Una que otra vez me he posicionado, en esta bitácora, contra el Realismo a secas (o sea: el Realismo marchito, opaco, gallogallina). Quiero decir: me he posicionado frente a esa manía indócil de reflejar la realidad con los mimbres de la propia realidad. Pregunto: Para qué. ¡Bah! A mí lo que me mueve es inventar una realidad paralela (o no tanto) a la real. ¡¿A qué mostrarle al lector lo que el lector ya conoce?! No. Describir lo conocido con palabras disímiles a las que otro (u otra) utiliza con el mismo fin lo juzgo, cuando menos, inútil; pero no…, no es inútil, al parecer. Ahí están las listas de ventas (éxitos editoriales a troche y moche. Realismo. España. O viceversa: España, Realismo…). ¡Bah!
Fíjense en lo que escribió Juan Ramón al respecto:
<<Ambiente inadecuado, indiferente, hostil como en España no creo que los encuentre el poeta, el filósofo en otro país de este mundo. Acaso esto conviene y corresponde al tan cacareado sentido realista español. Que en España la ciencia haya sido y sea escasa y discontinua, concesionario el arte, se debe a la erizada dificultad que cerca a quien quiere cultivarlos en lo profundo. (…) Todo contribuye a que el hombre español viva triste>> (<<Poesía en prosa y verso, 1902-1932…>>. Diputación Provincial de Huelva, 2008. Pág., 109-110).
Cultivar, <<en lo profundo>>, el arte implica ir más allá de lo meramente establecido. Atreverse a relatar el misterio de la inspiración y de la búsqueda incansable de la forma en aras del fondo (o del fondo en aras de la forma). Inventar. Imaginar. Hallar (tras gozosa búsqueda) la música del lenguaje y no el lenguaje sin música del Realismo a secas. <<¡Una miaja de mixtura!>>, claman, clamamos los soñadores…
Pero sin excesos. Sin traspasar el Rubicón de la verosimilitud. Sin dar, por ello, alas al Surrealismo: ese <<Luzbel de fuego>>, que podría haber dicho (o escrito) JRJ, perfectamente. Y, <<¡Qué no daría yo por que empezase de nuevo!>>. La historia de la literatura española, quiero decir. Ay.