Esta madrugada he tenido un estrambótico sueño. Dialogaba yo con un escritor reconocido acá (y allá). Exactamente ignoro sobre qué parlamentábamos. Solo recuerdo una palabra: prosopopeya. Y que yo confundía esa figura retórica con la etopeya. Creo que aleccionaba sobre ello, pretencioso de mí, al escritor… Él (es varón), que lo es siempre (varón y pretencioso), asintió y más tarde reaccionó. Se rebulló y contraatacó con otra pretenciosidad. Reflexiono sobre esta tara de los escritores. No me gusta. No la comparto. La pongo en práctica, subyugado a mí (¿liberado de mí?), con no poca perseverancia. Motor esta (la perseverancia) de mi escritura. No de mi oralidad. Habla Jekyll. Escribe Hyde. Moneda literaria… Podía haber confundido el hipérbaton con la hipérbole, o la anáfora con la anástrofe, lo que deviene más común. En la vigilia, y he aquí lo extravagante del caso, nunca confundo prosopopeya con etopeya. Será que mi yo dormido baja la guardia mientras mi yo vigilante la alza. Este mismo post resulta pretencioso al contener términos que designan figuras retóricas. Mi intención, sin embargo, no es la pretenciosidad. A veces Hyde regurgita a Jekyll.
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