jueves, 28 de marzo de 2024

446/ A contra Realismo

Una que otra vez me he posicionado, en esta bitácora, contra el Realismo a secas (o sea: el Realismo marchito, opaco, gallogallina). Quiero decir: me he posicionado frente a esa manía indócil de reflejar la realidad con los mimbres de la propia realidad. Pregunto: Para qué. ¡Bah! A mí lo que me mueve es inventar una realidad paralela (o no tanto) a la real. ¡¿A qué mostrarle al lector lo que el lector ya conoce?! No. Describir lo conocido con palabras disímiles a las que otro (u otra) utiliza con el mismo fin lo juzgo, cuando menos, inútil; pero no…, no es inútil, al parecer. Ahí están las listas de ventas (éxitos editoriales a troche y moche. Realismo. España. O viceversa: España, Realismo…). ¡Bah!

     Fíjense en lo que escribió Juan Ramón al respecto:

     <<Ambiente inadecuado, indiferente, hostil como en España no creo que los encuentre el poeta, el filósofo en otro país de este mundo. Acaso esto conviene y corresponde al tan cacareado sentido realista español. Que en España la ciencia haya sido y sea escasa y discontinua, concesionario el arte, se debe a la erizada dificultad que cerca a quien quiere cultivarlos en lo profundo. (…) Todo contribuye a que el hombre español viva triste>> (<<Poesía en prosa y verso, 1902-1932…>>. Diputación Provincial de Huelva, 2008. Pág., 109-110).

     Cultivar, <<en lo profundo>>, el arte implica ir más allá de lo meramente establecido. Atreverse a relatar el misterio de la inspiración y de la búsqueda incansable de la forma en aras del fondo (o del fondo en aras de la forma). Inventar. Imaginar. Hallar (tras gozosa búsqueda) la música del lenguaje y no el lenguaje sin música del Realismo a secas. <<¡Una miaja de mixtura!>>, claman, clamamos los soñadores…

     Pero sin excesos. Sin traspasar el Rubicón de la verosimilitud. Sin dar, por ello, alas al Surrealismo: ese <<Luzbel de fuego>>, que podría haber dicho (o escrito) JRJ, perfectamente. Y, <<¡Qué no daría yo por que empezase de nuevo!>>. La historia de la literatura española, quiero decir. Ay.

jueves, 21 de marzo de 2024

445/ El espejo (III)

No sé cómo he hallado otra reminiscencia (así quiero creerlo yo) en el libro de JRJ: <<Poesía en prosa y verso (1902-1932)…>> (Diputación de Huelva), esta vez con Borges de telón de fondo. Sucede aquélla en el poema en prosa: <<El estrañero>> (op. cit. Pág., 100). Y Dice así:

     <<Me lo encontraba, de pronto, en cualquier sitio (…) Era alto y albino (…) Sacaba su librajo (…) y me decía (…) unas cosas “inintelijibles”, en un castellano inconexo, judío>>.

     Ahora, Borges…

     Del cuento: <<Utopía de un hombre que está cansado>>: <<Me abrió la puerta un hombre tan alto que casi me dio miedo>>.

     Del cuento: <<El libro de arena>>: <<Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados>>. Y más adelante (parlamento del hombre alto): <<Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese>>.

     Hasta aquí.

     Los hitos son: un hombre alto, misterioso, y un libro no menos misterioso que el hombre alto que lo porta. Un hombre alto que infunde miedo y un libro en exceso raro. Todo lo raro, por cierto, es hondo; más, en estos tiempos que corren…

     Otra reminiscencia borgiana de <<El estrañero>>:

     <<Nadie lo vio entrar>>, con respecto a: <<Nadie lo vio desembarcar>>; sí… <<en la unánime moche>> (<<Las ruinas circulares>>). 

     JRJ y JLB fueron contemporáneos. Ignoro si se leyeron mutuamente. Yo quiero pensar que sí, por afán de una imaginación un punto calenturienta, por la magia de una azarosa y al mismo tiempo sutil convergencia de genios...

miércoles, 13 de marzo de 2024

444/ El espejo (II)

¡Turno, ahora, de Ramón María del Valle Inclán! Quiere decirse: una nueva reminiscencia he hallado en <<Poesía en prosa y verso…>> (Diputación de Huelva), de Juan Ramón Jiménez, que apunta directamente al gallego. Se trata, cómo no, del <<Esperpento>>. Ya saben: esa deformación sistemática de la realidad cuando ésta es vista a través de un espejo cóncavo (o convexo; según…). Escribe Juan Ramón en la obra arriba mentada (o sugerida): <<Y como el panadero de casa se llamaba Fernando, y era raro, desgarbado, borrachín, negrucio, sordo, clavado para soñar en él y trastornarlo, yo veía a Fernandillo en los sueños de mi sueño como un Fernando el panadero “visto en la bola de cristal azul de la escalera, pequeño y deformado”, y a propósito para escurrirse por el adorno vano del sostén de la lámpara del comedor y entrárseme por el rabillo del ojo>> (pág., 49). 

     Y, de nuevo, salta a los ojos la pregunta de rigor: ¿Quién lo <<concibió>> antes?: el <<Esperpento>>. ¿Fue Ramón o Juan Ramón? La Historia de la Literatura aboga por el primero (¿1920?). Pero, ¿y si fuese Juan Ramón (la obra mentada congrega poemas escritos entre 1902 y 1932), contemporáneo de aquél, quien se aventuró a concebir (sin saberlo. O sabiéndolo…) como recurso literario la deformación de la realidad que es vista a través de un espejo cóncavo (o convexo; según…) y hubiese dejado constancia de ello en este poema prosístico (que no prosaico) de <<Fernandillo>>? Nunca lo sabremos. Imaginarlo, no obstante, es tan tan sugerente…

jueves, 7 de marzo de 2024

443/ El espejo (I)

Hay poetas que guardan reminiscencias de otros poetas. Poetas, no: poesías. Quiere decirse: la obra poética de algunos poetas contiene reminiscencias de la obra no menos poética de otros poetas. Uno nunca sabe cómo tomárselo: ¿Bien? ¿Mal? ¿Ni lo uno ni lo otro? Lo cierto es que uno, quisquilloso lector, en tales casos siente una especie de zamarreo turbador dentro de su ser quisquilloso. Como si de una <<impureza literaria>> se tratara. O como si algo (¿un cepo?) restase intensidad y valor a la lectura. Todo resulta muy extraño.

     Juan Ramón y Lorca convergieron en un sintagma. Yo ya lo sabía. Yo, hoy, lo he rescatado del fondo negro del olvido. Ha acontecido ello en plena lectura de <<Poesía en prosa y verso (1902-1903) de Juan Ramón Jiménez “escojida” para los niños por Zenobia Camprubí Aymar>> (Diputación Provincial de Huelva, 2008). Y, al rescatarlo, he pensado: ¿Quién lo escribiría antes? Entonces me he puesto, eléctrico, a buscar en la red la fecha de ambos sintagmas no hallando (¡oh tempora, oh mores!) más que una: la del poema de Lorca. Y es: 1928. La de <<El pajarito verde>>, poema también titulado por su autor de esta otra guisa: <<La verdecilla>>, no la he encontrado.

     Tras tanto trajín indagador me ha dado en pensar que, a lo mejor, la cosa carece de importancia. Sin embargo, algo dentro de mí alza su voz y dice que no es así, que la cosa sí reviste importancia…: <<La que uno quiera darle>>.

     Poesía en espejo. O espejo en verso. Tanto monta.

     El sintagma: <<Pelo verde>>.

     Lorca (<<Romance sonámbulo>>): <<Con la sombra en la cintura,/ ella sueña en su baranda,/ verde carne, "pelo verde",/ con los ojos de fría plata>>.

     Juan Ramón (<<El pajarito verde>>): <<Verde es la niña. Tiene/ verdes ojos, "pelo verde">>.

     Una conjetura: el joven halla inspiración en el viejo, y no al revés… 

     En fin.

viernes, 1 de marzo de 2024

442/ La mudanza

Un poema de Julio Numhauser, cantautor chileno, lo cambia todo. Su título: <<Todo cambia>>. Y dice así…


     TODO CAMBIA


     Cambia lo superficial 

     cambia también lo profundo 

     cambia el modo de pensar 

     cambia todo en este mundo 


     Cambia el clima con los años 

     cambia el pastor su rebaño
     y así como todo cambia
     que yo cambie no es extraño 


     Cambia el más fino brillante

     de mano en mano su brillo 

     cambia el nido el pajarillo 

     cambia el sentir un amante 


     Cambia el rumbo el caminante 

     aunque esto le cause daño
     y así como todo cambia
     que yo cambie no es extraño 


     Cambia, todo cambia 

     Cambia, todo cambia 


     Cambia el sol en su carrera 

     cuando la noche subsiste 

     cambia la planta y se viste 

     de verde en la primavera


     Cambia el pelaje la fiera 

     cambia el cabello el anciano

     y así como todo cambia
     que yo cambie no es extraño 


     Pero no cambia mi amor
     por mas lejos que me encuentre 

     ni el recuerdo ni el dolor
     de mi tierra y de mi gente 


     Y lo que cambió ayer 

     tendrá que cambiar mañana 

     así como cambio yo
     en esta tierra lejana. 


     (Julio no acierta, de pleno, de chiripa). 

     ¿A qué, Julio, con eso del sempiterno amor? No, hombre, no. El amor, como cualquier otro ente parapsicológico, está (no podía ser de otro modo) sujeto a cambio. No idolatremos lo que es susceptible de mudarse más temprano que tarde. 

     El amor, Julio, muda. El amor evoluciona (o involuciona). Y no debemos, conjeturo, sentirnos culpables por el hecho en sí; léase: detonar el explosivo de la evolución (o involución) del amor. La mente humana no está hecha de cables sino de neuronas. Cierto que, a veces, éstas echan humo… Vale, y qué. 

     Lo importante es: la libertad de fluir con el amor sin ponerle grilletes ni anexionarle con goma de fijar alas. Se trata, ay, de fluir (y no de volar) con la vida. ¡Con la vida!