Cuántas veces me habré preguntado si no estaré un mal día fuera de la realidad y sin probabilidad de volver a ella. Refiero estando vivo. Lamentable cuestión esta. Muy del lado del escritor de ficción. No tanto del de no ficción. Menos aún, del de auto ficción. Ellos nunca sabrán lo que es crear un mundo paralelo al real e infinitamente más interesante que este pero al mismo tiempo menos proclive a dejar a su artífice a salvo de la enfermedad mental. Ficción literaria y cordura no irían de la mano. Es sabido: hay casos y casos. Ernest Hemingway, Edgar Poe, Lovecraft constituyen algunos extraordinarios.
Y qué decir del escritor de andar por casa que a pesar de todo acabará como una chota. Nadie habla de él. El genio no siempre desemboca en locura (¿y no será al contrario?). Vale. Hay personalidades e inteligencias e instintos y sensibilidades estandarizados que sí lo harán. La locura ladra "a lo loco". Fíjense: todos los escritores locos han sido, antes de ser mordidos por esa perra, genios. O eso nos han hecho creer. Yo apuesto por esto otro: todo aquel que decida dedicar su vida a la escritura debería considerar la posibilidad, muy seria, de llegar a ser un loco de atar. Y todo sin conocer del genio.
¡Crucemos, por si las moscas, índice y corazón!
Escribe Vila en Mac y su contratiempo: “Volver sobre lo sucedido aquel día –acabé averiguando que a la joven le habían comunicado la muerte de un ser querido– me ha hecho ver que aquella transeúnte estaba en la vida y tenía sentimientos y yo estaba, como ella, en la misma vida, pero con menor capacidad de sentir, de sentir de verdad, quizá solo sabía sentir con la imaginación. Y no solo me ha hecho percibir esto, sino que a ella he empezado a verla como una persona admirable y hasta envidiable, porque solo contaba con su vida y nada más, y quizá por eso sentía con tanta verdadera fuerza su dolor, mientras que yo iba dibujando el humo de un mundo paralelo que me dejaba algo incomunicado de la vida real”.
¿Algo?...