lunes, 10 de noviembre de 2014

164/ De la alquimia

Stanislas Klossowski de Rola escribe en Alquimia sobre el Ouroboros. Es éste un dragón que muerde su propia cola. El bicho es verdirojo. El verde simboliza la iniciación. El rojo, el objetivo de la Obra. El dragón viene a representar la naturaleza cíclica y eterna del universo. El volumen que manejo aduce un dibujo del bichejo. Se trata de una copia de Synosius ejecutada por Theodoros Pelecanos en 1478. Y se halla en la Bibliothèque Nationale de París con este apunte: Ms. grec. 2327, f.297. Es un dibujo feo. Pero nadie negará que la metáfora visual es acertadísima. Yo no sé si la comunidad científica la acepta o no de buen (o de mal) grado. ¿Es el universo eterno? ¿Es infinito? Lo primero que debe hacer el iniciado es buscar la Materia Prima o Sujeto de la Obra. Y, ¿a qué se asocia el nombre de esa Materia Prima o Sujeto de la Obra? Al signo (mi signo) zodiacal de Aries. Acabo de ver el dibujo correspondiente a esto último que enuncio. La cabra (todos los Aries somos cabras locas…) de cuernos retorcidos tiene inserta en su lomo lo que, a todas luces, parece una estrella de seis puntas. La misma de la cual sale una flecha que señala una cruz sobre un círculo en que, nuevamente inserta, aparece la susodicha estrella. La cabra está, sobre una base vaporosa como nube, suspendida del cielo. Al fondo se ve una iglesia o ermita o abadía. Hay un señor pertrechado con una armadura. Y Mercurio devorado por un lobo gris que simboliza el deber del sujeto de purificarse. Nota: hay que recordar que el antinomio purificaba el oro. Otros dos señores acompañan al de la armadura... ¿Purificarse en un universo eterno? ¿Un lobo gris? ¿Una cabra con los cuernos retorcidos? ¿Mercurio por los suelos? La alquimia es un mundo de complejas simbologías. Un mundo poético-onírico maravilloso. Merece la pena echarle un vistazo. Con los ojos, eso sí, del alma.   

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