Adriana Schlittler Kausch ha escrito: “Pasos hendidos. Duelos y augurios oscuros./ Plano cenital y las cabezas son manchas desfilando sobre el frío/ azote del invierno./ Armenia es ese tejido.// Ellos caminan mirándose las nucas. Plano y contraplano: en un/ lado del mundo los albaricoques se pudren./ Un país es más que sus huellas.// Era el tránsito, era la verdad tan profunda como las líneas de las/ manos. O el refugio donde la paz no descansa en el regazo./ Armenia es la mirada en punto de fuga.// Abril se despereza en las zanjas de los mapas. Muerte y enigmas./ Plano general./ Armenia son cuerpos encima de otros cuerpos.// Y allí brillan los campos. Se levanta la mañana y llueve en Ereván./ Una ciudad pare sonidos de campanas. Fundido a negro./ Yo nunca estuve en Armenia”. Significativo poema. Título: Armenia. Ubicación: Estación Poesía (nº 2). Lo he leído al par que escuchaba Adagio for Strings, Op. 1, atacado por Samuel Barber, Thomas Bowes y Joseph Swensen: ¡Wake up total! Mi gratitud, Adriana. PD: siento un gran regocijo interior cuando un poeta lírico (poetisa en este caso) sale, o aparenta salir, de la 1ª persona del singular para acogerse a la 2ª o a la 3ª del mismo tiempo o incluso a la 2ª o a la 3ª del plural. La voz y el talento pueden servir para algo más que una terapia íntimamente distintiva. El mundo requiere llamadas de atención. O: tirones de oreja. O: zamarreos espirituales. Tanto monta. En definitiva: un despertar generalizado. Juzgo toda poesía (¿también la lírica?) como algo que trasciende los fantasmas de su ejecutor. El poeta puede (ojo: no digo debe. Cada cual que escriba lo que se le antoje) atestiguarlo. Este poema-secuencia de Adriana ha puesto en órbita mis neuronas. Hay en él una belleza subrepticia. Sí. Pero su mensaje es más fuerte. Pero su mensaje cautiva más.
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