. Mientras haya una brizna de aire y un cuerpo para desplazarla, óiganme los (v)oxeadores del ring de la derechita valentona (¡bah!), habrá una ley digna de quebrantamiento.
Oigo una voz barbada, de cabello rizado, exclamando: ¡Bla-bla-bla!
Oigo otra voz barbada, vestida de seda…, perorando: Beee-beee-beee.
Resuelvo no oír, ya, más voces. Sólo la mía.
En La Biblia puede leerse (Dt 24, 14-22): “No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante que vive en su tierra, en tu ciudad; cada jornada le darás su jornal, antes que el sol se ponga, porque pasa necesidad y está pendiente del salario. Así no gritará contra ti al Señor y no incurrirás en pecado.
No serán ejecutados los padres por culpas de los hijos, ni los hijos por culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado.
No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te rescató el Señor, tu Dios; por eso yo te mando hoy cumplir esto.
Cuando siegues las mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así bendecirá el Señor todas tus tareas. Cuando varees tu olivar, no repases las ramas; déjaselas al emigrante, al huérfano y a la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebusques los racimos; déjaselos al emigrante, al huérfano y a la viuda.
Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto; por eso yo te mando hoy cumplir esto”.
Sic erat scriptum.