Una ¿personificación? esta: “(…) sí, cara de niño desgraciado, ojos al suelo, manos desesperadamente hundidas en los bolsillos, palabras de obrero que echa de menos el trabajo los domingos, y, por dentro, la bola del orgullo que se agranda y agrieta entre chasquidos (…)” (José María Requena. El cuajarón. P. 131. Biblioteca al Sur. Barcelona, 2002), leitmotiv de la mentada novela. Poco más cabe añadir. Ópera prima construida con la argamasa del monólogo interior. Obra maestra de Requena, publicada el año 1972, galardonada con el Nadal: catapulta a la gloria de la fama y del prestigio gremial de tantos y tantos escritores. Uno llega a odiar al héroe (pero también antihéroe) con similar fruición con que, a la postre, lo amará. Destacable resulta el dominio pleno del espacio-tiempo narrativo. El cual deviene onírico. Más de pesadilla que otra cosa. La sombra de la locura es alargada. Aquí hace acto de presencia repetida veces. El esfuerzo que el lector debe ejecutar en la lectura halla sobradas recompensas. Verbigracia: conocer un análisis (discursivamente pormenorizado) del alma de quien está abocado a la soberbia desde la cuna. Constituyéndose ésta (la cuna) en detonante fundamental de aquélla (la soberbia). Reléase, si no, la ¿personificación? copiada arriba. Lectura laboriosa. Lectura recomendable e inexcusable para aquellos que anhelan zamparse el mundo sin percatarse de que es el mundo el que probablemente acabe por zampárselos a ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.