En cada época la literatura ha incomodado a alguien. Convertir un hecho grave o liviano en otro literario no es plato de gusto para todo quisque ni, aún siéndolo, lo sería siempre. Se juzga entrometido. Se juzga peligroso. El convertidor se mete en camisa de once varas. Pero no hay escapatoria. Tiene que hacerse así. Aquél debe acometer esa labor si la lleva en la cabeza, si en el corazón, si en el alma. Más aún cuando el texto de marras cauteriza heridas. El día seis del mes nueve del año dos mil doce puse a buen recaudo un PDF. Fue publicado en el periódico El Mundo. En él se habla de una novela, de su protagonista principal y de quien la escribe. Es ésta hija de aquélla. Justo al contrario de lo que viene a ser lo habitual. Y aquélla fue bipolar. Y de aquélla abusó su padre. Y finalmente aquélla se suicidó. Años después de tan aciagos hechos nació la novela de que hablo. Ésta: Nada se opone a la noche. La escribió Delphine de Vigan. Yo sabía que ese PDF emergería hasta la superficie de esta bitácora en forma de post. ¡Para lo cual han tenido que transcurrir más de dos años! Hoy he releído el PDF y se me han erizado hasta las cerdas de las cejas. Me pregunto por qué Vía Crucis no transitaría de Vigan para resolver escribir tan polémica historia. Dos ideas suyas me han zarandeado. Una: que la literatura hipnotiza (no exorciza) los demonios personales. Y dos: que para elevar un hecho al nivel literario, primero hay que transformarlo en palabras, y luego esas palabras en literatura. Aumentando progresivamente (es claro) la dificultad de ejecución. Hay quien se salta el segundo paso a piola. Hay quien el primero. Yo, hoy, también creo que la literatura hipnotiza (y no exorciza. No porque sí) los propios fantasmas. Pero no solo hipnotiza. También vivifica al autor y, por ende, al lector. Hay individuos (entre los que me incluyo) a quienes, sin ella, les falta el oxígeno. Inadaptados de un mundo en que no se lee. O: en que no se lee literatura. O sea: ficción. No todo de Nada se opone a la noche aconteció en la vida real. Lo que siempre digo: imaginar es vivir dos veces.
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