Mi queridísimo y admiradísimo y, hasta hace bien poco, desconocidísimo Khayyam dejó escrito lo que sigue: <<No tengo miedo a la Muerte. Prefiero este hecho ineluctable al que me impusieron el día que nací. ¿Qué es la vida? Un bien que no elegí y que devolveré con indiferencia>> (Rubaiyat. LXVII). Veintiocho poemas más adelante se encuentra uno con esto: <<A nadie pedí la vida. Me esfuerzo por aceptar, sin júbilo ni rabia, todo lo que la vida ofrece. Partiré sin preguntar al prójimo acerca de mi curiosa permanencia en este mundo>> (Op. cit. XCV).
Alguna vez me he cruzado con gente que decía no haber pedido venir al mundo. Por lo general, dicho sea sin pizca de malicia, personas acomodadas en el mullido asiento del azar o con personalidad depresiva. Yo no me avengo con ellas. Yo exclamo: Si estás, haz por el placer de hacer, y aprovecha el momento y corre y salta y vuela libre y no mires abajo ni a izquierda o a derecha ni adelante o atrás. Preocúpate sólo de no caer. Y si caes (es sabido), te levantas; el acto de levantarse es aventurero y libera endorfinas. Sé (casi todos podemos) feliz. Pero selo ya.
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