lunes, 5 de agosto de 2019

306/ Poetas (o escritores) empoderados

Hubo un tiempo en que los poetas dominaron la faz de la tierra. ¿Exagero? No. José Antonio Primo de Rivera, dicen, dijo: “A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas”. Leo la archiconocida cita en la página cincuenta y uno (Planeta DeAgostini) del libro Soldados de Salamina (J. Cercas). El autor adjunta una explicación que el lector no pide: “Es verdad que las guerras se hacen por dinero, que es poder, pero los jóvenes parten al frente y matan y se hacen matar por palabras, que son poesía, y por eso son los poetas los que siempre ganan las guerras, y por eso Sánchez Mazas, que estuvo siempre al lado de José Antonio y desde ese lugar de privilegio supo urdir una violenta poesía patriótica de sacrificio y yugo y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación de centenares de miles de jóvenes y acabó mandándolos al matadero, es más responsable de la victoria de las armas franquistas que todas las ineptas maniobras militares de aquel general decimonónico que fue Francisco Franco”. 
     Más adelante (pág., 86) Franco es definido de este modo: “MilitaROte gordeZUElo, afemiNAdo, incompeTENte, astuto Y conservaDOR”. La frase no carece de ritmo uniforme. Si fuera un verso diríamos que el golpe de voz fuerte recae en las sílabas número 4, 8, 12, 16, 20 y 24 (con licencia "para matar" y cuadrar de por medio). 
     ¿Llevaría doble intención Cercas al escribir tan chocarrera frase?
     Hubo un tiempo en que los poetas dominaron la faz de la tierra. 
     Léase, ahora, el poema abajo copiado (op. cit. pág., 49):      

     SUSPIROS DE ESPAÑA

     Quiso Dios, con su poder,
     fundir cuatro ratitos de sol
     y hacer con ellos una mujer,
     y al cumplir su voluntad
     en un jardín de España nací
     como la flor en el rosal.
     Tierra gloriosa de mi querer,
     tierra bendita de perfume y pasión,
     España, en toda flor a tus pies
     suspira un corazón.
     Ay de mi pena mortal,
     porque me alejo, España, de ti,
     porque me arrancan de mi rosal.

     Buena novela venida a novela tostón. Motivo: la machacona e impudorosa obcecación del autor-narrador-protagonista con la Guerra Incivil (el prefijo in lo saco de la bocamanga de mi ideario) Española del 36. Interminable matraca, ésta, aquí. 
     "Sabemus" que habemus rencillas varias. ¡Mejor no meneallo!
     Última cita (pág., 29):
     “–No sé qué opinará usted, pero a mí me parece que un país civilizado es aquel en que uno no tiene necesidad de perder el tiempo con la política”.
     Opino lo mismo. 

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