lunes, 22 de diciembre de 2014
171/ Un asombro
Ignacio Camacho ha aleccionado a muchos articulistas al escribir Almendras amargas. He dicho: articulistas. No periodistas. No literatos. Literatura y periodismo van por otro sendero menos sendereado. Opinión personal. El artículo se sitúa entre el arañazo superficial y el desgarro profundo. Entre la opinión y la anécdota. Juzgo el texto de Camacho obra maestra de este género. Me regocija toparme con un ejercicio lingüística y sintácticamente exigente que no obvia el barroquismo. Lo es…, barroco. También se encuentra cargado de ideas. Es barroco, barroquillo, con ideas. Y eso se agradece. Antes he sostenido que la prosa opinativa es superficial. Ahora apostillo: felizmente no siempre y, más felizmente aún, no en toda pluma. Antes he sostenido que la prosa literaria es profunda. Ahora apostillo: desgraciadamente no siempre y, más desgraciadamente aún, no en toda pluma. Especificado queda. Hablaba del artículo premiado de Camacho. Porque no se premia a un periodista. Se premia el texto que éste ha elaborado. He aquí el quid de la periodística cuestión. La elaboración. Estrujarse el cerebro a fin de hallar la mejor forma de decir algo. Entregarse, al máximo, el dicente. No correr. Lo que deviene harto improbable en la esfera periodística actual. “Escríbeme despacio, que tengo prisa”. Elaborar y deleitar. ¡Tate! ¿No es esto más propio de la literatura? Bueno: sin deleite. Pero elaborando. Hasta el hartazgo. Camacho lo hizo. Se nota en el cuerpo de su artículo. O eso creo yo. Para lo cual no hay que dejarse llevar por la cantidad que tanto seduce al escritor barroco. Sino por la calidad que tanto satisface al filósofo. ¡Ea! Ya llegamos a donde, bajo ningún concepto, quería llegar yo: a la Filosofía. ¡Vaya, hombre! Hace tiempo me convencí de que ésta está presente en todo acto literario. Y que los demás opinen (o piensen) lo que quieran. Al mundo: ¡Qué gozada dar con un artículo casi literario, casi filosófico, en estos tiempos de indigencia filosófica y literaria! Qué gozada y qué asombro. Y el periodismo exento de mezclas que aprenda de ese pseudo periodismo literario y filosófico que, al par, no es literatura ni filosofía y es las tres cosas: filosofía, literatura y periodismo. Lo contrario (que éste se nutra de aquél) también es deseable.
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