Enrique Vila Matas es un autor al que, de un tiempo a esta parte, vengo siguiendo. No solo leo sus artículos (acaso post). También hago lo propio con sus libros. O mejor dicho: con El Libro. Mac y su contratiempo, creo, es obra característica del estilo de Vila y como tal voy a tratarla aquí: con la expectativa del lector “de recorrido” y con la sospecha del escritor "libre". Es decir: yo espero de Vila algo diferente a lo que los demás ofrecen y me doy con algo, por experimentado, no tan original o no tan apropiado para serlo. Aunque la mejor originalidad sea, siempre, la vuelta al origen. Gaudí lo dijo.
¡Al lío del monte Pío! No habrá un solo escritor en la Tierra que no se haya formulado alguna vez esta pregunta: ¿Qué significa ser escritor? Muchos habrá, incluso, que no sepan responder a ese interrogante. O no quieran aprender a responderlo. O no puedan (váyase a saber). Sin embargo la respuesta más certera es sumamente fácil de concebir y sencilla de enunciar. No, no, no daré rodeos. La respuesta a tan rimbombante y, en el fondo, vulgar pregunta es una y clara. Esta: ser escritor significa dedicar la vida a no hacer otra cosa distinta de escribir. Lo demás son simulacros y pamplinas. Una cosa es tenerse uno por escritor y otra, muy distinta, escribir sin plantearse si es o deja de ser uno esto o aquello.
Vila, en la obra mentada, escribe: “ (…) Uno puede pasarse años y años considerándose escritor y seguramente nadie va a tomarse la molestia de ir a visitarle para decirle: desengáñate, no lo eres. Ahora bien, si un día esa persona se decide a debutar y a poner toda la carne en el asador y a escribir por fin, lo que ese atrevido principiante notará enseguida, si es honesto consigo mismo, es que su actividad no tiene la menor relación con la grosera idea de considerarse escritor. Y es que, en realidad, lo quiero decir sin perder más tiempo, escribir es dejar de ser escritor”.
El subrayado es mío.
Nótese la ironía: “Escribir es dejar de ser escritor”. No viene todo esto a cuento de ese sinnúmero de criaturas que hoy se dan en escribir sin cuento. A este paso habrá, me parece, más escritores que lectores. Mejor aún: viene a cuento de esos otros que no escriben pero hacen el intento de escribir y debido a ese monumental esfuerzo se tienen por lo que no son: escritores.
“Escribir es dejar de ser escritor”, además, porque para escribir hay que vivir. Esto piensan algunos. Risas. Y es sabido que los peores vividores que hay sobre la Tierra son los escritores. Alguna excepción habrá. La mayoría encaja en ese perfil malo. Y aquí no habría ironía que valiese. Pero vivir y escribir parecen excluirse mutuamente. O se escribe o se vive. Víctor Hugo escribió (no sé si vivió): “Leer es vivir dos veces”. Vale. ¿Y escribir? ¿No es vivir dos veces escribir? Voy a desahogarme: escribir es vivir infinidad de veces. No dos. No, no, dos no. Insisto: infinidad de veces. Porque el escritor con cada palabra que escribe congrega su ser y también otros seres. Escribir es cobijarse bajo la sombra del árbol genealógico. O, simplemente, podar el árbol genealógico para revitalizarlo. Quiero pensar.
Quiero pensar que tras el acto creador (escritura) respiran ancestros. No así tras el acto re-creador (lectura). Pero esto es solo una intuición mía. Y las intuiciones, lector paciente, intuiciones son. El gato solo tiene cuatro pies.
En fin.
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